La Pascua de 5.000 migrantes en Abu Dabi (FOTOS)
Una vigilia pascual que duró más de dos horas, con la presencia de 5.000 personas. Otra vigilia fue celebrada pocas horas antes. Un sudafricano y tres filipinas recibieron el bautismo y la confirmación. Un eficiente servicio litúrgico y técnico, con decenas de copones y aspersores. El llamado a la oración, desde la mezquita vecina. Durante la liturgia, la oración por los “hermanos y hermanas de Yemen”. Mons. Hinder: Compartir la consternación de la mujeres ante el sepulcro y la fuerza de anuncio del ángel.
Abu Dabi (AsiaNews) – Las notas alegres y exultantes del Aleluya del “Mesías” de Händel cubren la multitud inmensa que se dirige a la salida, al atrio de la catedral de San José, en Abu Dabi, tras haber participado en la Vigilia Pascual, presidida por Mons. Paul Hinder, vicario apostólico de Arabia del Sur. En ella han participado cuando menos 5.000 personas, distribuidas entre el amplio atrio, el interior de la iglesia de San José y el de Santa Teresa, unida a la anterior por un circuito de TV cerrada. Además de las 2.500 sillas de plástico ordenadas en torno al presbiterio-escenario, muchos fieles llevaron consigo sillas desplegables, de las que se utilizan en los conciertos, para tener la posibilidad de sentarse durante la liturgia, que duró hasta la medianoche. Previamente, Mons. Hinder había celebrado otra Vigilia Pascual en horas de la tarde, a las 18, en la que participaron al menos otros 3.000 fieles. Las pocas iglesias a disposición, concedidas por el gobierno -en Abu Dabi, hay dos- hacen que aquí se concentren los cristianos de todas partes del emirato. Por ello, al día siguiente, en el día de Pascua, hubo 23 misas celebradas en 13 lenguas distintas, con la participación de cientos de personas en cada una de ellas.
La Vigilia pascual iniciada a las 22 horas es la más solemne: Mons. Hinder también administró el bautismo y la confirmación a algunos adultos: Deon, un muchacho de Sudáfrica, proveniente del ateísmo; Mercy y Edith, de las Filipinas; Kimberly, también originaria de las Filipinas, que solo recibió la Confirmación.
Africanos de Kenia y de Uganda, filipinos e indios, coreanos y británicos, libaneses y sirios, hombres y mujeres, se sucedieron en las lecturas bíblicas y en el canto en inglés, que se ha convertido en la lengua franca de la comunidad multiétnica.
El servicio litúrgico para un número tan grande de personas fue eficiente gracias a la exhaustiva preparación por parte de varios grupos de voluntarios: lectores, el coro, las personas encargadas de adornar el altar y el servicio técnico. El número y las proporciones de los ornamentos litúrgicos también causa impresión: decenas y decenas de copones -de los que se pueden “apilar” para así tener más espacio en el sagrario -así como decenas y decenas de aspersores de estilo oriental. Al llegar el momento de la aspersión con el agua bendita, los sacerdotes y religiosas presentes se dirigen a todos los puntos de la asamblea provistos de aspersores para bendecir a una multitud que aguarda, aunque más no sea una gota de agua, con las manos en alto. Sin embargo, los espacios son amplios y el agua se acaba enseguida. Por ello, algunas personas de traje y corbata están listas para la “recarga”, y se dirigen a los enormes recipientes de agua que acaba de ser bendecida, permitiendo que los sacerdotes y hermanas puedan continuar con su obra.
Otro elemento significativo, vinculado al inmenso número de fieles, es que en el atrio de la iglesia también se cuenta con un servicio de refrigerios: allí, varios fieles filipinos preparan con antelación la comida (arroz, carne, verduras, etc.) o bebidas, o fruta, que luego venden a los que viven muy lejos de la iglesia, y que no tienen la posibilidad de cenar en casa. A causa del calor, siempre se cuenta con un servicio de enfermería: en estos días -con temperaturas que superan los 35 grados- algunos adultos y una monaguilla se sintieron mal y fueron trasladados en silla de ruedas, mientras se intentaba refrescarlos.
Junto a la catedral, se levanta una elegante mezquita que hace un par de años cambió de nombre: el príncipe reinante, a quien estaba dedicada, prefirió llamarla “María, madre de Jesús”, como signo de tolerancia y amistad. Tal vez los horarios y anuncios de la oración islámica -que son difundidos abundantemente a través de altoparlantes, desde los cuatro minaretes- llegan a tapar las oraciones y cantos cristianos. Cuando esto sucede, la liturgia se detiene por algunos minutos, para luego ser retomada cuando los altoparlantes hacen silencio. Durante la Vigilia pascual, hubo dos interrupciones de este tipo.
En su homilía, Mons. Hinder, una vez más, recordó “a los hermanos y hermanas de Yemen”, que no pueden celebrar ninguna liturgia debido a la falta de sacerdotes, Y ha pedido rezar por ellos y por todo el pueblo yemenita, azotado por la guerra, la miseria y las enfermedades.
Una oración especial se elevó por los gobernantes de Abu Dabi y de Dubái, que garantizan esta libertad de culto, un don raro de ver en la región.
Al retomar el evangelio, que relata la sorpresa y el miedo de las mujeres en el sepulcro y ante la aparición del ángel, el obispo concluyó su homilía diciendo: “También nosotros, todos los días, compartimos la consternación de las mujeres frente a la muerte, las dificultades y la impotencia. Pero también compartimos la fuerza del anuncio del ángel: Cristo ha resucitado. Aleluya”.
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