Gaza, el obispo Nahra: silenciar las armas para curar (también) las divisiones en Israel

de Dario Salvi

El conflicto con Hamás y la cuestión de los rehenes es uno de los "temas sensibles", pero no el único. Desde Jerusalén -tras la carta del Papa Francisco a los cristianos de Tierra Santa-, el vicario patriarcal para Israel recuerda las tensiones en torno al servicio militar para los ultraortodoxos, la violencia en la sociedad árabe y el creciente antisemitismo en el extranjero. El aislamiento político añade también "sufrimiento sobre sufrimiento". "Como cristianos evitamos dejarnos arrastrar por el discurso del odio".

Jerusalén (AsiaNews) - Una "solución" al conflicto israelo-palestino, que la Iglesia pide "desde hace años y mucho antes" del estallido de la última guerra sangrienta en Gaza, para que ambas partes puedan "vivir con dignidad" sabiendo que "no es posible continuar así". Así lo espera monseñor Rafic Nahra, obispo auxiliar de Jerusalén y desde 2021 vicario patriarcal para Israel, según el cual es impensable prolongar más una situación en la que "los palestinos no tienen autonomía, se sienten encerrados en prisión y ven negada su dignidad". "Hacen falta acuerdos políticos", explica por teléfono a AsiaNews, "que hoy son difíciles de encontrar" en un marco de conflicto. "Sin embargo -continúa-, judíos y musulmanes, palestinos e israelíes deben llegar a una solución que les permita permanecer cerca unos de otros, en seguridad, y al mismo tiempo es necesario sanar las divisiones y tensiones dentro de la propia sociedad israelí".

Israel y sus componentes, explica el prelado, viven una etapa "muy compleja" caracterizada por "intereses contradictorios". Viviendo dentro de las fronteras del país, prosigue, "se siente esta gran tensión" que se refleja también en el enfrentamiento diario "entre los que piden la guerra hasta el final, la victoria sobre Hamás" y otros que "en cambio miran por la vida de sus hijos, de los rehenes y de sus familias". Los que creen que "la prioridad" es la liberación de los civiles (y otros) que llevan meses en manos del movimiento que controla la Franja, incluso antes del éxito en el plano militar, y todo ello "crea una división muy fuerte".

En medio de tensiones y divisiones, los católicos, como subrayó ayer el Papa Francisco en su carta por la Pascua a la comunidad de Tierra Santa, son fuente de ejemplo porque saben "esperar contra toda esperanza". Agradeciéndoles su testimonio de fe y caridad, el pontífice renueva su "afecto de padre" a quienes "sufren con mayor dolor el absurdo drama de la guerra". Empezando por los niños a los que "se les niega el futuro" y los que están "entre lágrimas y dolor" hasta el punto de experimentar en primera persona sentimientos de "angustia y desconcierto". Pensando en su peregrinación de 2014 y haciéndose eco de las palabras de san Pablo VI, el primer papa que peregrinó a Jerusalén, recordó cómo "el estado de tensión" en Oriente Medio es un "peligro grave y constante" no sólo para esos pueblos, sino para el mundo entero. Sin embargo, la capacidad de los cristianos "para resurgir" es más fuerte que la "inútil locura de la guerra", porque son "semillas de bien en una tierra desgarrada por los conflictos".

Las palabras del pontífice reflejan el drama de dos pueblos, el israelí y el palestino, que pagan cada día un enorme tributo de sangre. "Desde el comienzo de la guerra [respuesta al atentado terrorista de Hamás del 7 de octubre] la situación en el país es muy difícil. Suelo residir en el norte, en Nazaret", dice Mons. Nahra, "donde la vida parece continuar, pero todo se ha vuelto mucho más caro, la situación económica es cada vez más difícil, y la gente lo está sintiendo mucho". El conflicto "afecta también a las relaciones entre las comunidades de árabes e israelíes, judíos y musulmanes, los propios cristianos. Luego está el drama específico de Gaza y el de las familias de los rehenes, que es causa de sufrimiento y desconfianza entre comunidades, todas ellas interconectadas". Por último, la preocupación por las personas expuestas en el frente norte, en la frontera con Líbano, donde "decenas de miles de personas han abandonado sus hogares porque no se sienten protegidas, y no quieren volver. Hay una violencia continua, un problema muy grave y no sabemos cómo afrontarlo".

El prelado subraya las "divisiones" de la sociedad israelí sobre las que se injerta el conflicto, que acaba "exasperando las fragmentaciones" y creando una "situación muy difícil", también porque "está en juego la vida de muchas personas". El de los rehenes es un "tema delicado, pero no el único: hay tensiones", prosigue, "sobre el servicio militar entre los ultraortodoxos y la sociedad civil", porque para muchos "no es normal que una parte del país [los haredi]" no responda a la llamada al ejército. Y de nuevo, la cuestión de "la violencia en la sociedad árabe o el alto coste de la vida que afecta cada vez a más familias". A nivel internacional, hay "un aumento del antisemitismo como consecuencia de la guerra", combinado con un "sentimiento de aislamiento que también es político" que "añade sufrimiento sobre sufrimiento" y "a largo plazo no conducirá a la paz".

Por último, la cuestión de la violencia "contra los cristianos" a manos del ala radical y extremista judía, que el Gobierno había empezado a abordar hace poco pero que el conflicto de Gaza ha terminado por oscurecer. "También los cristianos", advierte, "compartimos el sufrimiento de todos, y como Iglesia no pretendemos tomar una posición política, sino sólo pedir un alto el fuego para reconstruir lo destruido y resolver el problema de los rehenes". "Debemos evitar -concluye el obispo- dejarnos llevar por este discurso de odio y tratar de favorecer una vida en común, en un espíritu de respeto mutuo que lleve a no reducir a los demás a la ideología. Y a los cristianos de Occidente, les digo que recen por nosotros, que permanezcan cerca de nosotros y que no se dejen llevar por el miedo".