G20 en Nueva Delhi: las disputas territoriales detrás de la ausencia de Xi Jinping
La noticia que circuló ayer pone una vez más en evidencia la competencia entre Delhi y Beijing para liderar el Sur global. A pesar de las declaraciones de distensión que se hicieron en la reunión del BRICS de la semana pasada, las continuas tensiones a lo largo de la frontera en la región oriental de Ladakh siguen sin encontrar solución. Un fracaso para la diplomacia india, que esperaba reunir en la misma mesa a los principales líderes mundiales.
Nueva Delhi (AsiaNews) - Lo más probable es que el presidente chino Xi Jinping no asista a la cumbre del G20 en la India entre el 8 y el 10 de septiembre y deje que el primer ministro Li Qiang represente a Beijing, revelaron ayer fuentes de Reuters. Sin embargo, según The Wire los funcionarios indios ya conocían la decisión desde hace un mes. La ausencia de Xi Jinping en la cumbre mundial de cooperación económica -la primera desde 2013-, sumada a la del presidente ruso Vladimir Putin, que enviará en su lugar al ministro de Relaciones Exteriores Sergei Lavrov, supone un fracaso para la diplomacia india, que esperaba reunir en una misma mesa a los líderes de Rusia, China y Estados Unidos en virtud de los ambiguos vínculos con Moscú y las relaciones de cooperación estratégica con Washington.
Los expertos sostienen que la decisión de Xi de no participar en el G20 responde a su intención de que su país tome distancia de las instituciones internacionales dominadas por Occidente. Pero al mismo tiempo creen que Beijing quería enviar una señal a su rival asiático, que había promovido con orgullo la llegada del G20 a Delhi: Beijing parece negarse a conceder prestigio y autoridad a la economía india, que en comparación con la china está en constante crecimiento.
Las esperanzas del primer ministro indio Narendra Modi de proponer a la India como mediador y vínculo entre Oriente y Occidente -que desde el principio fue interpretado como un proyecto ambicioso- en realidad ya habían dado varias señales de debilidad debido a las reivindicaciones territoriales.
Desde hace tres años la India y China se enfrentan a lo largo de la denominada "línea de control real" (LAC), que se extiende por unos 3.500 kilómetros en la región oriental de Ladakh. La frontera, que cruza la cordillera del Himalaya, nunca se fijó después de que los británicos se retiraron de la antigua colonia, y la cuestión permaneció sin resolver durante décadas, hasta que en junio de 2020 un enfrentamiento armado entre tropas de ambos países en el valle de Galwan se saldó con la muerte de 20 soldados indios y al menos cinco chinos. Aunque las tensiones en la frontera entre los dos gigantes asiáticos no son nada nuevo (por el mismo motivo estalló una guerra entre China e India en 1962) los analistas consideran que los acontecimientos de 2020 marcaron un antes y un después en las relaciones bilaterales entre Beijing y Delhi. Todas las rondas de conversaciones celebradas hasta la fecha (al menos 19 en los últimos tres años) sólo han conducido a un mayor fortalecimiento de las respectivas posiciones a lo largo de la frontera en vez de ayudar a superar la intervención militar.
Por eso, a pesar de la aparente distensión que se ventiló durante la reunión de los brics en Johannesburgo, Sudáfrica, la semana pasada, durante la cual Beijing propuso la ampliación del grupo a otros seis miembros (una vez más en un intento de presentarse como líder de un movimiento antioccidental), la cuestión fronteriza se volvió a plantear esta semana cuando el Ministerio de Recursos Naturales de China publicó la última edición del mapa que muestra todos los territorios que China considera bajo su soberanía, y que incluye el estado indio de Arunachal Pradesh y el altiplano de Aksai Chin, que forma parte de la región de Cachemira. El Ministro de Relaciones Exteriores de la India, S. Jaishankar, calificó de "absurdas" las reivindicaciones chinas (que se extienden a Taiwán y a varios territorios del Mar de China Meridional, lo que ha enfurecido a los países del Sudeste Asiático), pero en respuesta las autoridades chinas pidieron a sus homólogos indios que no reaccionaran de forma "exagerada". Recientemente China no ha sellado visados en los pasaportes de funcionarios y deportistas indios de Arunachal Pradesh porque los considera ciudadanos que se desplazan dentro de regiones chinas y no extranjeros. Se trata, entonces, de una cuestión que, a pesar de las recientes declaraciones de "intensificación de los esfuerzos" en favor de la "distensión", no se resuelve y parece destinada a marcar las relaciones entre China y la India durante mucho tiempo todavía.
Los observadores también señalan que la mayoría de las reuniones celebradas hasta ahora en preparación para la cumbre del próximo fin de semana tampoco han dado como resultado una visión compartida de la guerra en Ucrania. El ejemplo más reciente fue el mes pasado, cuando un encuentro entre ministros de Finanzas y presidentes de bancos centrales del G20 concluyó en la ciudad de Gandhinagar sin una declaración conjunta sobre el conflicto. China y Rusia objetaron los párrafos que afirmaban que la guerra en Ucrania estaba causando "un inmenso sufrimiento humano" y "exacerbando las fragilidades existentes en la economía global". La India, en un intento por mantener una posición neutral, ha expresado su preocupación por el impacto del conflicto en los países en desarrollo, posicionándose como líder del Sur global, un papel que choca una vez más con las ambiciones chinas. Pero incluso cuando la India organizó en mayo en Cachemira una reunión preparatoria para funcionarios de los países del G20, las delegaciones de China y Pakistán (aliado anti indio de Beijing) se negaron a participar.
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23/06/2021 14:54