El monasterio de Mar Musa vuelve a abrir su puertas a los visitantes
Tras años de aislamiento debido a la guerra y luego a la pandemia, la comunidad fundada por el padre Dall'Oglio vuelve a acoger a peregrinos y visitantes. "Somos un oasis de espiritualidad y fraternidad en un contexto que sigue siendo durísimo", explica el abad, fray Jihad Youssef.
Milán (AsiaNews) - Tras años de aislamiento debido a la guerra y luego a la pandemia de Covid-19, el monasterio sirio de Mar Musa reabrió sus puertas para acoger a peregrinos y visitantes. Así lo anunció la comunidad de este lugar enclavado entre las montañas y el desierto, a cien kilómetros al norte de Damasco. Fundada en los años 90 por iniciativa del padre jesuita Paolo Dall'Oglio, el sitio se convirtió en un centro de diálogo entre el islam y el cristianismo.
"Es una señal importante, porque la abadía representa un oasis espiritual de paz y amistad para muchos sirios de diferentes confesiones y denominaciones religiosas", afirma el fraile Jihad Youssef, abad de Deir Mar Musa Al Habashi (San Moisés el Abisinio), uno de los monasterios más antiguos de Siria, donde se conservan preciosos frescos, una iglesia del siglo XI e inscripciones murales en árabe, sirio y griego.
Tras el inicio de la guerra en 2011, los encarnizados combates entre los grupos de la oposición y las fuerzas gubernamentales también afectaron a la vecina ciudad de Nabek. Luego, entre 2015 y 2017, el Estado Islámico se hizo con el control de una región de los alrededores, donde también se produjeron secuestros de habitantes cristianos. Para la comunidad, sin embargo, el golpe más duro fue la desaparición del padre Dall'Oglio en 2013, en la zona de Raqqa, controlada por los yihadistas. Desde entonces, se desconoce el paradero del religioso.
Sin embargo, su espíritu se siente con fuerza dentro de los antiguos muros de piedra, cuyo silencio sólo se interrumpe con los cantos de los monjes durante las horas de oración. "Aquí no hay conexión a Internet, nuestros huéspedes pueden disfrutar de un descanso del agitado estilo de vida de la ciudad, y dedicarse al encuentro con Dios, con ellos mismos y con nosotros, en un ambiente de amistad que trasciende las diferencias religiosas", explica el abad de la fraternidad, ecuménica y mixta.
Una "profecía de una amistad global" especialmente significativa en un contexto en el que, pese a que no hay más disparos, la vida cotidiana sigue siendo muy dura: "Más que vivir, la gente sobrevive. Estamos atravesando una grave crisis económica, nuestra moneda ya no vale nada, el empleo es precario y mal remunerado, y los precios de todo están por las nubes”
Aunque domina el desánimo, los lugareños acogieron con gran alegría la noticia de la reapertura del monasterio a la hospitalidad: "Desde hace tiempo, muchos amigos nos preguntaban cuándo volveríamos a recibir visitas. Nos dijeron: 'Los necesitamos, para rezar, para descansar, para contemplar la naturaleza y caminar por las montañas'". Desde el principio, el vínculo con la creación y el cuidado del medio ambiente ha sido una de las características especiales de Deir Mar Musa. Los monjes y las monjas trabajan la tierra y supervisan proyectos para la mejora de la biodiversidad local. Y los huéspedes -además de dedicar un espacio a la reflexión y utilizar la enorme biblioteca- pueden compartir momentos de trabajo manual.
En los últimos años, la comunidad ha trabajado intensamente para sostener a los desplazados y a los pobres. Lo ha hecho tanto en la zona de Nabek como en la gobernación de Homs, donde se encuentra el monasterio de Mar Elian. Este último fue semidestruido por los islamistas en el verano de 2015 (también secuestraron allí al padre Jacques Mourad, que estuvo prisionero durante cinco meses). El propio padre Mourad anunció hace tiempo que van a reconstruir el edificio y que volverán a plantar sus viñedos y olivares.
Ahora, la reapertura de Mar Musa es un nuevo signo de esperanza: "Los grupos ya han regresado: tuvimos 110 personas en un día, mientras que desde Alepo, un sacerdote acompañó a 35 mujeres de la fraternidad parroquial a un retiro con pernoctación, y luego a treinta jóvenes", dice el padre Jihad. Y añade: "Para los próximos meses, nuestra agenda ya está llena".
Los peregrinos son principalmente sirios, porque para los extranjeros todavía no es fácil obtener visados de ingreso al país, pero "todos son bienvenidos", confirma el abad. "Para nosotros, la hospitalidad es sagrada: cada persona que llega viene a visitar al Señor. Al recibirla, recibimos a Jesús, en el nombre de Jesús. Siempre es Dios quien recibe y quien es recibido".
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