Elecciones presidenciales libanesas: Aoun repunta en el empate Azour-Frangié, pesa el veto de Hezbolá
El Parlamento de Beirut se reunirá mañana, 14 de junio, para elegir un nuevo jefe de Estado, después de ocho meses vacante. Se perfila un equilibrio entre los dos principales rivales, que congela sus posibilidades de victoria. Se espera que el ex ministro francés de Asuntos Exteriores llegue a Beirut la próxima semana para dar un nuevo impulso a la candidatura del general.
Beirut (AsiaNews) - Para mañana 14 de junio está prevista una sesión parlamentaria para elegir al nuevo presidente de la República libanesa, cargo vacante desde hace ocho meses. Salvo grandes sorpresas, la reunión no terminará con una fumata blanca y la elección de un nuevo jefe de Estado. A lo sumo, se confirmará un enfrentamiento entre los aspirantes con mayor grado de consenso. Por un lado, Jihad Azour, director saliente del Fondo Monetario Internacional (FMI) para Oriente Próximo y el Norte de África y ex ministro libanés de Finanzas (2005-8), expresión del compromiso apoyado por los partidos cristianos y el bloque druso de Walid Joumblatt. Por otro lado está Sleiman Frangié, apoyado por el tándem chiita (Hezbolá-Amal), su propio partido (4 diputados) y diputados pro-sirios. Se espera que el primero obtenga entre 50 y 55 votos, mientras que al segundo se le atribuyen entre 43 y 45 votos. Dichos puntajes están muy lejos de los 85 votos necesarios para ser elegido en el primer escrutinio (dos cuatros de los 128 votos de la Cámara).
La opinión generalizada es que no habrá segunda vuelta: con toda probabilidad, el Presidente suspenderá la sesión con cualquier pretexto o los diputados que voten a Frangié se retirarán, provocando la falta del quórum necesario para la elección, que, según la Constitución, debe ser de dos tercios (85 escaños). Según fuentes internas de la Asamblea, el tándem chiíta no quiere correr el riesgo de que eventualmente la votación se dirija hacia la candidatura de Azour, lo que le permitiría ser elegido con mayoría absoluta.
Una hipótesis nada remota en este caso, ya que en la segunda vuelta el candidato puede ser elegido con 65 votos (mayoría absoluta más uno). En este sentido, los acuerdos secretos entre los partidos también podrían cerrarse tras bambalinas. Los votos adicionales procederían de una "barriga blanda" parlamentaria formada, en particular, por dos grupos: el primero, de independientes mayoritariamente sunitas; el segundo, de diputados de la oposición. Por otra parte, también existe la posibilidad de que falten cinco votos del Movimiento Patriótico Libre (CLP), que presentaría el voto en blanco y haría que la elección de Azour careciera del apoyo necesario.
Sin embargo, la votación de mañana, aunque no sea concluyente, se diferenciará totalmente de las once votaciones análogas que la han precedido en los últimos meses, desde el final del mandato presidencial de Michel Aoun, el 31 de octubre de 2022. De hecho, marcará una intensificación de la batalla que opone Hezbolá, punta de lanza del tándem chiita, a las fuerzas que quieren derrotar su hegemonía y cuyo núcleo está formado ahora por los grandes partidos cristianos: en primer lugar el CPL, junto con las Fuerzas Libanesas y el partido Kataëb, es decir, casi el 080% de los 64 diputados que componen esta comunidad (cristiana). A esto se añade la advertencia del Patriarca maronita, el card. Beshara Raï, que ha recordado en repetidas ocasiones que Bkerké se sitúa "a igual distancia de todos los candidatos" y no tiene intención de tomar partido.
Esta nueva fase política corre el riesgo de inaugurar un (nuevo y) largo periodo de estancamiento y renovadas tensiones. Despojado de la preciosa "cobertura cristiana" que le aseguraba el CPL, Hezbolá emergerá con mayor claridad como un partido intransigente y, según la acusación de sus adversarios, aún más "totalitario". Una posición que emerge más claramente con el rechazo sin vacilaciones ni explicaciones de la candidatura de Azour, que a sus ojos pasó a considerarse una figura de "confrontación, desafío y sumisión".
Sin embargo, la elección del alto funcionario del FMI tenía todo el aire de un compromiso. Por eso, también por consejo del Vaticano y de París, que hizo una visita recientemente, el Patriarca maronita intentó convencer a los dirigentes de Hezbolá, enviándoles como emisario al arzobispo maronita de Beirut, monseñor Boulos Abdel Sater. Por su parte, la misma comunidad financiera internacional había reaccionado favorablemente a esta candidatura, sabiendo que Líbano no podría recuperarse de una crisis económica y también general, sin el asesoramiento y la orientación del FMI.
Más allá del resultado y de los escaños obtenidos, la de mañana será también una batalla de "legitimidad nacional". Independientemente del número de escaños que consigan, tanto Sleiman Frangié como Jihad Azour saldrán perdiendo en este aspecto. De hecho, el preámbulo de la Constitución establece que "no se concederá legitimidad a ningún poder que contradiga el pacto de vida en común". Sin embargo, Frangié sólo goza de una "legitimidad" muy marginal por parte del mundo cristiano, mientras que Azour carece totalmente de legitimidad por parte del universo chiita (27 miembros electos). El riesgo ahora es que Sleiman Frangié y Jihad Azour, después de haber llenado sus votos, se encuentren en una batalla campal con el mismo marcador que se repite hasta el infinito.
El presidente Emmanuel Macron comprendió esto y decidió incrementar su mediación nombrando a un nuevo emisario para Líbano, el exministro francés de Asuntos Exteriores Jean-Yves Le Drian. Se espera que el antiguo jefe de la diplomacia en París llegue a Beirut la próxima semana para sustituir a Patrick Durell, consejero para África y Oriente Próximo en el Quai d'Orsay. Y aquí vuelve a entrar en juego un viejo nombre, que nunca ha decaído aunque haya estado en un segundo plano últimamente: ¿acabará por sonreírle la fortuna al comandante del ejército, el general Joseph Aoun? ¿O a dos nombres emergentes como Neemat Frem o Ziad Baroud?
La rueda sigue girando, pero el veto de Hezbolá corre el riesgo de atascar otra vez los engranajes.
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