de Alessandra De Poli

Es el último proyecto de la organización New Humanity International. El centro acoge a 60 niños de edad preescolar mientras sus padres trabajan durante el día. El objetivo más importante es inscribir a los niños en el Registro Civil, para que tengan acceso a la atención médica y a la educación superior.

 

Rangún (AsiaNews) - A pesar de las dificultades que atraviesa Myanmar desde hace un año y medio, no faltan iniciativas solidarias: el nuevo proyecto de la organización New Humanity International se llama Colmena de Oro y es un jardín de infantes para niños de 4 años que provienen del vertedero de Insein, en las afueras de Rangún, la antigua capital del país.

“La colmena es la imagen que mejor remite a la idea del cuidado: las abejas recién nacidas deben esperar 21 días antes de salir de su celda, mientras las abejas más grandes las cuidan y las alimentan con jalea real”, explica a AsiaNews el padre José Magro, misionero del PIME originario de Brasil que trabaja con New Humanity International. "Y elegimos el oro porque es el color de Myanmar, la tierra dorada del budismo".

La idea de una escuela para niños en edad preescolar nació de un encuentro con la comunidad local. "Cerca de casa hay un gran mercado donde voy siempre a comprar. Aquí la gente vive al día, vende lo que recoge en el vertedero o yendo a la fábrica, pero sin ninguna seguridad sobre el mañana. Un día ganan algo y al día siguiente no se sabe”.

En el vertedero de Insein viven unas 350 familias y la mayoría de ellas se mudaron aquí después del huracán Nargis de 2008, en el que perdieron la vida más de 138.000 personas.

Las charlas en el mercado del padre José se convirtieron en invitaciones en casa. Tomando un té o un cuenco de arroz nació la idea de una escuela para los más pequeños, que pasan la mayor parte del día solos en el vertedero mientras sus padres trabajan. Desde hace poco más de un mes, la Colmena de Oro acoge a 60 niños, la mitad a la mañana de 8 a 12 y la mitad de la tarde de 12 a 16. Están a cargo de seis maestras que dirigen los aprendizajes y los juegos, mientras que otras dos devuelven a los pequeños a su casa y conversan con los padres para saber si están viviendo situaciones difíciles.

Al principio las familias de Insein -una zona que también se conoce por la cercanía de una gran prisión estatal- se mostraron recelosas: "Por lo general, si los maestros van a visitar a los padres es para comunicarles que sus hijos se han portado mal", explica el padre José. “Pero poco a poco se van abriendo y entonces podemos saber si hay situaciones difíciles y si podemos hacer algo para ayudar también a los padres”. Hace unos días un padre de 27 años abandonó a su esposa de 24 años y su hijo de 4 años, sigue diciendo el sacerdote. “Estamos haciendo todo lo posible para ayudar a la madre y al niño. Desgraciadamente, el alcoholismo es un fenómeno muy extendido, una petaca cuesta menos que una botella de leche”.

Interactuando con los padres, las maestras descubrieron que las familias solo consiguen dar a sus hijos una comida al día. En el jardín de infantes de New Humanity International siempre se les ofrece el almuerzo a los niños, que por lo general incluye carne o huevos, alimentos que las familias no pueden pagar.

Pero el objetivo final de la escuela es garantizar que los niños estén inscriptos en el Registro Civil. Las personas que viven en el vertedero, en efecto, no tienen documentos y por lo tanto no existen para el Estado: “Algunos viven aquí desde hace casi veinte años y no saben su fecha de nacimiento”. Pero no tener documentos significa sobre todo no tener acceso a la atención de la salud o a la educación. Un médico y una enfermera voluntarios acaban de terminar una evaluación de todos los pequeños de la Colmena de Oro: “El médico ha decidido hacerse cargo de una madre que tiene un serio problema de tiroides y necesita ser operada. Pero tendríamos que trabajar durante meses, nos dijo, porque aquí nadie puede pagar una clínica, nadie ha visto nunca a un dentista”.

Por tanto, es la solidaridad lo que mantiene unidos los fragmentos de Myanmar, un país devastado por 16 meses de conflicto civil: "En Rangún hay numerosas instituciones del gobierno, no hay una situación de enfrentamiento abierto como en Shan o Kachin o en las zonas rurales del país". De vez en cuando escuchamos una explosión, nos llega la noticia del asesinato de algún jefe de barrio o líder comunitario que colabora con la junta golpista, pero luego la vida sigue como siempre”.

El 1 de febrero de 2021, el Tatmadaw (el ejército birmano) derrocó al gobierno civil anterior encabezado por Aung San Suu Kyi. Tras un primer período de protestas pacíficas, estalló un enfrentamiento armado entre las tropas del ejército y las Fuerzas de Defensa del Pueblo -brazo armado del Gobierno de Unidad Nacional en el exilio- apoyado por milicias étnicas.

“A pesar de todo, alentamos a las familias a enviar a sus hijos a la escuela”, explica el padre José. “Al menos así pueden seguir estudiando, en el vertedero no tendrían otra posibilidad”

Como un verdadero nido de abejas, la Colmena de Oro se está convirtiendo en un refugio para resguardarse de las atrocidades del conflicto gracias a la vida comunitaria: “Nos estamos organizando para ampliar las actividades del centro, dando cursos los sábados y domingos para niños más grandes. Las familias no saben que somos sacerdotes y tampoco se lo decimos, no lo entenderían. Nos conformamos con dar testimonio con nuestra vida”.