Iglesia pakistaní: el muro con Afganistán no frenará la infiltración de terroristas
Islamabad ha iniciado la fortificación de la “Durand Line” de la época colonial. La frontera no es reconocida por las autoridades de Kabul. Pueblos enteros se encuentran a caballo entre los dos Estados. Los límites lábiles han facilitado el ingreso de militantes, pero también el paso de misioneros, enfermos y productos.
Islamabad (AsiaNews) – “El cercamiento de la frontera con Afganistán no frenará la infiltración de terroristas”. Es lo que afirman a AsiaNews líderes católicos y protestantes de Pakistán, al comentar la decisión de Islamabad de emprender la construcción de una fortificación de la frontera existente, la “Durand Line” fijada en la época británica, que divide a los dos países. El Rev. Earnest Jacob, obispo anglicano de Peshawar agrega que “el cercamiento podrá hacer que disminuyan los atentados con bombas, pero no así el extremismo. La paz podrá establecerse sólo cuando las poblaciones tribales sean incluidas en la sociedad. Los soldados debieran construir más escuelas, liceos para jóvenes y mercados, a fin de crear mayores oportunidades de trabajo”. Incluso hay activistas que sostienen que la medida no es realmente eficaz para combatir el terrorismo. Ata-ur-Rehman Saman, coordinador de la Comisión nacional de Justicia y Paz de la Iglesia católica pakistaní, afirma: “los militantes no usan las fronteras oficiales”.
El 25 de marzo pasado, el general Qamar Javed Bajwa, jefe del ejército pakistaní, anunció que las operaciones de edificación para el cercamiento ya han comenzado. El objetivo de las autoridades es “impedir el movimiento de militantes” que atraviesan la frontera y siembran muerte y destrucción. La iniciativa se da luego de una nueva ola de ataques con kamikazes que a fines de febrero ha propagado el terror en todo el territorio. El más grave de éstos se ha verificado en un templo sufí en la provincia de Sind, colmado de fieles. El saldo ha sido tremendo: más de 80 muertos, muchos de ellos niños, y cuando menos 200 heridos. Luego de esto, el gobierno ha conducido una serie de operativos en los bastiones de los militantes, matando a un centenar de ellos. Simultáneamente ha establecido el cierre de la frontera con Afganistán, considerada cuna y refugio para terroristas. El paso de personas y productos fue abierto nuevamente recién después de una semana.
La decisión de Pakistán fue criticada por Kabul, que no reconoce la “Durand Line”, la frontera de 2.400 km construida en 1896 por el imperio británico. El año pasado, Pakistán completó la excavación de una fosa de 1.100 km a lo largo de la mitad meridional de la frontera. El actual reforzamiento de los confines afecta, en cambio, la porción septentrional de la línea de demarcación, que atraviesa las regiones tribales de Mohmand y Bajaur. También han llovido críticas de las comunidades locales, que siempre han habitado estos territorios sin respetar una delimitación de manera neta. Los habitantes se quejan de que existen pueblos enteros que están a caballo entre los dos países, y que incluso hay puertas de ingreso de mezquitas y viviendas que están situadas en Pakistán, mientras que la puerta de salida está sobre territorio afgano.
La frontera entre los dos Estados siempre ha sido lábil y ha estado poco controlada. Esto ha conducido a una proliferación del terrorismo, pero también ha permitido una facilidad de desplazamiento para comerciantes y personas comunes. Incluso los misioneros se han beneficiado por esta ventaja a la hora de brindar consuelo a las familias cristianas que habitan del otro lado de la frontera. Es el caso del Pbro. Nasir William, director de la Comisión para las comunicaciones sociales de la diócesis de Islamabad-Rawalpindi, que en el 2012 logró visitar a algunos fieles de Jalalabad aún sin estar en posesión de una visa. Él cuenta que “muchos pacientes afganos, que están afectado por enfermedades provocadas por las aguas contaminadas por baterías, podían viajar a Pakistán para recibir tratamiento médico”. Todo esto, con la nueva frontera, podría peligrar.
Según Kakkazai Amir, experto en medios de comunicación social de Peshawar, “los dos países deben colaborar para bloquear la inmigración ilegal y a los traficantes. Al mismo tiempo, un vallado de este tipo no resuelve el problema del terrorismo, porque Pakistán tiene una larga historia de infiltraciones desde Afganistán. Sería mejor que el gobierno abriera un consulado, aligerara el control sobre las visas y facilitara los viajes de negocios y los que se efectúan para recibir tratamientos médicos”.
Frente a estas posturas críticas, Naseem Kausar, docente y activista por los derechos de las mujeres, muestra su aprecio por la política de Islamabad; “Tener confines precisos es un derecho de todo Estado. Todo esto se atiene a su soberanía. Pakistán afronta una seria amenaza, razón por la cual proteger la madre patria es una necesidad en los tiempos que corren”.
(Colaboró en esta nota Shafique Khokhar)
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