Joven salvada por los salesianos: ‘Sueño con abrir un centro para ancianos’
La joven tiene 22 años y vive en Telangana. Fue testigo mundo de los abusos de su padre sobre su madre. Sus hermanastros la forzaron a trabajar en el cultivo del algodón. Los salesianos de Vijayawada le dieron una nueva vida, a través de la educación.
Vijayawada (AsiaNews) –Me llamo Gaddala Mary Venkulamma y nací el 10 de junio de 1996 en la aldea de Gosaveedu, en el distrito de Krishna (Andhra Pradesh). Gaddala Nagalakshmi, mi madre, era la segunda esposa de Gaddala Kutumbarao, mi padre, que quedó viudo con dos hijos y una hija.
Mi madre venía de una familia muy pobre y por eso, sus padres accedieron a darla por esposa a un hombre viudo. Mi padre bebía mucho y descargaba su violencia contra mi madre, a través de torturas y abusos físicos. A menudo tuve la desdicha de ser el testigo mudo de estos maltratos.
El 19 de abril de 2007 mi padre murió de un infarto. Su desaparición repentina nos dejó en estado de shock. En esa época yo asistía a una escuela media del gobierno, donde se hablaba la lengua telegu, y jamás me había interesado particularmente por el estudio. Recién cuando murió mi padre, pude caer en la cuenta de que yo sería la única que tendría que ocuparse de mi madre, que en aquella época había comenzado a manifestar trastornos renales derivados de las torturas infligidas durante el matrimonio.
Así entendí que debía estudiar con empeño. Me esmeré y logré aprobar los exámenes del 7º grado e incluso el test para ingresar a un albergue social para jóvenes, una escuela pública de Andhra Pradesh. Fue un momento de inmensa alegría para mí y para mi madre cuando llegaron los resultados de las pruebas. ¡Podía entrar al albergue y todo era gratuito! Debía usar bien esta grandiosa oportunidad y estudiar duramente. Al final, aprobé el examen del 8º grado con el 91% de respuestas correctas. Quedé primera en mi curso, me entregaron un certificado al mérito y también un premio en dinero.
Sin embargo, la alegría duró poco. Si bien vivíamos todos juntos, en familia, luego de la muerte de mi padre, mi madre y yo jamás fuimos tratadas como verdaderos miembros. Teníamos una pequeña parcela de tierra donde cultivábamos algodón. Luego del examen, mis hermanastros decidieron que debía trabajar y me impidieron continuar estudiando. En tanto, yo había pasado el examen para el curso politécnico, pero ellos no querían saber nada que tuviera que ver con eso. No tenía más opción que obedecer y trabajar: así fue como perdí un valioso año de estudios.
En tanto, la rectora y las docentes, asombradas de que yo no asistiera a clases luego de haber obtenido puntajes tan altos, comenzaron a preguntar por mí. Pero ellas tampoco lograron sacarme de la trampa tendida por mis hermanastros. Al final, con la mano en el corazón, hablé con mi mamá, y le dije que mi único deseo era estudiar. Me contacté con la rectora, que me presentó al P. Koshi, el director del Comité para el bienestar de la niñez en el distrito de Krishna. Sin pensarlo dos veces, él me llevó de inmediato al Navajeevan Bala Bhavan [“Hogar para niños necesitados de cuidado y protección”, en Vijayawada – ndr]. Allí pude concluir mis estudios en Informática.
Luego elegí la Facultad de Electrónica e Ingeniería, donde, al término del curso, en junio de 2018, obtuve un puntaje total de 81%. Lamentablemente, mi madre murió en ese momento y mis hermanastros trataron de segregarme otra vez, pero en esta oportunidad logré escapar con la ayuda de los salesianos.
Ahora estoy trabajando en Hyderabad, en Telangana, gracias a un pariente que me recibió en su casa. Estoy buscando trabajo en el campo de la robótica, y mientras tanto, trabajo como cajera en un restaurante. Este pequeño trabajo me permite mantenerme en un mundo tan difícil como es este. Hace algunos días me propusieron tener una entrevista de trabajo en una empresa, y espero que me vaya bien. Si bien sé que el trabajo es necesario para sobrevivir, en mi corazón tengo un deseo profundo. Pienso en cuando murió mi madre, en ese momento yo estaba en la universidad y no pude ocuparme de ella, justamente cuando más me necesitaba. Por eso, sueño con abrir un hogar para ancianos, para que nadie se vea obligado a transcurrir los últimos días de su vida sin alguien a su lado.
(Colaboraron en esta nota el P. M C George Menamparampil, responsable de las Oficinas misioneras de la Congregación de Don Bosco; el P. Thomas Koshu, director nacional del Don Bosco National Forum para jóvenes en riesgo).
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