La Trinidad de Rublev vuelve a casa en plena guerra
El Museo de Arte de Moscú ha permitido temporalmente a la Iglesia Ortodoxa trasladar el icono a la Lavra, donde se encontraba originalmente. Es la primera vez desde 1918: hasta ahora, todas las solicitudes habían sido denegadas. Una herramienta de propaganda para alimentar el mito de la "victoria" rusa en Ucrania.
Moscú (AsiaNews) - La Galería Tretyakov, el principal museo de arte de Moscú, ha permitido temporalmente a la Iglesia Ortodoxa llevarse el icono de la Santísima Trinidad de Andrei Rublev. Esta obra de arte, quizá la más importante de toda la historia de Rusia, se expondrá durante las celebraciones del 600º aniversario del traslado de las reliquias de San Sergio de Radonež, en la Lavra (monasterio) dedicada a la Trinidad situada a 70 km de Moscú. Es el monasterio más simbólico de todo el país, que permaneció abierto incluso durante el período soviético, cuando se lo denominaba "el Vaticano de Stalin". El traslado ya se concretó.
El icono fue pintado en la primera mitad del siglo XV por Rublev, monje y discípulo de Sergio, precisamente para la veneración del gran monasterio, donde lucía sobre el ingreso del edificio. Representa la escena del libro del Génesis de los tres peregrinos que visitan a Abraham en la encina de Mambré, el único tema bíblico que la Iglesia oriental admite como representación de la comunión trinitaria. Sobre la importancia exclusiva de esta imagen, la Iglesia rusa mantuvo grandes debates durante siglos, y en el Concilio de los Cien Capítulos de 1552 consagró el icono como el símbolo más preciado de la fe ortodoxa.
Por otro lado, cabe recordar que San Sergio es el santo que refundó la Rusia cristiana tras dos siglos de invasión tártara. Fue quien inspiró la victoria de los ejércitos rusos del príncipe Dimitri de Moscú contra los mongoles a orillas del Don, y por eso se lo llamó "Donskoj". Los restos del santo descansan en una iglesia dentro de la Lavra, y son el principal destino de las peregrinaciones rusas en la afirmación de la verdadera fe junto con la identidad nacional. Por ello, la fiesta adquiere un significado simbólico especial en el contexto de la guerra de Ucrania, en la que Rusia pretende reafirmar los principios fundacionales de su historia.
El Patriarcado de Moscú intentó varias veces obtener el icono de la Galería, pero hasta ahora siempre se había topado con una negativa rotunda debido a la dificultad que supone transportar y exponer un objeto artístico tan antiguo y frágil. Las salas de iconos estaban constantemente cerradas en la época soviética, excepto para algunas delegaciones extranjeras, y ahora se han convertido no sólo en un lugar para admirar el arte, sino también en un lugar de verdadera devoción, ya que los iconos son objetos estrechamente vinculados a la celebración de la liturgia ortodoxa. El otro icono, muy famoso, de Nuestra Señora de Vladimir, fue retirado de la sala para colocarlo en una capilla especial en el patio del museo, de modo que quien desee contemplarlo debe también postrarse, en un acto de reconocimiento orante de su dimensión eclesial.
Todos los críticos de arte y restauradores se rebelan contra la decisión del traslado, que podría causar un daño irreparable al icono. El transporte y su exposición en una iglesia no permiten mantener el régimen adecuado de temperatura y humedad, indispensable para la conservación del ícono de la "Trinidad". La obra permaneció en el monasterio de la Lavra hasta 1918, y se salvó de la destrucción gracias a la labor de hombres conocedores y abnegados. Tal fue el caso del famoso teólogo y sacerdote Pavel Florensky: él optó por quedarse en la Rusia soviética, obteniendo incluso el cargo de Superintendente de Bellas Artes, precisamente para salvar el monasterio de la Lavra y sus tesoros. Más tarde murió como un mártir tras ser encarcelado en el campo de concentración de Solovki.
El permiso para el traslado de la obra procede del Ministerio de Cultura, por inspiración directa del Presidente Putin, para reunir en torno a la imagen sagrada a la gente comprometida en la gran guerra para restablecer todas las dimensiones de su identidad como pueblo y como Iglesia. En la época de Yeltsin también se habló de devolver el icono a la Iglesia, pero fue un prestigioso académico, Valentin Janin, quien convenció al entonces presidente de no ponerlo en peligro.
Este año, la petición había sido presentada en junio con ocasión de la fiesta litúrgica de la Santísima Trinidad, pero se topó con un nuevo rechazo. Ahora, tras nuevos llamamientos a la movilización para aplastar a los adversarios, las tres personas de la divina Trinidad también se alistan en la guerra rusa, y el arte y la ciencia se someten a las necesidades superiores de la Victoria.
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