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MYANMAR
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La evolución del nacionalismo budista y el nuevo rol de la juventud birmana

de Alessandra De Poli

En el 75° aniversario de la independencia de Myanmar, el profesor David Moe de la Universidad de Yale explica a AsiaNews cómo está cambiando el país el golpe de estado de 2021: el extremismo budista corre el riesgo de implosionar sobre sí mismo, mientras las nuevas generaciones rechazan la fe como elemento de identificación, aunque tratan de seguir inspirándose en los ideales religiosos.

 

Milán (AsiaNews) - El 4 de enero de 1948, Myanmar declaró su independencia del dominio colonial británico. Han pasado exactamente 75 años y hoy el país lo conmemora en un contexto profundamente marcado por el brutal conflicto civil que desencadenó el golpe de estado del ejército en febrero de 2021, y reflexionando al mismo tiempo sobre la parábola de estas décadas.

El profesor David Moe de la Universidad de Yale considera que uno de los procesos de transformación más interesantes se refiere al nacionalismo budista, que ha pasado por al menos tres períodos: "Antes de la independencia, el nacionalismo budista era predominantemente anticolonial y antioccidental, por lo que reunía a diferentes grupos, desde monjes budistas hasta campesinos y estudiantes”, explica a AsiaNews el docente, originario del estado de Chin, una de las regiones donde se concentra la presencia cristiana. “A partir de 1948, sin embargo, ese tipo de nacionalismo arremetió contra las minorías étnicas y religiosas, sobre todo contra musulmanes y cristianos, mientras que la identidad budista comenzó a superponerse con la identidad étnica de la mayoría bamar”.

En Myanmar conviven unas 135 etnias, pero las principales son solo ocho: los bamar, que se concentran sobre todo en las zonas centrales del país, constituyen el 68% de la población. Desde antes de la independencia los grupos étnicos minoritarios que viven en las zonas montañosas fronterizas han organizado sus propias milicias para luchar contra el gobierno central.

Con el paso de los años la cuestión étnica ha ido cobrando cada vez más importancia, “hasta el punto de que hoy en día el documento de identidad de cada birmano indica la etnia y la religión a la que pertenece”, explica el profesor. “Pero con el golpe -continúa- el nacionalismo budista está implosionando sobre sí mismo, nunca se había visto nada parecido a las PDF”, dice Moe, refiriéndose a las Fuerzas de Defensa del Pueblo (People’s Defence Forces, PDF), el brazo armado del gobierno de unidad nacional en el exilio, compuesto en su mayoría por ex diputados de la Liga Nacional para la Democracia, el partido de Aung San Suu Kyi. La “Señora”, como la llama la comunidad internacional, era la cabeza del último gobierno, pero fue detenida tras el golpe de Estado y recientemente volvió a ser condenada tras un juicio falso que elevó la pena que debe cumplir a 33 años de cárcel.

“Por primera vez la mayoría Bamar y las minorías étnicas tienen un enemigo común: el ejército”, irónicamente fundado por Aung San, padre de Aung San Suu Kyi, precisa el académico, que en su investigación estudia de qué manera la religión puede ser fuente de conflicto pero también de reconciliación. Algunos dirigentes del PDF llegaron incluso a pedir disculpas a los representantes de las minorías, diciendo que por fin comprendían su sufrimiento tras años de discriminación y violencia.. “Por un lado, esto es positivo porque abre la posibilidad de la creación de un Myanmar federal en caso de que la resistencia logre derrotar al nacionalismo budista. Aunque eso solo puede ocurrir con la derrota total del ejército, que cuenta con el apoyo de Rusia y protege con armas a los grupos budistas más extremistas. También en Sri Lanka, por ejemplo, encontramos grupos radicales vinculados a la etnia cingalesa, pero estos, a diferencia de Myanmar, no cuentan con el apoyo directo de las fuerzas armadas”.

No es casualidad, entonces, que hoy, con motivo del día de la independencia, la junta golpista birmana haya rendido homenaje al monje Wirathu, apodado el “Bin Laden budista” y “el rostro del terror budista” por la revista Time en 2013. La junta militar también ha anunciado una amnistía para más de 7.000 presos, aunque en el pasado varios indultos masivos han tenido como resultado que los presos fueran arrestados nuevamente y devueltos a prisión.

Otro elemento nuevo que surge tras el golpe de Estado es la presencia de gente muy joven en las filas de la resistencia: “Tanto en 1947 como en 1988 los movimientos estudiantiles jugaron un papel protagónico contra el ejército, pero aquí vemos que participan incluso jóvenes nacidos después del año 2000, y ellos rechazan la religión como un rasgo de identidad”. Sin embargo, explica David Moe, los ideales religiosos siguen impregnando la vida de estos jóvenes: “A las nuevas generaciones no les interesa ir al templo, no realizan los ritos, pero han vuelto a lo que yo llamo el ‘budismo moral’: buscan una forma de responder al mal y cambiar las cosas que no están bien en la sociedad. No han abandonado las enseñanzas del budismo, pero la religión, especialmente cuando entra en la política, ya no se ve con buenos ojos”.

Cabría preguntarse si se puede trazar un hilo conductor con Aung San Suu Kyi, quien, después de estudiar en el extranjero, regresó a su país a fines de la década de 1980 y se opuso a la dictadura militar con una política de no violencia inspirada en Mahatma Gandhi y en los principios budistas. “Aung San Suu Kyi es venerada como una deidad y todos manifiestan una gran solidaridad con ella”, comenta el profesor. “Sin embargo, su error fue querer complacer a los generales entre 2015 y 2020, dejando de lado la cuestión étnica”, aunque a lo largo de los años ha realizado numerosos esfuerzos para poner fin a los enfrentamientos entre las milicias étnicas y efectivos militares.

“Sean Turnell, asesor económico australiano de Aung San Suu Kyi, quien salió de la cárcel hace pocos meses, dijo una vez que la ex dirigente aprueba las acciones de la resistencia”, en referencia a los enfrentamientos armados, explica el profesor David Moe. Los jóvenes no solo quieren romper con el pasado y crear un nuevo Myanmar, sino que se han visto obligados a luchar: “Al principio ellos también se habían opuesto al golpe de forma no violenta creando el Movimiento de Desobediencia Civil, pero el ejército los atacó y los obligó a tomar las armas”.

 

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