La derrota de Crimea, detrás de la escena de la guerra
El riesgo de una sequía forzosa y prolongada como consecuencia de la explosión de la presa de Nova Khakovka es sólo la última de las pesadas heridas que han dejado en la península siete años de lucha en el conflicto ruso-ucraniano. La dura represión de los tártaros, el desplome del turismo, las trincheras y fortificaciones que despojaron a los campesinos de sus tierras, entre las consecuencias de la "movilización".
Moscú (AsiaNews) - Una de las zonas "ruso-ucranianas" sometidas a mayor presión en el año y medio de guerra, y de hecho en los siete años del conflicto "híbrido" entre los dos países, es Crimea, la simbólica península anexionada en 2014, y que desde entonces no conoce la paz. La reciente explosión de la presa de Nova Khakovka amenaza con dejarla aún más sumida en la sequía, un problema que había nacido ya con la separación de Ucrania y que parecía parcialmente resuelto con la conquista de los territorios del Donbass.
Además de los problemas militares y logísticos, los ciudadanos de Crimea sufren numerosas limitaciones y persecuciones, como ilustra una investigación de los activistas de Krymskaja Ideja. Las detenciones y deportaciones de los tártaros de Crimea, herederos de los antiguos gobernantes de la zona, y la prohibición de utilizar las playas por motivos militares, lo cual agrava la total falta de turismo, la principal industria de la región, son algunas de las razones que agravan aún más la interminable tensión entre prorrusos y proucranianos. El referéndum de 2014, en el que más del 90% de la población optó por la reunificación con Rusia, ciertamente no reflejó la verdadera división de opiniones, en un momento ya de ocupación militar.
En los últimos tres meses se han registrado al menos 18 casos de desapariciones inexplicables de personas de etnia tártara, lo que aumenta una tendencia constante a la opresión de quienes podrían reclamar la independencia en la península, incluso más que los rusos o los ucranianos. Los analistas están convencidos de que las víctimas son seguramente muchas más, y los mismos tártaros tratan de no difundir demasiado la noticia por temor a nuevas persecuciones.
Las fuerzas de seguridad, subordinadas a la cúpula militar, realizan controles cada vez más obsesivos en busca de partisanos ucranianos entre los habitantes, especialmente en esta fase ligada a la contraofensiva de Kiev, cuyos dirigentes repiten continuamente que quieren recuperar no sólo las zonas ocupadas en los últimos meses, sino especialmente Crimea. Los tártaros y a los sospechosos de ser proucranianos son detenidos y se los llevan, muchas veces sin motivo alguno, justo delante de la puerta de su casa, o los sacan de los vagones del tren, para enviarlos a un destino desconocido, muchas veces con una capucha sobre la cabeza. Los interrogatorios se prolongan durante largas horas en lugares secretos y de forma muy humillante, utilizando polígrafos y diversas formas de violencia sin la presencia de ningún abogado. A muchos los entregan después al tribunal acusándolos de "extremismo y terrorismo".
La mayor parte de las instalaciones turísticas se confiscan con fines militares; como documentaron los activistas, en la provincia de Leninskij rajon, los soldados ocuparon los hoteles para niños, y todos los operadores se quedaron sin trabajo. Incluso las playas, que siguen formalmente abiertas, son incapaces de atraer turistas, por el temor a los enfrentamientos bélicos, y en cualquier caso están rodeadas de trincheras y barricadas, lo que las hace muy poco atractivas y aún menos accesibles para los bañistas. Incluso la playa de Feodosija, la "Rímini de Crimea", ha quedado hasta ahora completamente desierta.
La guerra no sólo obstaculiza el turismo, sino también la agricultura. De hecho, las trincheras y fortificaciones, sobre todo en el norte de la península, han dejado sin tierras a los agricultores, volviéndolas inservibles para la siembra y la cosecha. Las protestas de algunos empresarios que exigían compensaciones por las pérdidas acabaron en "amenazas de eliminación física", según los testimonios que se recogieron.
Los habitantes de Crimea son arrastrados a la movilización de una manera mucho más autoritaria que el resto de los ciudadanos rusos. Muchos hablan de vehículos con vidrios polarizados que circulan lentamente por los distritos más poblados, para detener a los hombres aptos para la guerra, sin mucha formalidad. A los empleados del Estado no se les permite renunciar o abandonar sus puestos, porque se consideraría "deserción", como confirman varios casos documentados. A las mujeres tampoco se les permite abandonar sus puestos de trabajo, puesto que pueden ser denunciadas por incumplimiento del deber.
Las escuelas y las familias están acosadas por continuas colectas de ayuda "para las necesidades de la SVO", acrónimo de "operación militar especial", y los soldados conducen a los niños en grupos para que ofrezcan caramelos y cartas de apoyo que escriben según les dictan. La guerra se encuentra aún en una fase incierta, pero Crimea definitivamente está vencida.
Foto: Flickr / Elena Pleskevich
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