El monje de Mandalay que estudia el diálogo para restaurar su tierra
Dos años después del golpe militar, el testimonio de Ashin Mandalarlankara, un monje budista Theravada que en el Angelicum de Roma estudia el encuentro con otras tradiciones religiosas en un programa que lleva el nombre de Juan Pablo II. "En mi tierra la gente sufre y nos pide a los religiosos que no nos detengamos en palabras sobre la paz".
Roma (AsiaNews) - "En Birmania hemos vivido demasiado tiempo sin entendernos entre las distintas comunidades. Esto también hizo posibles los conflictos. Y los militares avivaron el fuego de estas divisiones". Pasaron dos años desde el golpe de Estado en el que los generales barrieron el gobierno dirigido por Aung San Su Kyi, reprimiendo sangrientamente las protestas de la sociedad civil en Yangón y el resto del país. Ese enfrentamiento -como informamos constantemente en nuestros reportajes de AsiaNews- se convirtió en una sangrienta guerra sin cuartel que ya dejó tras de sí casi 3.000 víctimas civiles, así como una devastación sin fin y un millón y medio de desplazados en las zonas donde el choque entre el ejército y las milicias étnicas es más intenso.
Todo esto lo tiene bien presente el joven monje Theravada Ashin Mandalarlankara, que se trasladó de Mandalay a Roma hace unos meses con una tarea especial: ampliar sus estudios en el diálogo interreligioso. Ashin es, de hecho, el primer budista seleccionado por el Centro Juan Pablo II para el Diálogo Interreligioso, una institución nacida de la asociación entre el Angelicum (la universidad pontificia de los dominicos) y la Fundación Russel Berrie (una institución judía) con el objetivo de formar líderes capaces de trabajar en sus propios países por el diálogo interreligioso y la construcción de la paz. Cada año selecciona a una docena de becarios de todo el mundo, que asisten a un programa especial de formación en el Angelicum. Desde su fundación en 2008, ya pasaron por él unos 130 jóvenes líderes de 40 países. Y este año, de hecho, la clase incluye significativamente a un monje de Birmania.
"No es un reto fácil para mí", dice Ashin, "las distancias lingüísticas y culturales en el estudio de las religiones monoteístas se hacen sentir. Intento comprender las diferencias y similitudes con el budismo sin mezclar las cosas. Pero, sobre todo, esta experiencia también me está ayudando a comprender mejor a las otras comunidades que conviven con nosotros, los budistas, en Birmania". El diálogo no es una experiencia nueva para el joven monje: nacido en una pequeña aldea, en Mandalay ya había tenido la oportunidad de cultivar el deseo del encuentro con otras tradiciones religiosas. En 2015, había participado en Viena en otro programa promovido por KAICIID (el centro para el diálogo interreligioso respaldado por Arabia Saudita). Y una vez de vuelta en su país, puso en marcha iniciativas para que se reunieran jóvenes budistas, musulmanes, cristianos, hindúes y bahai.
Hoy, sin embargo, el conflicto abierto por el golpe de Estado de hace dos años hizo que este asunto sea aún más delicado. Teníamos democracia, pero los militares mantenían el poder económico", comenta. "También quieren manipular a los líderes religiosos, a los budistas, pero no sólo a ellos. El resultado es que la secularización avanza: las religiones pierden atractivo entre la gente y con ello su capacidad de unir a las personas. Y esto complica aún más el conflicto".
De ahí la importancia del diálogo entre comunidades, que considera un ámbito especial de trabajo cuando regrese a Mandalay al final del curso académico: "Todas las religiones hablan de paz y compasión, en el corazón de sus enseñanzas tienen una perspectiva humanitaria", explica, "pero de lo que se trata es de no quedarse en las palabras y traducir todo esto en acciones concretas". Habla de la islamofobia que hay que combatir en Birmania, del entrelazamiento del poder político -el militar, pero también muchas milicias étnicas- con los negocios relacionados con la explotación de recursos. "La gente está enfadada y tiene muchas preguntas sobre la religión. Nos preguntan: "¿Y tú a qué haces? Si nuestros dirigentes se limitan a comprender los textos sagrados, la distancia no hará sino aumentar".
Habla de monasterios budistas que también abrieron sus puertas para acoger a las víctimas de la guerra. Pero también menciona la cuestión de la purificación de la memoria y el trauma psicológico que estos dos terribles años están dejando en Birmania. "Habrá tanta necesidad de sanar y hará falta tanto diálogo". Una agenda clara de lo que le espera después de estos meses en Roma.
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