Guerras, orden mundial y sinodalidad: los amigos de Putin y la 'multipolaridad justa'
El presidente pronunció un nuevo discurso programático ante el pleno del XX Club Valdaj, una de las sedes "ideológicas". Invitó a los "intelectuales" a construir un "mundo nuevo". Se refirió al eje con China, el mundo árabe y la India contra Occidente, cuyo apoyo a Ucrania se vuelve incierto. La “sinodalidad” (sobornost) resume los argumentos de Putin para justificar el conflicto.
El presidente ruso Vladimir Putin pronunció un nuevo discurso de apertura en la sesión plenaria del XX Club Valdaj, una de las principales sedes "ideológicas" del régimen, visto que los debates públicos y las entrevistas extensas han pasado a ser un recuerdo pre-Covid u operaciones especiales. Como mucho, en ocasiones particulares se celebran los triunfos en un estadio, donde el zar se deja ver de manera limitada y a menudo artificial, mediante avatares o apariciones escenográficas poco creíbles. En Sochi -una ciudad sobre el Mar Negro que siempre ha sido el lugar de descanso de los jerarcas rusos y donde Putin celebró el último intento "pacífico" de dominar el mundo durante los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014- volvió a desplegar la retórica de la "guerra santa", especialmente a la luz de las incertidumbres globales sobre el apoyo a la resistencia ucraniana, que los rusos interpretan como el signo de la victoria.
El título del "debate internacional" de Valdaj de este año proclamaba el ideal de la "Multipolaridad justa: cómo garantizar la seguridad y el desarrollo para todos", vale decir, el compromiso de Rusia para la construcción de un mundo nuevo. Putin exhortó a los presentes a asumir esta responsabilidad histórica: "en este punto de inflexión, el papel de personas como ustedes, queridos colegas intelectuales, es de extraordinaria importancia". En los 20 años en los que se ha celebrado este alto encuentro de "intelectuales", han ocurrido "cambios colosales" y "es como si el tiempo se hubiera condensado": no son dos decenios, sino dos siglos o milenios. En el primer encuentro, Rusia acababa de levantarse después de la tragedia del colapso de la URSS y estaba dispuesta a "introducirse con todas sus fuerzas en el proceso de construcción de un orden mundial más justo". Sin embargo, esta disposición fue entendida por muchos como “sumisión a aquellos que se creían los amos” porque eran los “vencedores de la guerra fría”.
Putin recordó que "a principios de siglo todos pensaban que la comunidad internacional había aprendido la lección de las consecuencias catastróficas del enfrentamiento ideológico del siglo pasado", pero en realidad no fue así, porque "EE.UU. y sus satélites tomaron el control de la hegemonía". Afortunadamente para el mundo entero, continuó, "Rusia entendió desde el principio que este intento estaba condenado al fracaso". La reivindicación del primado del antiglobalismo y del soberanismo es frecuente en las declaraciones del presidente y adquiere especial relevancia a la luz de las evoluciones políticas en curso en muchos países. Y sobre todo en vistas de las elecciones europeas y americanas del año que viene y de la nueva proclamación de la eternidad del zar, prevista para la fecha "sagrada" del 18 de marzo, aniversario de la anexión de Crimea.
El mundo, en efecto, "es demasiado complejo y multiforme para poder encerrarlo en un único esquema, aunque detrás de él esté el enorme poder de Occidente, acumulado durante siglos de política colonial". Ya el año pasado Putin se había quejado en Sochi de la negativa de la OTAN a aceptar a Rusia, debido a la "prevalencia de intereses geopolíticos dominados por la soberbia", la verdadera causa de lo que se ha dado en llamar "guerra en Ucrania" (Putin también utiliza sistemáticamente la palabra "guerra"), que en cambio los rusos "sólo quieren concluir", después de haber defendido durante años a la población y sobre todo a "los niños del Donbass", a los que hoy se "salva" con la deportación a Rusia. En realidad se trata de un conflicto mucho más amplio que la cuestión territorial y "lo que está en juego es el sistema de principios en el que se basa todo el orden mundial".
En este contexto, los políticos occidentales están "obsesionados con Rusia", pero al mismo tiempo "aplican también a China la imagen de enemigo", así como a varios países árabes, y "la India también ha pasado por eso", convocando el apoyo de las grandes potencias “amigas” que se resisten a la agresión. Es una "lucha por la civilización", sigue diciendo Putin, y no es casualidad que Rusia se haya definido en los documentos oficiales de los últimos años -comenzando por la nueva Constitución- como "un país que representa en sí mismo [samobytnoe] una civilización". Esto, en su opinión, se está convirtiendo en un modelo para muchas naciones del mundo que aspiran a convertirse en "Estados-civilización". No se trata de poner la propia identidad por encima de las demás, porque "todos tienen los mismos derechos para expresar las dimensiones de su propia cultura y tradición", que no debe imponer a los demás, so pena de un caos global del que todos debemos cuidarnos.
