19/03/2024, 09.52
RUSIA
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La crisis de los pueblos autóctonos de la isla de Sajalín

de Vladimir Rozanskij

Una investigación de Sibir.Realii relata las penurias en las que viven las etnias que habitan esta región del Lejano Oriente ruso desde tiempos inmemoriales y que hoy se enfrentan a graves dificultades causadas por el cambio climático y la explotación industrial de los recursos naturales. Con las sanciones que han afectado a Gazprom, las autoridades ya no distribuyen subsidios, mientras sus zonas de pesca son compradas por los chinos.

Moscú (AsiaNews) - La isla de Sajalín, un largo y enorme territorio con el que el Gran Norte de Rusia extiende su dedo hacia el Extremo Oriente asiático, está poblada por etnias locales que atraviesan un período de grandes dificultades. En la tundra de la provincia de Noglinsk, desde hace unos meses luchan por mantener la actividad más tradicional, la cría de ciervos. Entre el musgo y la hierba amarillenta crecen los arándanos, ocultos a primera vista, pero que se exponen al sol y ofrecen un sabor muy dulce y especial, recogidos por las tribus locales que intentan salvar la fauna y la flora locales, las de los nivkhi y los oroni.

La periodista y ecologista Anastasia Trojanova, junto con la fotógrafa documental Marina Syčeva, publicaron un reportaje en Sibir.Realii, en un intento de aclarar los problemas que afectan negativamente a la vida de estos pueblos autóctonos del Lejano Oriente ruso. Filmaron la isla de Sajalín, Primorje, en la costa del Pacífico, y la región de Jabárovsk, donde la gente está acostumbrada a vivir en contacto con la naturaleza y a depender de sus condiciones, y ahora experimenta grandes dificultades debido a los cambios climáticos y ecológicos, intentando adaptarse a situaciones en las que en lugar de la renovación estacional de hierbas y plantas, hay muros de hormigón, acero y tuberías de alcantarillado.

Muchos grupos étnicos diferentes, como los nanaitsy, los oroči y los evenki, junto con los oroni y los nivkhi, han vivido en la región de Sajalín desde tiempos inmemoriales. Hoy se reducen a unos pocos representantes: los oroni son menos de 300, los nivkhi 3.683 entre todas las regiones orientales, los oroči 530, los nanaitsy 11.668 y los evenki 39.420, según las estadísticas oficiales de toda Siberia. Cuando se sientan al volante de un coche, estos nativos gritan "¡Too-tooo!", como suele hacerse con las manadas de ciervos, evocando al joven ciervo que se queda sin madre, llamado Totoša y denominado "el ciervo del amor", al que no se lleva al matadero, sino que se cuida hasta la vejez. En la lengua nivkha, "Toto" también significa "Plata", el ciervo de pelaje blanco..

Antes de la llegada de los soviéticos, los nativos de Sajalín vivían según su modo de vida seminómada original, recorriendo la tajga junto a los ciervos, montando tiendas para grandes familias reunidas en torno a grupos de entre 10 y 15 animales, y también pescando en verano, así como recogiendo frutos del bosque. 

Como cuenta una lugareña, Angela Muvčik, "la civilización y la industria petrolera cayeron sobre la gente analfabeta y salvaje como una tormenta de nieve sobre sus cabezas". Una vez terminadas las migraciones para los campos, todos se vieron obligados a vivir en pequeñas aldeas, aunque los que podían intentaban volver a la tajga y seguir con las costumbres más antiguas. Los niños fueron enviados a estudiar a internados y todos se vieron obligados a hablar ruso, olvidando las lenguas autóctonas.

Tras el fin del régimen soviético, muchos han intentado volver a la vida al aire libre, aunque ya no se come carne de ciervo; al contrario, se hace todo lo posible por protegerlos. La economía de Sajalín fue sostenida durante treinta años por el gigante petrolero Gazprom, ahora en grave crisis debido a las sanciones occidentales, y las autoridades locales ya no disponen de fondos para repartir subsidios y permitir a la población vivir libremente a la antigua usanza. Quedan un par de miles de ciervos salvajes, refugiados en las zonas más inaccesibles cerca de la costa occidental de la isla, y se están haciendo esfuerzos por volver a entusiasmar a los jóvenes con los animales y la naturaleza.

Los nivkhi son principalmente pescadores, pero hoy "el pescado apesta a petróleo", en parte porque las actividades mineras se han reducido mucho, y los residuos se extienden sin planes de recuperación adecuados. Los caladeros son comprados por los chinos o comerciantes de diversos orígenes, y los lugareños se ven cada vez más expulsados de la economía local. "Algo está cambiando en la naturaleza", dice Angela, y mucho está cambiando en la historia, hasta el punto de excluir a los pequeños pueblos del pasado.

 

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