Entre reformas y equilibrios de poder, Malasia da la bienvenida al nuevo rey

de Steve Suwannarat

El sultán Ibrahim Iskandar asumió ayer, dos días después de prestar juramento en el Palacio Nacional de Kuala Lumpur. Se espera un mayor "intervencionismo" del soberano en la turbulenta vida política del país. Quiere que su mandato también sea un tiempo de mayor intervencionismo en el ámbito económico.

Kuala Lumpur (AsiaNews)- El 1 de febrero asumió el nuevo rey en Malasia, el 17º desde la independencia, fruto de un particular sistema de sucesión alternada vigente en el país. Una sucesión que alimenta la esperanza de que un mayor intervencionismo del soberano en la turbulenta vida política malaya favorezca no sólo la unidad nacional y un trabajo de mediación, sino que también haga lo necesario para evitar el riesgo de fracturas entre los distintos componentes étnicos y religiosos como consecuencia de las tensiones entre los actores políticos.

Soberano del Estado meridional de Johor, uno de los once (además de dos territorios federales) que conforman Malasia - que tiene una estructura federal - el sultán Ibrahim Iskandar prestó juramento el 30 de enero en el Palacio Nacional de la capital, Kuala Lumpur, aceptando un mandato de cinco años que es rotativo entre las nueve familias reinantes, según un sistema único en el mundo. El sultán Ibrahim, de 65 años, sucede al sultán Abdullah Sultan Ahmad Shah, rey de Pahang, que ya había mostrado su intención de implicar más a la institución monárquica en la vida política y social del país, sobre la base de prerrogativas concedidas pero poco usadas hasta el momento.

El país necesita cohesión, integridad y capacidad para salir de un largo período de tensiones en diferentes niveles: parlamentario, gubernamental y de conflictos entre personalidades sociales, étnicas y religiosas como resultado de su variedad y diversidad, pero sobre todo de la instrumentalización que algunos grupos hacen de las diferentes identidades que coexisten en la población. Multimillonario con numerosos intereses económicos, apasionado coleccionista de automóviles y motos de lujo, conocido por su franqueza y su personalidad decidida, el nuevo rey ha manifestado desde hace tiempo su escepticismo con respecto a la gestión política.

Antes de asumir había dado algunas señales, como la intención que manifestó en una entrevista con el periódico de Singapur Straits Times, de que su mandato fuera un tiempo de mayor intervencionismo, o de pedir que la petrolera estatal Petroliam Nasional y la Agencia Anticorrupción respondan directamente al soberano reinante. Propósitos que deberán tener en cuenta las fuertes susceptibilidades en juego, pero que son una señal significativa en el contexto de una sociedad atravesada desde hace años por tensiones y agitaciones políticas, tras la derrota en 2018 del Barisan Nasional, la coalición que había gobernado el país desde la independencia.

Ante esta situación, muchos habían pedido que se otorgara mayor poder a una institución que estuviera por encima de los partidos y, por ejemplo, tuviera la posibilidad de nombrar a un jefe de Gobierno que considere que tiene el respaldo de una mayoría segura en el Parlamento. Una prerrogativa que ya había ejercido su predecesor en momentos de crisis especiales. No es casualidad que al concluir su mandato el sultán Abdullah haya afirmado la necesidad de devolver la estabilidad al país como condición fundamental para garantizar el progreso y el rol internacional de Malasia.