28/06/2021, 11.18
RUSIA
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Frente a los anti-vacunas, la Iglesia rusa apela a la ciencia

de Vladimir Rozanskij

Muchos rusos se niegan a vacunarse contra el Covid-19 por motivos religiosos. La gran influencia de los negacionistas "urkabožniki". El Patriarcado de Moscú pone en marcha un comité para fomentar la investigación científica y teológica desde una perspectiva ortodoxa.

Moscú (AsiaNews) – Muchos rusos se niegan a vacunarse contra el Covid-19 por motivos religiosos. Un dato clamoroso, mientras el país se ve afectado por una nueva ola de contagios. Desde que estalló la pandemia, el llamado "negacionismo" ha sido un problema en Rusia. Debido a la resistencia a la vacunación masiva, las autoridades decidieron promulgar decretos que establecen la obligatoriedad de la inmunización para varias categorías de personas.

El 26 de junio, el director del laboratorio de "destructología” de la Universidad de Moscú, Roman Silantev, concedió una entrevista al portal Interfax-Religija. Habló precisamente de las raíces religiosas de la propaganda antivacunas, que hace furor en las redes sociales rusas. La destructología es una rama de la investigación nacida en Rusia en los últimos años: estudia el comportamiento "destructivo", distintivo del radicalismo y el fanatismo de distinto tipo.

Silantev cuenta que acaba de terminar un libro junto a su colega Jurij Ragozin, de Novosibirsk, titulado "Sectas paraortodoxas", en el que analiza las distintas mitologías de los grupos religiosos que proliferan -incluso dentro de la Iglesia rusa. Por ejemplo, en el campo de la medicina están los disidentes anti-Sida, que no creen en la existencia de este virus; algunos incluso niegan el cáncer, y proponen curarlo con agua y bebidas gaseosas.

Una de las negaciones más extendidas en Rusia, y en muchas otras partes del mundo, es el rechazo a cualquier tipo de vacuna. Entre los ortodoxos, los más fervientes anti-vacunas son los llamados urkabožniki ("extra divinos"), los seguidores de un antiguo policía, Nikolaj Romanov, que se volvió popular durante Covid. Entre sus simpatizantes figura el poderosísimo archimandrita Sergii de los Urales.

Romanov está en prisión. Fue reducido al estado laical y su comunidad se ha dispersado, empezando por el numeroso grupo de monjas de su monasterio. Sin embargo, el movimiento sigue siendo muy influyente en toda Rusia. El mito de los seguidores de Romanov no es original. Se basa en teorías conspirativas de poderes oscuros que quieren controlar la voluntad de la gente, hasta el punto de obligarla a ser parte de un "campo de concentración electrónico" a través de microchips insertados en las vacunas.

Según Silantev, la masa de fieles ortodoxos no tiene nada que ver con estas teorías radicales, que más bien son compartidas en otros círculos, desde los musulmanes wahabíes hasta los ateos militantes y otras sectas político-religiosas. Muchas de estas mitologías tienen su origen en Occidente y se extienden sin control a todas las latitudes. Su agresividad también deja una fuerte huella en la mentalidad de la gente corriente. Entre los creyentes provoca cierta debilidad en las convicciones de fe (entre otras cosas por la escasa formación espiritual y cultural típica de la religiosidad rusa surgida del ateísmo del periodo soviético).

Es por ello que el patriarcado de Moscú intenta abrir nuevos frentes para contrarrestar la propaganda sectaria y "mitológica", apelando también a los científicos laicos. Se abrirán tres nuevos centros de asesoramiento en el ámbito de la teología y las ciencias profanas, bajo la dirección de un Consejo de Coordinación del Patriarcado, al que se invitará a participar a varios expertos en las distintas ramas de las ciencias, incluida la medicina. La iniciativa fue presentada a la prensa el 25 de junio por el Metropolitano Ilarión (Alfeev), jefe del Departamento de Relaciones Exteriores del Patriarcado y director del Instituto Patriarcal de Alta Especialización "Cirilo y Metodio".

El Comité fomentará la investigación científica y teológica desde una perspectiva ortodoxa, en cooperación con instituciones académicas y organismos estatales. La simple represión de los fieles de una secta, como en el caso de Romanov, podría surtir efectos contrarios a lo esperado. La Iglesia siente la necesidad de profundizar en la corrección y orientación de una visión de la fe purificada de todo fanatismo, para afrontar sin sombras los grandes retos de la realidad y de la sociedad contemporánea.

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