Kiev y Moscú, el difícil equilibrio de Bennett
Hasta ahora ha mantenido un perfil bajo sobre la crisis tratando de proteger los lazos con Ucrania y preservar al mismo tiempo los intereses de un canal con Moscú en clave anti-iraní. Pero en la Asamblea General de la ONU Israel tendrá que tomar partido y la opinión pública interna está presionando para que condene a Rusia. Mientras tanto, 2.500 judíos ucranianos ya han solicitado la ciudadanía israelí que les garantiza la Ley del Retorno.
Milán (AsiaNews)- Sigue pidiendo a sus ministros que mantengan un “perfil bajo” en nombre de los intereses de Israel. Y también intentó ofrecerse a Vladimir Putin como mediador (hasta ahora rechazado). Pero para el primer ministro israelí, Neftali Bennett, se vuelve cada día más complicada la posición que debe asumir respecto de la invasión de Ucrania. Por un lado están los judíos de origen ucraniano que viven en Israel y que protestan exigiendo una postura firme contra Moscú. Y por supuesto la presión de Washington, que pide la solidaridad de su aliado de hierro en Oriente Medio. Por otro lado, sin embargo, está la relación que Israel ha cultivado con Vladimir Putin durante la última década en nombre del nuevo protagonismo ruso en la región. Y que hoy -desde el punto de vista de la defensa israelí- también tiene la cara del control de Moscú sobre el espacio aéreo sirio, sobrevolado a menudo y de buen grado por cazas con la Estrella de David en ataques aéreos contra objetivos pro-iraníes.
Por eso Israel ha tratado hasta ahora de mantener el equilibrio entre las dos posiciones, incluso con tonos diferentes entre las declaraciones del canciller Yair Lapid -que condenó la invasión rusa- y las palabras mucho más mesuradas de Bennett. Pero de todos modos la llegada del tema a la Asamblea General de la ONU obligará a Israel a hacer una elección explícita: tendrá que decidir si vota a favor de la resolución de condena o se abstiene.
En la opinión pública israelí crece la presión para que se condene a Rusia. Ucrania es un país que tiene muchos lazos con Israel y en muchos campos: desde los miles de ingenieros ucranianos que trabajan para el sector de alta tecnología israelí hasta el trigo que se importa de Ucrania. Incluso los ultraortodoxos de Breslov, uno de los grupos más significativos entre los haredim, tienen sus raíces en Uman, no lejos de Kiev, donde miles de personas acuden en peregrinación todos los años. El presidente ucraniano, Zelensky, ha intentado recurrir a estos lazos pidiendo suministros militares y poniendo a cambio sobre la mesa el reconocimiento oficial de Ucrania de Jerusalén como capital de Israel. Propuesta que Bennett ha rechazado hasta ahora.
Pero también hay una vertiente completamente judía de la historia, ya que en Ucrania vive actualmente una de las comunidades más numerosas de la diáspora. Según datos de la Agencia Judía -el organismo que supervisa la inmigración de judíos de todo el mundo a Israel- unos 2.500 judíos ucranianos han solicitado la inmigración inmediata a Israel desde que comenzó la invasión rusa. En Ucrania viven oficialmente unos 43.000 judíos, pero según las normas de la Ley del Retorno -que garantiza el derecho a la inmigración a Israel para cualquier persona que tenga al menos un judío entre sus abuelos- habría cerca de 200.000 ucranianos potencialmente beneficiarios de la ciudadanía israelí. La Agencia Judía se prepara para recibir más de 10 mil en los próximos días.
El destino de estos judíos se superpone en la opinión pública israelí con el recuerdo de pasadas persecuciones. Ucrania es el país de Babyj Yar, escenario de la terrible tragedia que ocurrió entre 1941 y 1943, cuando los nazis exterminaron a unas 200.000 personas, en su mayoría judíos. En este momento los judíos de Odessa se están dirigiendo en Moldavia precisamente hacia Chisináu, la ciudad que a principios del siglo XX fue escenario de uno de los pogromos más graves de la historia. Heridas que nunca cicatrizaron y que pesan en el imaginario judío, mientras circulan en las redes sociales imágenes del último Shabat que se celebró en los subterráneos de Kiev. El Yad Vashem, el memorial del Holocausto en Jerusalén, también se pronunció al respecto, "deplorando" la invasión rusa de Ucrania "que inevitablemente tendrá graves consecuencias", pero condenando al mismo tiempo a ambas partes por usar la "retórica sobre el nazismo".
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