15/04/2025, 18.04
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Jordania, el purgatorio de los refugiados sirios entre la incertidumbre y el deseo de volver a su país

de Daniele Frison

La comunidad siria en Jordania (1,3 millones) sigue atrapada entre la pobreza y los recortes de la ayuda internacional, que aumentaron tras la caída del régimen. Según el ACNUR, son pocos los que han regresado. "Mi casa está destruida, no hay trabajo, ¿cómo puedo volver?", dice un sirio a AsiaNews. En Mafraq, cerca del campo de Za'atari, las comunidades sobreviven en condiciones precarias. Las relaciones entre Ammán y Damasco reviven las esperanzas, pero el futuro sigue siendo incierto.

 

Amán (AsiaNews) - Cuando el pasado 8 de diciembre llegó a Jordania la noticia de la caída del régimen de Bashar al-Assad, fue como "recibir un mensaje del médico comunicando que se había superado una enfermedad incurable”. Abu Hassan tiene una fecha grabada en su existencia y en la de su familia: el 23 de marzo de 2013. El día que salieron Siria y abandonaron su casa en Ghuta, en las tierras cultivadas que rodean Damasco, duramente atacadas por las fuerzas del gobierno. “Cuando llegamos aquí, esta tierra estaba vacía”, dice señalando a su alrededor y sosteniendo en sus manos un narciso que “huele a casa”. Desde hace 12 años viven en Mafraq, en el extremo norte del reino Hachemita, a 15 km de la frontera.

Cuando 14 familias sirias se reunieron en una parcela de tierra desértica, al principio se formó un campamento informal con tiendas de campaña y alojamientos temporales. Luego, con el paso de los años, la permanencia en Jordania se convirtió en la perspectiva más segura, y el asentamiento se transformó en una verdadera aldea con la ayuda de numerosas organizaciones, entre ellas Cáritas Jordania y la asociación italiana Non Dalla Guerra. “Teníamos esperanza en el futuro. Poco a poco reconstruimos para tener una vida digna, no como refugiados”, cuenta. La comunidad siria que se estableció aquí hoy está formada por 24 familias. Desde la aldea, al caer la tarde, se divisan las luces al otro lado de la frontera, y la mancha luminosa indistinta del campo de Zaatari, el más grande de Oriente Medio y primer lugar de llegada de muchos sirios que desde 2011 huían hacia Jordania (1,3 millones).

Ahora el sueño del hogar se hace aún más intenso, porque Siria está entrando en una nueva fase social y política bajo el signo de la “reconstrucción”, y el gobierno interino se ha comprometido a liderar un proyecto constitucional quinquenal. Incluso el nombre del dictador Bashar al-Assad vuelve a pronunciarse con libertad, tras años de susurros y silencios. “Cuando volvamos…”, repite una y otra vez Abu Hassan. “Me siento como un árbol seco. Cuando volvamos será como recibir toda el agua que me negaron durante años”. Pero todavía hay mucha incertidumbre. Según ACNUR, desde diciembre sólo un pequeño porcentaje de sirios (cerca de 302 mil) ha regresado de Turquía, Líbano y Jordania . El retorno es difícil por el miedo a convertirse en “refugiados” en su propia patria y por la persistencia de la violencia sectaria. “Si la situación no siguiera siendo difícil, ya no quedaría nadie en Jordania”, afirma. De Mafraq, solo unas pocas familias han vuelto a Siria. Los que siguen allí, como Abu Adballah y sus parientes, viven en un “purgatorio” de indecisión.

En diciembre expiró el estatus de refugiado para los sirios en Jordania. Esto ha comprometido la ayuda humanitaria - afectada también por los recortes de fondos estadounidenses - de la que depende para sobrevivir el 90% de la comunidad siria expatriada. En Jordania, más del 93% de las familias sirias declaró que no puede cubrir sus necesidades básicas. “Aquí no podemos trabajar. No tenemos suficiente dinero. Pero lo mismo ocurre en Siria. Allí mi casa está destruida. Y mi familia tiene nueve miembros: ¿cómo hago para pagar el viaje? Con 500 jod (unos 621 euros, ndr.) podría llegar a Damasco, pero después tendría que reconstruir…”, dice. En efecto, algunos jefes de familia han regresado solos para evaluar si llaman a su familia, mujeres y niños, pero Cáritas Jordania ha registrado en los últimos meses un aumento de los abusos hacia quienes se quedan, debido a este “abandono” temporal.

El 26 de febrero el presidente sirio interino Ahmed al-Sharaa visitó por primera vez al rey Abdallah II en Amán. Durante el encuentro se discutió la necesidad de crear condiciones adecuadas para el retorno “voluntario” de los refugiados sirios. No “forzado” - por el momento - como el que han previsto en cambio el Líbano y Turquía. Por eso Jordania pide mayores esfuerzos colectivos, mientras los presupuestos de las organizaciones humanitarias son cada vez más limitados respecto a las necesidades reales. El 14 de diciembre del año pasado, al día siguiente de la caída del régimen de al-Assad, se celebró en Aqaba una reunión internacional para tratar el futuro de Siria. En esa oportunidad se confirmó el apoyo a la transición política controlada de Siria. El comité - integrado entre otros por Arabia Saudita y Egipto - reiteró su solidaridad con el pueblo sirio y afirmó su derecho a determinar su futuro. Posteriormente, el 9 de marzo, tuvo lugar en Amán otra reunión regional, en la que se confirmaron una vez más los esfuerzos para salvaguardar la seguridad, la soberanía y la integridad territorial de la “nueva” Siria.

Abdel (nombre ficticio), sirio de 64 años, se reunió con la asociación italiana Non Dalla Guerra - que apoya los proyectos educativos de Cáritas - y AsiaNews en el centro de al-Hashmi al-Shamali, en la periferia noreste de Amán. Viene de Dar'a, donde era médico, y vive en Jordania desde 2012 con su esposa y seis de sus ocho hijos. “Vinimos a pie, cruzamos el desierto hasta la frontera. El ejército jordano nos recibió. Nos dieron una tienda de campaña, pan y electricidad… cosas que no teníamos en Siria. No habíamos comido durante días”, cuenta. Como Abu Hassan, explica que la situación actual de los sirios en Jordania es muy incierta. “Aquí no podemos trabajar, la vida es difícil, sentimos un vacío en el corazón por haber dejado a las personas que amamos. Pero ahora no queremos volver, en Siria no encontraríamos nada”, añade.

Las noticias que recibe de sus dos hijos que viven en Siria no son alentadoras. “Mi casa está destruida, saqueada y desierta. No hay dinero, la economía no funciona. Los trabajos que teníamos ya no existen. El dinero y el oro que poseíamos han desaparecido”, explica. El miedo a encontrarse con las personas que colaboraron con el régimen de al-Assad sigue siendo generalizado, y la inestabilidad social no permite sentirse seguro ni mirar al futuro con serenidad. “Por la noche se escuchan disparos, gente discutiendo”, le dicen sus hijos. “Por eso tenemos miedo de volver. Si el nuevo gobierno logra controlar todos los territorios, entonces lo pensaremos”. Las muertes a manos del régimen que no han tenido justicia alimentan además la sospecha de que detrás hay alguna persona cercana. “Todavía falta mucho…”, dice Abdel, que sueña con una visa que le permita ir “a cualquier parte”, a Alemania, Holanda o Canadá, después de numerosos intentos fallidos y falsas promesas. La recuperación de Siria es una “curación” lenta, de la que tal vez sus hijos puedan beneficiarse completamente.

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