La Pascua sangrienta de Ucrania
Para los ortodoxos, la Semana Santa – cuya fecha este año coincide con la de los católicos – es la "Semana Auténtica", la que habla de la verdad definitiva, sobre el destino del hombre. Quizás precisamente por eso la Rusia de Putin ha decidido descargar estos días todo su potencial bélico sobre Ucrania. Mientras que la página web del patriarcado de Moscú relaciona la Pascua con el 9 de mayo, el día de la Victoria.
Este año la fecha de la Semana Santa coincide para los católicos y los ortodoxos, que la llaman "Semana Auténtica", los días de la verdad última sobre el destino del hombre, en referencia a la Pasión de Cristo. Quizás precisamente por eso la Rusia de Putin ha decidido descargar estos días todo su potencial bélico sobre Ucrania, para mostrar su propio rostro auténtico y apocalíptico. La semana comenzó con el Domingo de Ramos, otra ceremonia gozosa que une a los cristianos de las tradiciones de Oriente y Occidente, y los rusos la transformaron en el domingo de los Difuntos con los 34 muertos de Sumy, entre ellos dos niños, alcanzados por dos bombas de racimo cuando iban a la iglesia a agitar los verby - las ramas de sauce que en estas regiones reemplazan a los olivos o las palmas - o simplemente paseaban en un clima por fin primaveral tras las largas heladas del invierno.
Incluso el Consejo Ecuménico de las Iglesias, el máximo organismo ecuménico mundial, que hasta ahora había tratado de no excluir totalmente a los ortodoxos rusos de la comunión universal, reaccionó con gran aprensión a lo ocurrido en Sumy y declaró que "al comienzo de la semana de la Pasión, la fiesta de la entrada de Jesús en Jerusalén, en la ciudad ucraniana de Sumy se ha convertido en una masacre de la población indefensa, un día de dolor y de llanto, por culpa de Rusia". El Consejo recuerda también la matanza del 4 de abril en Krivói Rog, otra importante y simbólica ciudad de Ucrania, donde un misil ruso mató a 19 personas, entre ellas nueve niños, en un ataque directo contra la población civil. Provoca desaliento e incredulidad, dice, que "incluso en días tan sagrados la crueldad humana no amaine, y siga acumulando víctimas inocentes", e invita a la comunidad internacional a "hacer que los culpables afronten sus responsabilidades, por todos los medios posibles".
La nueva y sangrienta ofensiva rusa se ha desencadenado precisamente cuando se están desarrollando las negociaciones con los Estados Unidos de Donald Trump, que en vez de acercar la paz parecen producir desastres aún mayores, después de haber humillado a los ucranianos y a su presidente Volodímir Zelenski suspendiéndoles la ayuda y la protección, y haber elogiado a Putin por su "realismo" y su disponibilidad para el diálogo. Los responsables de esta deriva evidentemente no se encuentran solo en Moscú, sino también en Washington, aunque el "padre espiritual" de Trump, el pastor Mark Burns, define a Putin como "el mal que se debe condenar", horrorizado él también por el ataque en el día que "los cristianos de todo el mundo deberían dedicar a la oración y a la renovación espiritual". Asegura que "el presidente de los Estados Unidos desea que estas maldades terminen, y que se establezca la paz lo antes posible", pero los hechos parecen desmentir decididamente esta voluntad, y efectivamente el mismo Trump ha condenado la masacre de Sumy, pero también añadió que "me han informado que los rusos cometieron un error".
En realidad no hay ningún error, y precisamente la fecha simbólica pone en evidencia, como siempre, la auténtica voluntad de Putin y sus verdugos. Destruir y matar el día en que se comienza a celebrar la Pasión significa revestir de un significado religioso extremo sus propias acciones. En esto los rusos nunca se equivocan, saben dar un "valor sagrado" incluso a los acontecimientos más negativos y oscuros, transformando el exterminio en juicio divino, como ha ocurrido tantas veces en la historia antigua y reciente de Rusia. La coincidencia de las fechas pascuales debe haber estimulado esta psicosis de ritual apocalíptico, que involucra no solo al presidente, a los políticos y a los militares, sino también a los hombres de Iglesia, desde el patriarca hasta los monjes, pasando por los capellanes del ejército.
En la Rossíyskaya Gazeta apareció en estos días una entrevista a uno de los principales capellanes militares rusos, el padre Vasili (Ageev), quien afirmó que "cuando nos unimos en combate y rezamos juntos por la victoria final contra el enemigo es precisamente el momento en que comprendemos que Dios está con nosotros". Como él cuenta, a menudo los soldados "obedecen más al sacerdote que al comandante", atribuyéndose prácticamente el mérito de la reconquista de Sudzha, la pequeña ciudad de la región de Kursk ocupada por los ucranianos, por la que las crónicas rusas adquirieron tonos triunfales, contando que los soldados se introdujeron en estrechísimas y venenosas cañerías para llegar al otro lado del frente, resistiendo gracias a la bendición divina.
