Elizaveta Fedorovna, la verdadera santa de los Romanov
Durante la conmemoración del centenario de la masacre del zar y de su familia, muchos peregrinos se detuvieron, sobre todo, delante de la reliquia de la tía del zar Nicolás II. Ella era descendiente de Elizabeth de Turingia. Al casarse con el Sergej Aleksandrovich era luterana, pero luego abrazó la fe ortodoxa. Una santa no sólo de la caridad, sino también del ecumenismo y del mundo multicultural.
Moscú (AsiaNews) – Los eventos que marcaron el centenario de la masacre de los Romanov en Ekaterimburgo, concluyeron el 21 de julio. En ellos, se recordó el asesinato de Nicolás II, de su familia y de las personas a su servicio, ocurrido en la noche entre el 16 y el 17 de julio de Alapev, en los alrededores de la misma Ekaterimburgo. Las solemnes celebraciones fueron presididas por el patriarca de Moscú, Kirill (Gundjaev), que, en honor del Zar mártir, reunió a todo el Sínodo de obispos ortodoxos rusos.
El pueblo participó con fervor en las liturgias y en la peregrinación de más de 10 km, desde el lugar del fusilamiento al de la sepultura, pero sobre todo, se colmó en intensas plegarias y gestos de devoción ante los restos de una tía del zar, la princesa Elizaveta Fedorovna, la “verdadera santa” de la familia imperial. Se calcula que cuando menos 60.000 personas acudieron a besar la vitrina que custodia el cuerpo de santa Elizaveta en la iglesia de Alapaev. Al final de las manifestaciones, la sagrada reliquia, que había sido llevada por el mismísimo patriarca Kirill, fue restituida al monasterio de Marta y María en Moscú, sede de la congregación religiosa fundada por la santa de los Romanov.
La princesa Elizaveta, célebre en toda Rusia por sus obras de caridad, fue ajusticiada al día siguiente de la muerte de su sobrino emperador, junto a cuatro miembros de la familia y a la fiel monja Varvara, su asistente en las obras de misericordia. Las víctimas fueron arrojadas cuando todavía seguían vivas a una cueva de una mina de hierro en Alapev, en la ladera de los Urales.
Nacida en Darmstadt, Alemania, en 1861, como Elisabeth Alexandra Luise Von Hessen-Darmstadt (en familia la llamaban Ella), se convirtió en esposa del gran príncipe Sergej Aleksandrovich, quinto hijo del zar Alejandro II y tío de Nicolás II. Miembro y luego presidenta de la Sociedad Ortodoxa Imperial de Palestina, que supervisaba las peregrinaciones rusas a Tierra Santa, Elizaveta también fue miembro honorario de la Academia Teológica de Kazán, dedicada a los estudios misioneros. Fundó el hogar de Marta y María en Moscú, en el cual luego instaló una nueva congregación religiosa, para acudir a los sin techo y a los necesitados de la histórica capital rusa.
Al nacer, fue llamada con el mismo nombre de Santa Elizabeth de Hungría y de Turingia, en referencia a la casa de los Hessen, quien fue un modelo para toda la vida de la joven princesa. Al contraer matrimonio en 1884, ella mantiene la fe luterana, y recién adhiere a la ortodoxa en 1891, tras haber profundizado en los principios del cristianismo oriental. Muchos miembros alemanes de la familia imperial la elogiaban por su perfecto conocimiento de la lengua rusa, idioma que hablaba sin acento. Por lo tanto, ella puede ser considerada una santa, no sólo de la caridad, sino también del ecumenismo y del mundo multicultural.
En 1981, Elizaveta fue proclamada santa de la Iglesia rusa en el exterior, por estar ligada a la memoria del período zarista, y en 1992 es canonizada en el primer Sínodo post-comunista, presidido por el patriarca Aleksij II (Ridiger). En medio de la euforia filo-zarista de las últimas semanas, la princesa santa se destaca como figura de una Rusia, y de un cristianismo, verdaderamente universales.
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