Inflación, desocupación, sin remedios: las sanciones de EEUU ponen a Irán de rodillas

Para el FMI la economía está destinada a caer un 1,5% en 2018 y un 3,6% el año próximo. La inflación llegará a ser del 34,15% en 2019. Faltan remedios e incluso aquellos medicamentos que pueden salvar vidas como los fármacos quimioterápicos o para el HIV. Como en tiempos de la guerra con Irak, las familias están obligadas a producir en casa sus alimentos.

Teherán (AsiaNews) - Inflación elevada; desocupación elevadísima, sobre todo entre los jóvenes; falta de remedios esenciales, incluso de aquellos que pueden salvar vidas, como los fármacos quimioterápicos. Como consecuencia, cada vez más familias se ven puestas de rodillas, como en los tiempos de la guerra con Irak, en los años '80 del siglo pasado. En Irán no se detiene la crisis provocada por la reintroducción de las sanciones estadounidenses y la atención general está focalizada en el 4 de noviembre y en los días siguientes, cuando comenzarán a aplicarse las medidas predispuestas por la Casa Blanca, que prevén, entre otras cosas, el bloqueo a la venta del petróleo.

Los datos contenidos en un informe publicado en octubre por el Fondo Monetario Internacional (FMI), muestran el progresivo deterioro de la economía en la República islámica; para el año 2018 se prevé una caída del 1,5% que llegará a 3,6% el año próximo. En el año 2017, antes de la crisis provocada por la línea dura impuesta por Washington contra Irán, el dato marcaba un crecimiento del 3,7% y las previsiones hablaban de nuevo incremento. En materia de inflación, los datos también son preocupantes: este año, debiera detenerse en torno a 29,6% y aumentar hasta el 34,1% en 2019.

En mayo pasado, la Casa Blanca ordenó el retiro del acuerdo nuclear (JCPOA), deseado por el predecesor, Barack Obama, introduciendo las sanciones más duras de la historia contra Teherán. Una decisión que provocó una disminución significativa en la economía iraní -confirmado por estudios del FMI- y un colapso en las ventas de petróleo, objetivo de la segunda parte de las sanciones que entrarán en vigor a partir del 4 de noviembre próximo.

Quienes pagan las consecuencias de todo esto son principalmente los sectores más débiles de la población, como lo atestigua la historia de Fatemeh, una ama de casa de 42 años de edad que ya lleva meses sin comprar carne para sus hijos y que hace algunas semanas debió renunciar a comprar incluso tomates. El precio de estos productos pasó de 21.000 a 71.000 rials (de 0,12 a 0,40 de euro por Kg) en pocas semanas, para luego bajar un poco hace algunos días. El elevado costo de vida la llevó a renunciar incluso a los pañuelitos de papel, porque son muy caros y no se encuentran.

“El año pasado -cuenta Fatemeh a Le Monde - con 15 millones de riales me alcanzaba para llegar a fin de mes. Hoy, 30 millones no me bastan para mantenerme”. El sentimiento de desconfianza y desesperación se vuelve cada vez más frecuente y de poco sirven los llamados a la calma del presidente Hassan Rouhani, quien dice que “no sucederá nada después del 4 de noviembre”. En realidad, afirma la mujer, “las cosas están destinadas a ir de mal en peor”. Por eso, como sucedía en tiempos de la guerra con Irak, para economizar, las familias han comenzado a producir tomate concentrado y yogur caseros.

Desde el 6 de agosto, cuando entraron en vigor las primeras sanciones contra el sector automotriz, la aviación comercial y las materias primas, un sentimiento de pánico se apoderó de la población. Y los datos relativos a la desocupación, que en algunas regiones llega a ser del 30% entre los jóvenes, no inducen ciertamente al optimismo, así como la partida de los inversores europeos llegados a Irán después del año 2015.

Desde febrero, la moneda local, el rial, perdió cerca del 70% de su valor contra el dólar. Hoy se necesitan 140.000 riales para comprar un dólar; en febrero pasado se necesitaban 40.000. A esto se suma la falta de remedios esenciales, incluyendo aquellos medicamentos que pueden salvar vidas, como aquellos utilizados para el tratamiento de la hepatitis B y C, el HIV o lo fármacos quimioterápicos. “Una vez, cuando me encontraba viajando en la línea metropolitana -concluye Fatemeh- escuché a un médico hablar sobre colas interminables en las farmacias. Decía: recen para que no les suceda nada, con los tiempos difíciles que corren”.