Rusia sigue siendo "el país más extenso del mundo, el mundo ruso tiene un carácter global", reitera el líder del Kremlin, "sólo en América Latina viven 300 mil de nuestros compatriotas, el idioma ruso se habla en todas partes". Las incertidumbres occidentales en cuanto al apoyo armado a Ucrania no son sólo de "carácter técnico", debido a las dificultades presupuestarias en EE.UU. y Europa -porque "a fuerza de gastar en armamento se reducen las protecciones sociales"- sino que están relacionadas con la sensibilidad común de muchas personas que comparten su ansiedad por el futuro. Los rusos tienen muchos "amigos", incluso en países "no amistosos", que quieren "defender los valores tradicionales, sobre todo los de la familia".
No es casualidad que el discurso de Putin esté entrelazado con el debate interno en el mundo católico, en estos días de apertura del "Sínodo sobre el Sínodo", que deberá abordar precisamente numerosas cuestiones referidas a la revisión de los "valores tradicionales" en el mundo actual. La “sinodalidad” corresponde en ruso al término sobornost, que resume en una palabra todas las justificaciones de Putin sobre el conflicto en Ucrania y en el mundo: lo que debería caracterizar el nuevo orden mundial es la “comunión de civilizaciones” como resultado de la victoria de la identidad rusa, garante de la identidad de todos los pueblos, culturas y religiones. Hablando a los estudiantes ortodoxos de teología, el patriarca Kirill recomendó "liderar la investigación en las direcciones cruciales y en la dinámica de la investigación intelectual, manteniéndose firmes sobre la roca de la verdad evangélica y la doctrina de los Santos Padres".
No se trata de un simple tradicionalismo reaccionario, como podría parecer si se aplican esquemas ideológicos del pasado. En la visión de los "valores tradicionales" no hay nostalgia del pasado sino una hipoteca sobre el futuro: los valores no necesariamente deben ser reales, pero sí "reconocibles" e identitarios en todas las latitudes, para oponerse a concepciones liberales insoportables para aquel que quiere defenderse a sí mismo de los oscuros “amos del mundo”. La familia es una piedra angular de esta visión "defensiva", que se debe entender como un vínculo primario genérico más que como una institución social o religiosa: se afirman "nuestros" espacios para mantener fuera a todos los demás, extranjeros e inmigrantes, grupos de diferentes orientaciones sexuales e ideológicas, minorías que no se pueden defender sino en detrimento de la mayoría del pueblo. La Rusia de Putin cuenta para ello con un vasto apoyo "amistoso" no sólo en países geográfica y culturalmente distantes, sino sobre todo entre las poblaciones vecinas de Europa y las tierras de antigua evangelización cristiana.
Putin repitió que "tenemos muchos amigos en Occidente, aunque a menudo no se les permite hablar". Por eso, no se trata de difundir propaganda prorrusa o intentar influir en la vida política de otros países (métodos muy "tradicionales" para los rusos), sino de hacer emerger una identidad colectiva, sobornaja, que sea capaz de reaccionar ante las imposiciones más o menos ocultas de los centros de poder controlados por unos pocos. Un enfoque que se confirma también en relación con Nagorno-Karabaj, donde Moscú ha sido acusada de traicionar a los armenios que debía proteger.
Las declaraciones en este sentido del presidente del Consejo de Europa, Charles Michel, fueron rechazadas por Putin con una de sus típicas expresiones "callejeras": "cualquiera que sea la vaca que muge, es mejor que la tuya se calle". En su momento, el Kremlin había propuesto un compromiso a los armenios, pidiéndoles que se conformaran con algunos territorios de la zona en disputa y dejaran el resto a los azeríes, pero "no quisieron confiar". La solución final que adoptó Bakú, con la ocupación total de la región, era sólo una "cuestión de tiempo". Por lo tanto, el presidente ruso no ve ningún motivo para enfurecerse contra Azerbaiyán, que sólo busca "restablecer el orden constitucional" y defender su integridad territorial, pero por otra parte "nosotros seguimos siendo aliados a disposición de Armenia". Cualesquiera que sean los motivos de las disputas, las derrotas y las victorias sobre el terreno, cualesquiera que sean las culturas, tradiciones y religiones de los pueblos que confluyen y se enfrentan en todas las latitudes, lo que importa es que todos sean amigos de Rusia.
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