El retorno de los refugiados sirios, una cuestión geopolítica ‘compleja’ con intereses contrapuestos
Todavía hay casi un millón de desplazados viviendo en el Líbano. La guerra en Siria ha cambiado el equilibrio demográfico y ha hecho tambalear los equilibrio internos. Damasco no tiene ninguna prisa en repatriarlos, pero para Beirut se han convertido en una dura carga, cuyo costo es multimillonario. La partida para la reconstrucción se juega entre Rusia y Occidente.
Beirut (AsiaNews) - En un contexto de gran incertidumbre para la región del Oriente Medio, la cuestión - irresuelta - de los refugiados sirios vuelve a cobrar actualidad y despierta profunda preocupación, en el marco de nuevas alianzas y frentes con intereses contrapuestos - Turquía, Irán y el eje entre Israel y las monarquías sunitas del Golfo. La cuestión de los refugiados sirios en el Líbano se está volviendo insostenible, por su costo económico y su presencia masiva - 900.000 en el mes de septiembre, según el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR), pero otras fuentes hablan de 1,5 millones de refugiados, en un país de 6 millones de habitantes. La preocupación no solo radica en el costo de esta presencia - millardos de dólares - sino también en los desequilibrios sociales, políticos y religiosos que ésta conlleva, como subraya el economista libanés Fouad Khoury Hélou, en un análisis publicado en L’Orient-Le Jour (LOJ).
En febrero de 2018, fuentes de la ONU estimaban que el total de refugiados sirios ascendía a 11,5 millones, sobre una población de 20,7 millones de habitantes (en el 2011). Del total, la gran mayoría está compuesta por musulmanes sunitas; 5,5 millones huyeron al exterior (a Europa y a los países limítrofes) y 5,5 millones son desplazados internos. La gran mayoría de los que dejaron el país encontró refugio en el Líbano o en Turquía (donde el presidente Recep Tayyip Erdogan ha polarizado su naturalización, concediendo la ciudadanía a aquellos que compartan el credo musulmán).
En esta situación, el primer dato que salta a la vista, según Hélou, es la alteración demográfica y comunitaria que se ha producido en Siria: antes de la guerra, los sunitas representaban el 70% de la población, hoy se estima que son el 50%. Y en las regiones costeras y grandes centros urbanos como Damasco y Alepo, los que permanecieron se desplazaron hacia el norte (Idlib) o hacia el sector oriental, instalándose en el territorio que por años estuvo controlado por el Estado Islámico (EI, ex Isis).
"Esto podría llevar a pensar que Damasco quiere limitar su repatriación y mantener a estas poblaciones fuera del país, lo que complica cualquier debate al respecto. En los últimos años se han adoptado diversas medidas (como la Ley Nº 10 o el Decreto Legislativo Nº 63) para permitir que el Gobierno se haga cargo de los bienes de las personas desplazadas (clasificadas como "terroristas"), postergando y obstaculizando su regreso". Esto se combina con una creciente internacionalización de la cuestión, con intereses opuestos, particularmente entre Rusia y los Estados Unidos (y Europa), y tensiones y divisiones que afectan especialmente a los tres "países afectados: Líbano, Siria e Irak". En tanto, Moscú "ahora se ha instalado en el corazón de Siria, y despliega un papel de comodín en este nuevo equilibrio".
Para el Kremlin, el retorno de los desplazados no puede prescindir de una necesidad evidente: la reconstrucción del país, en la que Moscú pretende desempeñar un papel protagonista. Para el bloque occidental, en cambio, la prioridad es traer de regreso a los que huyeron, restableciendo un clima de seguridad bajo el control de los organismos internacionales. Y luego proceder con la reconstrucción.
Desde este punto de vista, la posición del Líbano es cada vez más delicada: por un lado, exige la repatriación de los refugiados sirios, pero por otro debe lidiar con los intereses de Damasco (de Hezbollah y Teherán) que no tienen ninguna prisa en organizar su retorno. A menos que lo hagan "única y exclusivamente" para los desplazados sirios en el Líbano, una hipótesis difícil de aplicar por el momento y con un precio económico y financiero exorbitante, que nadie está dispuesto a pagar. Situado en el centro de esta llamada "zona de amortiguación" del Oriente Medio, el Líbano ha oscilado durante años entre la guerra (fría) y la paz (hipotética). Una situación ideal para los actores políticos libaneses, ya que promueve cierta estabilidad, pero principalmente y sobre todo, su inmovilidad.