La Jornada del Migrante vista desde Corea del Sur
En los últimos 15 años, se ha cuadruplicado la presencia de extranjeros en el país. El mensaje del obispo de Incheon con motivo de la jornada de hoy, que se celebra en las Iglesias de todo el mundo: “Depende de nuestros corazones y de cada una de nuestras acciones acelerar la construcción de un gran futuro en el que nadie quede excluido, que es lo que Dios desea”.
Seúl (AsiaNews) - La Iglesia celebra hoy la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado sobre el tema sugerido por el Papa Francisco en su mensaje "Construir el futuro con los migrantes y los refugiados". Es un reto que también interpela a las Iglesias de Asia y adquiere un significado especial para una comunidad católica como la de Corea del Sur. En este país, la acogida sigue siendo en muchos aspectos una tarea por hacer.
Según las cifras publicadas esta semana por el semanario católico coreano Catholic Times, actualmente hay 2,14 millones de extranjeros residentes en Corea del Sur. Esta presencia está creciendo rápidamente: los primeros flujos migratorios hacia Seúl se remontan a los años 80 pero en 2006 todavía había algo más de 530.000 inmigrantes extranjeros registrados. En sólo quince años, en un país de unos 52 millones de habitantes, su número se ha cuadruplicado, impulsado por las nuevas rutas del mercado laboral mundial. Y las repercusiones causadas en Asia por la pandemia y las guerras -que manchan no sólo a Ucrania, sino también a los países geográficamente más cercanos- podrían hacer que este crecimiento sea aún más impetuoso.
La Iglesia católica coreana - hoy en día - también se siente interpelada por este reto. Así lo demuestra el mensaje que monseñor John Baptist Shin-chul Jung envía a la comunidad local con motivo de la jornada de hoy. El obispo de Incheon y presidente de la Comisión para los Migrantes de la Conferencia Episcopal Coreana escribe: "Un periodo de la historia de la Iglesia en el que ésta fue verdaderamente próspera fue cuando abrazó la diferencia y la diversidad. En la Iglesia primitiva, la Iglesia pudo crecer tanto interna como externamente porque aceptó a los diferentes pueblos del mundo como hermanos en Cristo, reconociéndolos y respetándolos, aunque su lengua, cultura y pensamiento fueran diferentes. Esto permitió que el Evangelio se extendiera por todo el mundo. La "catolicidad" del pueblo de Dios se manifiesta aún más en esta aceptación de la diferencia y la diversidad".
El obispo Shin-chul Jung subraya, en particular, cómo la afluencia de migrantes y refugiados católicos puede contribuir a revitalizar las comunidades parroquiales que los acogen. Pero es la sociedad en su conjunto la que se beneficia de un gran potencial cuando "integra armoniosamente a los inmigrantes y refugiados". "La presencia de inmigrantes y refugiados supone a veces grandes desafíos", reconoció el prelado, "pero al mismo tiempo es una enorme oportunidad para que todos crezcan cultural y espiritualmente". Al reconocer y aceptar la diversidad de los demás, también tendremos la oportunidad de conocernos mejor. La apertura mutua nos permitirá intercambiar esperanzas y culturas, enriquecer los lugares de encuentro, abrir nuevos horizontes y avanzar juntos hacia Dios".
"Queridos hermanos y hermanas -concluyó el obispo de Incheon-, pensamos en los migrantes, refugiados y desplazados que siguen sufriendo, abandonando sus países y sus hogares, y compartimos su sufrimiento. Expresamos el deseo de los creyentes de ser su prójimo y estar con ellos. Depende de nuestros corazones y de cada una de nuestras acciones acelerar la construcción de un gran futuro en el que nadie quede excluido, que es lo que Dios desea. Y así todos experimentaremos que el 'Reino de Dios' está en medio de nosotros".
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