09/10/2015, 00.00
INDONESIA
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Jesuita indonesio: Los migrantes son los esclavos modernos, ayudemos para que recobren su dignidad

de Mathias Hariyadi
El p. Benedictus Hari Juliawan cuenta el trabajo de los jesuitas que desde el año 2010 obran con los boat-people. Los flujos migratorios afligen desde hace tiempo a los países del sudeste asiático. Las islas del este de Indonesia transformadas en campos de trabajo forzados. “Unas 700.000 personas parten del país cada año para buscar trabajo. Terminan como presas de la mafia del tráfico de personas”.

Yakarta (AsiaNews)- Cada año “al menos 700.000 personas parten de sus países para tratar de ganarse la vida en el extranjero y en total ya son 6 millones los trabajadores los que han dejado sus países”, sobre todo a causa de la crisis económica. Lo dice el p. Benedictus Juliwan sj y experto en problemas socioeconómicos de la Universidad católica de Sanata Dharma (Yogyakarta). El problema de los migrantes “nos demuestra que también hoy existe una forma de esclavitud moderna- afirma el sacerdote- sufrida por personas que son atrapadas por la mafia del tráfico de personas y que son obligadas a trabajar hasta el agotamiento en islas perdidas en Indonesia oriental. Nosotros trabajamos para combatir este fenómeno y queremos hacer aún más”. La Provincia indonesia de los jesuitas (Provindo), desde el año 2010 es activa en la ayuda a los migrantes tanto internos como del exterior.

La Provindo quiere ofrecer apoyo económico y humanitario tanto a los indonesios que dejan la propia tierra para buscar trabajo, como para los ciudadanos de los países del sudeste asiático que llegan a las costas indonesias en busca de un futuro mejor, terminando a menudo como presas de negociantes sin escrúpulos. Las trabajadoras indonesias en el extranjero son objeto de vejaciones y abusos. “Hay ya muchos grupos humanitarios que obran en este campo- explica el p. Benedictus- pero queremos hacer más para garantizar una dignidad a estas personas”.

“En agosto pasado- cuenta- un amigo mío de la Organización internacional para los migrantes (OIM), con base en Yakarta, necesitaba de algunos traductores del birmano para ayudar a la OIM en la comunicación con 40 pescadores desposeídos que provienen de Myanmar, y que en ese momento estaban detenidos para ulteriores averiguaciones.  “Algunos jóvenes jesuitas birmanos que estudian Filosofía en Yakarta – continúa el  Padre Benedictus – fueron a ayudar. La historia de estos pescadores “perdidos”, de los cuales algunos eran menores de edad, nos han puesto de cara frente a esta triste realidad”.

Como sucede muy a menudo, los trabajadores birmanos eran engañados con ofrecimientos de trabajo en Tailandia y embarcados en medios precarios hacia Indonesia, donde los tenían detenidos en islas transformadas en campos de trabajo forzado.

“En el año 200 la ONU aprobó los Protocolos de Palermo, pero se necesitaron siete años para que las autoridades indonesias los “tradujeran” y los aplicaran en el propio reglamento. Estos protocolos- afirma el jesuita- establecen los criterios para identificar a las víctimas del tráfico humano, que se define como el “reclutamiento, transporte, transferencia, a través de amenazas o del uso de la fuerza o bien de otras formas de coerción, de raptos, fraudes, engaño, abuso de poder o de una posición de vulnerabilidad”.

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