La caza de ballenas, Tokyo "respetara la sentencia de las Naciones Unidas", que la prohíbe
Tokio (AsiaNews / Agencias) - El fallo de la Corte Internacional de Justicia, que prohíbe a Japón continuar la caza de ballenas ha creado resentimiento en Tokio, mientras que Australia y Nueva Zelanda le han dado la bienvenida como "un signo de civilización". La decisión, dictada ayer (31 de marzo) por los jueces en La Haya, dijo que el programa" científico" que el Sol naciente ha seguido para cazar a los gigantes del mar "no justifica el número de ballenas muertas". Según el Tribunal, desde 2005 los barcos japoneses, de hecho, han matado alrededor de 3.600 ballenas al interior del programa "Jarpa II".
Australia y Nueva Zelanda han acogido con satisfacción la decisión con favor:
los dos países son los promotores del caso ante la Corte, la cual comenzó en
2010. El grupo internacional de "Sea Shepherd", que lucha contra este
tipo de caza, dijo: "Durante 10 años denunciamos este fenómeno y ahora la
Corte ha demostrado que es un acto ilegal". Japón a su vez ha declarado
que tiene la intención de cumplir la decisión a pesar de estar "profundamente
decepcionado".
El primer ministro de Tokio Fumio Kishida, dijo esta mañana que antes de actuar
quiere "examinar cuidadosamente el texto y los fundamentos de la sentencia",
mientras que Yoshimasa Hayashi - cargo del departamento de Agricultura y Pesca
- recordó que en el País la carne de ballena "es una importante fuente de
alimentos. La posición del gobierno, que quiere seguir usando basada en datos
científicos, no cambia".
La caza de ballenas ha dividido durante mucho tiempo la comunidad
internacional. En 1986, Japón firmó la moratoria internacional sobre esta
actividad, pero no ha dejado de cazar ballenas para "investigación
científica". Noruega e Islandia, sin embargo, se han negado a firmar el acuerdo
y continúan la caza por razones comerciales. La moratoria excluye a los grupos
indígenas, que pueden seguir comiendo carne de ballena, pero establece límites
a las animales que pueden matar. Tokio ahora tiene que elegir entre la detención
de toda la caza, revisar su programa científico - y por lo tanto reducir el
número de ballenas asesinadas - o retirarse de la Comisión Internacional que
regula la actividad.