Jurista filipino Carpio: 'El mar abierto es un bien común, que China respete los tratados'
En una conferencia en la Universidad Gregoriana de Roma, el ex juez constitucional filipino dio la voz de alarma sobre las consecuencias de las pretensiones de Beijing en aguas del sudeste asiático según el derecho internacional: "Es incompatible con el Tratado de Alta Mar. Si se acepta la ley del más fuerte, será inevitable una carrera armamentística".
Roma (AsiaNews) - Las pretensiones de Beijing sobre las aguas del Mar de China Meridional no son sólo un problema local, sino una amenaza a la idea misma de la existencia de bienes comunes globales, protegidos por el derecho internacional. Esta es la denuncia que ha hecho hoy el jurista filipino Antonio T. Carpio, ex miembro de la Corte Suprema de Filipinas, en un discurso que pronunció en Roma, en la Pontificia Universidad Gregoriana, durante la conferencia "Democracia para el bien común", dedicada al tema de la ética en las relaciones internacionales.
"Hace apenas tres semanas, el 5 de marzo -recordó el juez Carpio-, la Conferencia intergubernamental de las Naciones Unidas sobre la biodiversidad marina de las zonas fuera de las jurisdicciones nacionales aprobó el texto final del Tratado de Alta Mar. Una obra monumental que llevó casi dos décadas de polémicas negociaciones entre 120 naciones, para proteger y preservar para la posteridad, y para compartir con toda la humanidad, los recursos vivos de los océanos de nuestro planeta que se encuentran fuera de las jurisdicciones nacionales.
Un texto acogido con satisfacción por todo el mundo, pero que contrasta abiertamente con la política que Beijing persigue en el sudeste asiático cada vez con mayor determinación. "En el Mar de China Meridional, el 25% de las aguas que componen el alta mar son reclamadas exclusivamente por un Estado: China", explicó el ex miembro de la Corte Suprema de Manila. "Con su infame 'línea de nueve puntos', China reclama derechos históricos sobre recursos que deberían constituir bienes comunes mundiales. Estas reivindicaciones datan supuestamente de hace 2.000 años, pero las autoridades chinas las difundieron por primera vez en el país sólo en 1947, y no fue hasta 2009 cuando China presentó su mapa ante las Naciones Unidas".
"La línea de nueve puntos de China -añadió- también invade amplias zonas de las Zonas Económicas Exclusivas de Filipinas, Vietnam, Malasia, Brunei e Indonesia. En el caso de Filipinas, la línea invade el 80% de la Zona Económica Exclusiva en una clara violación de la Convención sobre el Derecho del Mar".
Estos principios ya fueron afirmados en 2016 por un arbitraje del Tribunal de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Mar. Pero Beijing se niega a aceptar este veredicto. Y en 2021 China también modificó su ley sobre la guardia costera para autorizar a sus buques a utilizar todas las "medidas de seguridad y control necesarias".
"Volver al principio de que quien tiene fuerza tiene razón", advirtió Carpio, "significará el colapso de la Carta de las Naciones Unidas y el fin de la Convención sobre los Derechos del Mar. Llevará a guerras interminables. Para defenderse, los Estados tendrán que dedicar muchos de sus recursos a la compra de buques de guerra, aviones de combate, misiles y otras armas, provocando una carrera armamentística mundial y desviando recursos necesarios para servicios sociales, educación y desarrollo económico. Los estados que no tengan armas nucleares estarán a merced de los que sí las tengan. Será un mundo peligroso en el que vivir".
¿Cómo reaccionar ante esta situación? Desde la conferencia de Roma, el juez Carpio llamó a reforzar los principios del derecho internacional mediante una fuerte acción educativa: "Deben enseñarse a todos los estudiantes del mundo, desde la escuela primaria hasta la universidad. Estos principios fundamentales deben formar parte del ADN de los ciudadanos de todos los Estados, para que todos se opongan a los líderes nacionales que recurren a la amenaza o al uso de la fuerza para resolver cualquier disputa entre Estados".
"Nuestra generación afortunadamente se ha librado del azote de una tercera guerra mundial” concluyó. “Por lo tanto, es deber de nuestra generación, en palabras de la Carta de las Naciones Unidas, 'preservar a las futuras generaciones del flagelo de la guerra, que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la humanidad sufrimientos indecibles'. Y sabemos que una tercera guerra mundial podría significar el fin de la civilización humana tal como la conocemos hoy".
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