Escapar de China: el auge de los inmigrantes irregulares en EE.UU. y Europa
Tras la primera repatriación forzosa en un vuelo de avión, el tema también entró en el debate televisivo entre Trump y Biden. La crisis económica post-covid la principal motivación. Rutas también hacia Italia pasando por Serbia, con preocupantes contornos de esclavitud moderna.
Milán (AsiaNews) - El fenómeno de la inmigración ilegal de ciudadanos de origen chino está adquiriendo dimensiones cada vez mayores en diversas áreas del mundo. Hace pocos días el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, a través de las palabras de su secretario, Alejandro Mayorkas, anunció la deportación de 116 inmigrantes ilegales de nacionalidad china, en la primera gran operación de repatriación forzosa en cinco años.
Según los datos publicados por el Gobierno estadounidense, hasta 56.000 inmigrantes chinos habrían cruzado la frontera suroeste con México o la frontera norte con Canadá entre el otoño de 2023 y la primavera de 2024, unos 3.000 más que el año anterior.
El asunto ha adquirido tal importancia que incluso ha entrado en el debate en curso para las próximas elecciones presidenciales, con el candidato republicano Donald Trump acusando repetidamente a su oponente demócrata, el actual presidente Joe Biden, de ser incapaz de frenar el creciente flujo de inmigrantes ilegales. El magnate ha llegado a afirmar que detrás de la presencia masiva de ciudadanos chinos ilegales estaría la intención de formar un ejército y atacar Estados Unidos. Una tesis que de momento no parece encontrar confirmación y que ha despertado la indignación de asociaciones comprometidas con la lucha contra el racismo antiasiático.
Cynthia Choi, cofundadora de Stop AAPI Hate y codirectora ejecutiva de Chinese for Affirmative Action, declaró a Associated Press: "La retórica deshumanizadora de Trump y sus flagrantes ataques a las comunidades inmigrantes solo alimentarán el odio no solo contra los inmigrantes chinos, sino contra todos los ciudadanos estadounidenses de ascendencia asiática". Gregg Orton, director nacional del Consejo Nacional de Estadounidenses de Asia-Pacífico, dice temer una segunda oleada de xenofobia, tras la que se produjo durante la pandemia del COVID-19.
Aunque Beijing lleva unos meses cooperando con el gobierno estadounidense para frenar la inmigración irregular, el problema sigue siendo fuente de grandes tensiones entre ambos países: "China se opone firmemente a que Estados Unidos utilice la cuestión de la inmigración ilegal como pretexto para difamar a China", declaró hace unas semanas un portavoz de la embajada china en Washington.
Detrás de la dolorosa decisión de llegar clandestinamente a Estados Unidos, según una investigación periodística realizada entre los recién llegados, está el deseo de escapar de la pobreza y de las pérdidas económicas causadas por la política cero-Covid, así como la amenaza de ser acusados en una sociedad represiva como la china, que pone muchos límites a las libertades personales.
La esperanza de una vida mejor prevalece, por tanto, sobre el miedo a tener que afrontar un viaje largo y agotador, que para muchos resulta incluso fatal, y sobre la conciencia de tener que disponer de ingentes recursos económicos para soportarlo, dado que 10.000 dólares por persona a veces no bastan para cubrir los gastos de avión, alojamiento, pagos a guías locales y sobornos a policías que encuentran por el camino.
Para Victor Shih, experto en política económica china de la Universidad de California-San Diego, esta elección, que demuestra el alto nivel de desesperación de los emigrantes, sería atribuible a las políticas públicas de Beijing: "China tiene una red de seguridad social, pero es extremadamente pequeña. Si se produce una catástrofe sanitaria o laboral, el gobierno dispone de muy pocos recursos para ayudar". También según Shih, la emigración sería "una especie de cinturón de seguridad" para Beijing. Y las posibles "repercusiones secundarias", como que algunos emigrantes se vuelvan "políticamente activos" en el extranjero contra el gobierno de Beijing, también es un problema insignificante, ya que no supone una amenaza interna.
Cada familia de emigrantes tiene detrás una historia difícil, como la de Wang Zhongwei, un joven de 32 años de Wenzhou, relatada por el diario digital Nikkei Asia. Wang llevaba una vida cómoda junto a su mujer y sus dos hijos pequeños. Era propietario de una pequeña empresa con entre treinta y cuarenta empleados que exportaba camisas de mujer a Europa, con unos ingresos anuales de entre 30.000 y 60.000 dólares. La crisis económica provocada por la pandemia le obligó a cerrar la fábrica en 2021, y para mantener a su familia empezó a trabajar como conductor para la plataforma de motociclistas Didi Chuxing, como muchos otros antiguos empresarios en su misma condición. Aunque tenía ahorros, no podía hacer frente a las numerosas deudas: "Tenía pensamientos suicidas todos los días", confesó, "sentía que todo mi mundo era una jaula y no había esperanza". De ahí la decisión de venderlo todo y marcharse para asegurar un futuro mejor a sus hijos al otro lado del océano. Wang se informó entonces sobre la ruta a seguir viendo vídeos en Internet de quienes ya habían completado el viaje, ahora censurado en gran medida por el gobierno chino. Tras caminar durante días por el tristemente famoso Darien Gap, una región repleta de bosques y vados entre Colombia y Panamá, llegó por fin a la frontera entre México y Estados Unidos, dando comienzo a su nueva vida.
Pero el fenómeno de la inmigración ilegal de ciudadanos chinos no sólo afecta a Estados Unidos, sino también a Europa. Hace unos días se dieron a conocer los resultados de la operación Chinese Shuttle, que condujo a la detención de un grupo de delincuentes, todos de origen chino, implicados en un auténtico tráfico de seres humanos de China a Italia.
La investigación, llevada a cabo por la policía de fronteras de Trieste, se inició tras unos controles rutinarios el pasado mes de abril a lo largo de la frontera entre Italia y Eslovenia. Por lo que se supo, los migrantes salían de China en pequeños grupos para volar a países cercanos a Italia que no exigen visado de entrada, como Serbia.
Una vez que entraban en Italia por la ruta de los Balcanes, eran conducidos a una especie de centro de clasificación en Cazzago di Pianiga, localidad de la provincia de Venecia, donde permanecían detenidos unos días. Para engañar a la policía de fronteras, los migrantes eran transportados en coches de lujo, vestían ropa elegante y sólo llevaban consigo un pequeño equipaje, como insospechados hombres de negocios.
Desde Cazzago llegaban a sus destinos finales, entre ellos Venecia, Milán, Prato y, en el extranjero, Francia y España. En ese momento, se retiraban los pasaportes a los que permanecían en Italia y se enviaban a China, con lo que los emigrantes se convertían en "fantasmas" destinados a ser explotados hasta saldar las deudas contraídas por el viaje, segregados en el interior de talleres o sastrerías.
Otro detalle truculento se refiere al descubrimiento de cientos de fotografías de mujeres chinas, inmortalizadas desnudas con pasaportes en la mano, otras probables víctimas de lo que puede considerarse una de las rutas de la esclavitud china moderna en Europa.
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17/12/2016 13:14