El padre Vasili cultiva esta vocación bélico-religiosa desde 2014, cuando estudiaba en el seminario y quería abandonarlo e ir a luchar en el Donbás para participar en la "primavera rusa contra el mal", pero tuvo que ingresar en el hospital por una enfermedad que parecía incurable. Entonces hizo un voto al Señor de hacerse sacerdote si sobrevivía, y su cuerpo se curó milagrosamente. Trató luego de unir la vocación al sacerdocio con la guerra santa y respondió al primer llamado del patriarcado de Moscú y ofreció su disponibilidad para acompañar a los soldados al frente en Ucrania. Él explica que "en este momento en Moscú y San Petersburgo hay cursos especiales para los sacerdotes que quieren ser capellanes militares", donde se les enseña táctica y medicina, cómo defenderse de los drones y cómo usar las máscaras antigás, y estudian también las reglas de la guerra de trincheras, pero él aprendió todo directamente sobre el terreno, y descubrió que "en la guerra uno se convierte en un auténtico creyente", uniendo incluso las distintas religiones como el islam y el budismo, siempre bajo la guía de la Ortodoxia militante.
En la región de Kursk, al margen de la propaganda recíproca, los enfrentamientos continúan en diferentes niveles, pero los ucranianos todavía controlan los centros habitados de Oleshnia y Gornal, donde se encuentra un objetivo "sagrado", el monasterio de San Nicolás de Belogorsk. Algunos Z-bloggers rusos se apresuraron a exultar su reconquista, pero luego fueron desmentidos por otras fuentes, y la TASS se limitó a informar un "moderado éxito" de los ejércitos rusos en la zona del monasterio y la expulsión de los ucranianos que supuestamente habían destruido algunos edificios conventuales, pero sin ofrecer pruebas concretas. Después otros medios rusos empezaron a hablar de «pasadizos subterráneos» que ofrecían a los ucranianos vías de escape y el control de algunas zonas, como si fueran terroristas de Hamás en la Franja de Gaza, pero esa posibilidad fue descartada por el mismo superior del monasterio, el hieromonje Meleti que había huido junto con todos los hermanos, quien contó que las fuerzas ucranianas habían establecido en el convento su base de operaciones para el control de la zona de frontera. Él aclaró que "solo hay un gran sótano", y si se quiere desalojar al enemigo "será necesario destruir todo el monasterio", convirtiendo este enfrentamiento en una nueva "prueba apocalíptica".
Mientras tanto, las masacres de la "semana de los Difuntos" continúan en otras zonas como Dnipro y Jersón, con bombardeos obsesivos que han dejado decenas de heridos y todavía no se sabe cuántos muertos. La ciudad de Dnipro tiene cerca de 900.000 habitantes y su centro urbano ha quedado devastado por incendios que dañaron casas, escuelas, hospitales, centros culturales y cientos de automóviles. Y al mismo tiempo también continúan las llamadas telefónicas y los encuentros entre las altas esferas de EE. UU., Rusia, Francia y otros países, con visitas al "emperador norteamericano" para discutir sobre los futuros acuerdos, y por su parte el presidente Zelenski invita a ir a ver lo que está ocurriendo en Ucrania.
Ya casi hemos llegado a la Pascua, pero los rusos han extendido la solemnidad hasta el 9 de mayo de la Victoria, y en la página web del patriarcado de Moscú ha aparecido un artículo de uno de los principales intérpretes de la teología política rusa, Aleksandr Shípkov, rector de la universidad ortodoxa de San Juan el Teólogo y asesor de la presidencia de la Duma, titulado "La Victoria en el paradigma de la sacralidad rusa". En él explica que "en el día de la Victoria se une el triunfo con la tragedia, la alegría de haber superado el peligro y la tristeza de la memoria, es decir, que es un símbolo cultural a múltiples niveles". Con este simbolismo, en la cultura rusa se vincula "todo un complejo de símbolos sagrados", entre ellos precisamente el vínculo entre la Victoria de 1945 con la Pascua de Cristo, que es "al mismo tiempo sufrimiento y redención". En la sociedad soviética de 80 años atrás, a pesar de encontrarse bajo la influencia del ateísmo de Estado, según Shípkov "nació el sentimiento de la naturaleza trascendental del sacrificio bélico, y no podía ser de otra manera", especificando que "nuestra Victoria no es solamente una institución legitimada y un conjunto ritualista, sino que es una práctica de theosis, de transfiguración y elevación a Dios, para entragarse uno mismo a sus amigos". Y transformar los Salmos en cadáveres, en un himno a la nueva sacralidad de Rusia.
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