JMJ, Papa a los jóvenes de Lisboa: ‘Símbolo de paz en el mundo. No tengan miedo’
Con la misa final, el domingo de la Transfiguración, Francisco concluyó la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud. La invitación a tener "coraje" y trabajar por el fin de los conflictos, empezando por el de la "querida Ucrania" que "sigue sufriendo mucho". Un "obrigado" a los abuelos por la fe y a San Juan Pablo II por la JMJ. En la homilía, la llamada a "brillar, escuchar y no temer siguiendo el ejemplo de Cristo".
Lisboa (AsiaNews) - Jesús conoce "el corazón de cada uno de ustedes" y hoy les dice "no teman, no tengan miedo, tengan coraje". Esta fue la exhortación dirigida por el Papa Francisco en su homilía durante la misa de clausura de la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud, del 2 al 6 de agosto en Lisboa, Portugal. En la solemnidad de la Transfiguración del Señor, celebrada en el Parque del Tajo en presencia de autoridades, cardenales, obispos, sacerdotes y una gran multitud de fieles [un millón y medio hasta la tarde de ayer], compuesta por jóvenes y no tan jóvenes, el Pontífice relanzó las palabras de San Juan Pablo II, a quien también recordó en la reflexión final, antes del Ángelus, y a quien dirigió un "obrigado" [gracias, en portugués] por haber "dado vida a la JMJ". En el extenso agradecimiento final -una serie de "obrigados", desde los jóvenes a las autoridades laicas, pasando por los responsables eclesiásticos, los voluntarios y la propia ciudad de Lisboa, a la que define como "memoria en los jóvenes como casa de fraternidad y ciudad de sueños"-, el Pontífice califica a los jóvenes de " símbolo para la paz en el mundo" y saluda a los jóvenes que no pudieron asistir precisamente a causa de la guerra y los conflictos. También dirige un pensamiento a la "querida Ucrania" que "sigue sufriendo mucho" y por ello corresponde a los chicos y chicas "de todas las nacionalidades" "construir la paz" junto a María Reina de la Paz y Jesús. Un "obrigado" final a los abuelos que "nos han transmitido la fe" y "nos indican el horizonte de la vida" junto a estas jornadas de la JMJ que constituyen una "semilla" a conservar en la mente y en el corazón para "los días difíciles", porque con este "recuerdo" se puede revivir "la experiencia y la gracia".
Marcado por un acontecimiento que trae "tanta alegría al corazón", el Papa en su homilía se dirige a los presentes -especialmente a los jóvenes, pero también a los adultos- preguntándoles qué dones traerán "al volver al lugar de la vida cotidiana...". Y el Papa responde, basándose en el Evangelio y en las palabras del apóstol Pedro en el Monte de la Transfiguración, "con tres: resplandezcan, escuchen, no teman". Porque, explica, Cristo "te conoce" y "mira en tu corazón", te ama y camina a tu lado, para que puedas superar todo tipo de "miedos". Explicando el significado del verbo "resplandecer", el Papa ensalza la transfiguración de Jesús y su rostro que "resplandecía como el sol" después de acabar de anunciar su pasión y muerte en la cruz, "destrozando" la imagen de un Mesías poderoso y mundano.
Jesús toma a "Pedro, Santiago y Juan, los conduce al monte y se transfigura". También nosotros, subraya Francisco, hablando de improviso y rompiendo con el texto escrito como ha hecho varias veces en esta JMJ, necesitamos "algún destello de luz" que sea "esperanza" para afrontar la oscuridad de la noche. "Dios ha iluminado nuestros ojos -continuó, mirando a la multitud-, nuestros corazones, nuestras mentes, nuestra voluntad de hacer algo en la vida. Por eso, iluminados por Cristo, también nosotros 'nos transfiguramos' y es precisamente tarea de los jóvenes 'luminosos' llevar la luz del Evangelio a todas partes. Ser luminosos no significa estar en el candelero, exhibiendo una imagen perfecta, sino aprender a "amar como Él", cuando vivimos una vida que arriesga por amor: "No se equivoquen -explica el Papa-, nos convertiremos en luz cuando hagamos obras de amor", mientras que "cuando nos miramos de manera egoísta, la luz se apaga".
"La segunda", prosigue en su homilía, "es escuchar", que es también el verbo que indica lo que hay que hacer en la vida cristiana. "A Jesús y a nuestro corazón -subrayó- hay que escucharlos" porque ellos "enseñan el camino del amor. Con buena voluntad hacemos caminos de amor, pero entonces" surge un "egoísmo disfrazado de amor". Por eso, sólo Cristo sabe mostrar el "camino" y por eso hay que "escuchar a Jesús". " Resplandece, escucha y, por último, no temas", dice el Papa Francisco, haciéndose eco de las palabras utilizadas por Jesús para animar a los asustados discípulos.
En la última parte de la homilía, el pontífice se dirige directamente a los presentes, apartándose del texto, para recordarles que han experimentado la "gloria". ""Ustedes que cultivan grandes sueños", les dice, "ustedes jóvenes que a veces piensan que no pueden lograrlo", ante el "pesimismo" y el "desaliento" que a veces llega, ante el "dolor" enmascarado "con una sonrisa", ustedes que "quieren cambiar el mundo"... Deben luchar, exhorta el Papa, "por la justicia y por la paz". De ustedes, jóvenes que ponen "empeño e imaginación", la Iglesia en el mundo "necesita como la tierra necesita la lluvia". Ustedes son el presente y el futuro", concluye, "y a ustedes, jóvenes, Jesús les dice ¡no teman, no tengan miedo!".
En la vigilia de anoche, dirigiéndose directamente a los presentes, el pontífice habló del sentido de la vida, de la alegría que es "misionera" y que hay que llevar a los demás, gracias a personas que son "rayos de luz", como padres y abuelos, sacerdotes y monjas, catequistas, animadores y profesores. "Todos -continuó- pensemos en las personas que han sido las raíces de nuestra alegría. Tenemos raíces de alegría: y también nosotros podemos ser raíces de alegría para los demás". Esta alegría, advirtió, no se encuentra "en una biblioteca cerrada, aunque tengamos que estudiar", sino que es necesario descubrirla "en nuestro diálogo con los demás [...] esto a veces nos cansa".
A la vigilia asistieron dignatarios y peregrinos, grupos parroquiales locales y jóvenes de todo el mundo, familias y padres con niños pequeños, ancianos; todos siguieron atentamente las palabras del Papa y participaron con el silencio y la oración en el momento de adoración, seguido de cantos y coreografías. A continuación, el Papa abordó el tema del "cansancio", de cuando uno se deja llevar, deja de caminar y se cae, pero esto no constituye un "fracaso", sino que hay que "levantarse", como cantan los soldados alpinos: "En el arte de la escalada lo importante no es caerse, sino no quedarse en el suelo". "El que se queda en el suelo", advierte, "es un jubilado de la vida, está acabado de todo. Cuando vemos a alguien que se ha caído, ¿qué debemos hacer? Levantarlo. El único momento en que está permitido mirar a una persona hacia abajo es para ayudarla a levantarse".