12/12/2024, 10.24
KAZAJISTÁN-COREA DEL SUR
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La agitada Seúl vista por emigrantes centroasiáticos

de Vladimir Rozanskij

Sobre el agrio enfrentamiento desatado por el intento del presidente Yoon de proclamar la ley marcial, Radio Azattyk recogió las opiniones de los kazajos que (con papeles en regla o no) lacoran en la capital coreana. En sus voces, la esperanza de que un cambio en la dirección del país les haga la vida más fácil a ellos también.

 

Astana (AsiaNews) - Corea del Sur, que desde hace días se encuentra en una fase bastante turbulenta desde el punto de vista político y social, es un destino popular para los emigrantes centroasiáticos, que vienen aquí para trabajar y estudiar, y muchos de ellos han contado a Radio Azattyk cómo ven la evolución de la situación en el país del extremo oriente.

La decisión del presidente Yoon Suk-yeol de declarar la ley marcial el 3 de diciembre, retirada a las pocas horas por el rechazo del Parlamento, provocó una serie de manifestaciones, huelgas y protestas, y la detención del ministro de Defensa, Kim Yong-hyun, que intentó suicidarse en prisión, mientras que el propio presidente corre el riesgo de ser sometido a juicio político por abuso de poder y otros cargos.

Sanat Žusipbek, de 33 años y originario de la región kazaja de Turkestán, se encuentra en Corea del Sur desde 2017, viviendo en la ciudad de Gangneung, a pocas horas en coche de la capital, Seúl, adonde viaja a menudo por necesidades profesionales. En el momento de la proclamación de la ley marcial, se encontraba en casa, y amigos de Seúl, que viven en los suburbios de emigrantes, le dijeron que habían oído ruidos de helicópteros militares sobre sus cabezas. Algunos aconsejaron inmediatamente regresar a Kazajistán por el susto, pero la embajada no emitió ninguna advertencia de peligro.

Como señalaron los kazajos, «los coreanos tienen una cultura muy desarrollada de manifestaciones públicas, se reúnen en las calles sin disturbios ni vandalismo, e incluso la policía no utilizó porras, como suele ocurrir aquí».

Como muchos de sus compatriotas, Sanat es un obrero sin trabajo fijo, que a las 5 de la mañana se planta con sus compañeros en las esquinas de las calles, esperando a que le llamen para algún trabajo pesado, consiguiendo llevar a casa una media de cien dólares al día, aunque haya «días vacíos» sin trabajar y sin ganar un céntimo. A estos trabajos esporádicos añade algunas horas en una fábrica, siempre bajo la economía sumergida, y estas condiciones hacen que la vida de los migrantes esté llena de aprensión, con el riesgo de ser auditados o de caer enfermos sin asistencia médica.

Con los disturbios, han aumentado los controles a los emigrantes y en general en todo el país, y los invitados centroasiáticos también esperan un cambio en la presidencia, para que la vida en Corea del Sur sea más aceptable, sobre todo por las condiciones de trabajo. Yoon Suk-yeol es un antiguo fiscal, y su política siempre ha sido bastante punitiva con los inmigrantes, a los que él mismo describía como «alimañas que meten una cucharada de más en el plato de los coreanos». En las redadas de verificación siempre se detenía a alguien y se le retenía en una celda entre 10 y 15 días, se le trataba con decididamente poco respeto, y muchos eran repatriados.

Por otro lado, las noticias que llegan de la patria no son alentadoras, con la devaluación del tenge en cascada con la del rublo y las subidas de precios, que desaniman a la gente a volver a casa. Sanat asegura que «llegue quien llegue al poder en Seúl, seguiremos sobreviviendo», aunque no está claro cómo deben comportarse los emigrantes cuando estalle una revolución.

También hay emigrantes legales, como Dias, también de Kazajstán, que llegó a Seúl hace 10 meses y actualmente estudia coreano en la universidad, paga más de mil dólares cada tres meses y se mantiene como camarero, con un sueldo de 1.500 dólares al mes.

Cuando empezó el revuelo, Dias reaccionó imperturbable. El jefe sólo le dijo que los turnos terminarían pronto debido al toque de queda, y que no anduviera por ahí sin documentos de identidad. Según Dias, la situación política no influirá especialmente en la vida de los emigrantes, al menos de los que tienen los papeles en regla, aunque «ninguno de nosotros imaginaba que pudiera estallar tal confusión» en un país considerado «seguro y avanzado», en comparación con los hábitos de los de Asia Central.

 

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