La situación de los menores en Afganistán sigue siendo dramática: la semana pasada murieron ocho niños por artefactos explosivos sin detonar, mientras que sigue prohibido el acceso de las niñas a las escuelas secundarias. Ayer por la tarde detuvieron a un activista que luchaba por el derecho a la educación femenina. 

Kabul (AsiaNews) - Las condiciones de los menores en Afganistán siguen siendo dramáticas: ayer por la tarde fue detenido un conocido activista por el derecho a la educación de las mujeres, mientras que sólo la semana pasada murieron ocho niños a causa de las minas antipersona, según informó UNICEF. Se trataba de menores que buscaban chatarra y trozos de metal para venderlos y ganar algo con ello. 

En 2022, más de 700 menores murieron por artefactos explosivos sin detonar, añadió el Fondo de la ONU para la Infancia, con una media de dos niños que perdieron la vida al día. En Afganistán, considerado el mayor campo minado del mundo, UNICEF trabaja con otras organizaciones para concientizar a la población sobre los peligros de los residuos bélicos explosivos, pero con la reducción de la ayuda internacional después de que los talibanes reconquistaran el país en agosto de 2021, la financiación para la remoción de minas también disminuyó. Se calcula que durante las décadas de conflicto se utilizaron millones de minas antipersona, a las que se sumaron otros materiales explosivos abandonados por la coalición internacional cerca de los campos de batalla o los cuarteles militares.

Mientras tanto, no mejora la situación de las niñas, excluidas de la educación superior desde hace casi dos años. Ayer fue detenido Matiullah Wesa, un activista de 30 años que había recorrido todo el país luchando por el derecho a la educación de niños y niñas. Unos hombres lo capturaron cuando regresaba de la mezquita, según dijo su hermano Ataullah: "Cuando Matiullah les pidió sus documentos de identidad, lo golpearon y se lo llevaron a la fuerza", explicó. 

Los talibanes no revelaron los motivos de su detención, que, sin embargo, se suma a la de varios profesores que habían criticado la prohibición de la escolarización femenina. El profesor Ismail Mashal, por ejemplo, había sido encarcelado el mes pasado mientras distribuía gratuitamente libros en la calle y, después de ser puesto en libertad el 5 de marzo, abandonó su activismo.

Matiullah Wesa fundó la organización Pen Path, que se dedica a sensibilizar a la población afgana sobre la importancia de la educación de las jóvenes visitando a los jefes de aldea en las zonas rurales y distribuyendo libros a los niños. "Estamos contando las horas, los minutos y los segundos para que se abran las escuelas para niñas. El daño causado por el cierre de escuelas es innegable e irreversible", había tuiteado la semana pasada con motivo del inicio del nuevo curso escolar. "Tuvimos reuniones con la población local y continuaremos nuestra protesta si las escuelas permanecen cerradas". 

Previamente, los talibanes habían afirmado que las escuelas y universidades se cerraban temporalmente para crear un "entorno adecuado" para el regreso de las estudiantes, uno que respete la "shari'a (ley islámica) y la cultura afgana". En realidad, a pesar de las reiteradas promesas, las restricciones impuestas a mujeres y niñas no han hecho más que aumentar en los últimos 18 meses. Hace unos días, grupos de mujeres marcharon en Kabul exigiendo la reapertura de las escuelas: al menos tres manifestantes fueron detenidas y puestas en libertad al día siguiente.

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