El mausoleo de la era de Putin y el hospital infantil de Kiev
En el mismo momento en que se estaba produciendo el bombardeo del centro de tratamiento para los pequeños pacientes oncológicos ucranianos, en Moscú se clausuraba (para reabrir después de forma permanente) la muestra que glorifica la "Rusia sin fin". Mientras se elogian los éxitos internos, el exterminio externo se comenta con cínica indiferencia: "Es la guerra, no tiene nada de especial".
En el mismo momento en que se estaba produciendo el bombardeo ruso sobre el hospital oncológico infantil Okhmatdet de Kiev, el pasado 8 de julio, concluía en la feria Vdnk de Moscú la exposición "Rusia: los éxitos de la era de Putin", que el 4 de noviembre del año pasado había inaugurado la campaña para las elecciones presidenciales de marzo, con un concierto frente a la fuente de la Amistad de los Pueblos de los cantantes rusos más "patrióticos": el cantante de ópera Grigory Leps y el soviético Oleg Gazmanov, el rockero Shaman y el rapero ST. Al presidente le gustó tanto la muestra que se convertirá en un "mausoleo permanente" con el nombre "Rusia no termina nunca", según anunció la directora Natalia Virtuozova. La exposición debía terminar en abril, pero después de su reconsagración, Putin decidió que permanecería abierta hasta el verano "para permitir que millones de visitantes aprecien las bellezas de Rusia".
A orillas del Moscova, junto a los pabellones de lo que fue el gran desfile de las conquistas soviéticas, se construirá entonces un nuevo y grandioso edificio para "la conservación del patrimonio de la Rusia actual" en el paseo de Krasnopresnensky. En él tendrán espacio las expresiones de más de cien regiones de Rusia que han madurado en el cuarto de siglo de Putin, bajo la dirección del gran consejero Serguei Kirienko. Uno de los presentadores del evento final, el showman de origen letón y celebridad soviética Valdis Pelšs, explicó en efecto, con gran entusiasmo, que "muchos visitantes de la muestra están dispuestos a permanecer días enteros con tal de no perderse estos tesoros ... no siempre uno tiene la suerte de ver la belleza única de nuestro país, desde Vladivostok hasta Kaliningrado, todo en un solo lugar". “Rusia sin fin” es precisamente la definición plástica de la idea de un “mundo ruso” que trasciende todas las fronteras y une a todos los pueblos.
Putin no estuvo presente en el concierto final, pero al día siguiente se reunió con todos las personas que habían colaborado, que le entregaron "tres cajones de agradecimientos" de parte de los visitantes, y felicitó a los ganadores de los concursos "Nuestras cosas de familia" y "La fuerza de la familia”, asegurando que “para el Estado no puede haber nada más importante”. Durante la campaña electoral, e incluso después, Putin visitó la exposición varias veces, expresando en cada oportunidad su gran satisfacción e invitando también a verla a todos los diplomáticos extranjeros residentes en Rusia: "Así podrán comprobar por ustedes mismos cómo crece y se desarrolla nuestro país, y ya no querrán marcharse". Según datos oficiales, la muestra fue visitada por más de 17 millones de personas, más del 10% de la población de toda la Federación Rusa.
Se dedicó un lugar especial a los nuevos recursos diseñados para la zona del Ártico, con un "autobús ártico eléctrico" y planos de las nuevas ciudades que se construirán al norte del Círculo Polar. En cada stand regional se podían hacer paseos virtuales a los lugares más representativos, como monumentos, castillos e industrias, y cada uno ofrecía ferias artesanales y especialidades locales, con degustación de productos típicos. Todos los principales propagandistas y muchos políticos participaron en encuentros y discursos públicos, desde el periodista Vladimir Solovyov hasta Margarita Simonyan, el primer ministro Mijaíl Mishustin y muchos otros ministros y altos funcionarios, para elogiar el "mundo especial" creado por Putin y enunciando las cifras de todos los récords que ha alcanzado. Cada cien mil visitantes recibía un premio el último que había llegado, hasta el punto de que alguien observó con picardía que muchos volvían varias veces para acertar el "número perfecto". Por otra parte, el parque Vdnk es uno de los lugares preferidos por los moscovitas para hacer un paseo.
Uno de los pabellones más populares fue el de la Zar-Bomba, la bomba termonuclear AN602 que produjo en la Unión Soviética, entre 1956 y 1961, un grupo de físicos nucleares dirigido por el legendario científico Igor Kurchatov. Fue la demostración de la capacidad de los soviéticos para competir en la guerra atómica, y se considera el arma explosiva más poderosa de toda la historia de la humanidad, hasta el punto de que incluso figura en el Libro Guinness de los Récords. Muchos visitantes se dedicaban a comparar los stands de las regiones vecinas, para ver quién era más capaz de poner de relieve sus características artísticas o tecnológicas, y los niños acudieron en masa al stand del Ejército de la Infancia, donde podían participar a través de videojuegos en la operación especial en Ucrania y otras guerras del pasado y del presente. Muchas regiones invirtieron cifras enormes en la muestra, sustraídas a las necesidades presupuestarias de sus propios ciudadanos; la de Krasnodar gastó 146 millones de rublos (un millón y medio de euros), 50 millones la de Vladimir y 23 millones la de Kuzbass. Muchos recordaron irónicamente las "aldeas de Potemkin", las fachadas que se pintaron para la visita de la zarina Catalina II a fines del siglo XVIII.
El objetivo de la exposición es el de toda propaganda interna en la vida de Rusia: mostrar sólo el lado positivo y los “grandes avances” en todos los rincones del país. Se podía recorrer toda la feria con el "pase turístico" Viaja con nosotros, degustar los platos de la cocina chuvasia o buriatia y participar en competiciones deportivas, todo lo que ahora es imposible experimentar fuera de Rusia, en un mundo exterior que sólo merece desprecio. Es la tarea de "llevar nuestras tradiciones hacia el futuro", como se ha repetido en cientos de mesas redondas sobre temas patrióticos y "política juvenil". Ahora el nuevo mausoleo se llamará Centro Rusia y tendrá sucursales en todas las regiones; muchos lo han apodado Putin-Centr o "la nueva infraestructura del bloque de Kirienko", donde podrán tener acceso a financiación ilimitada aquellos que consideran la herencia de Rusia también como herencia del mismo Putin, en un futuro que por el momento es imposible calcular.
La apoteosis del putinismo, que exalta una realidad grotesca basada en mentiras propagandísticas, resulta aún más impresionante si se la confronta con la enésima tragedia que se consumaba en Kiev en ese mismo momento. Es probable que el motivo para bombardear un hospital pediátrico especialmente sensible sea la destrucción de los grandes generadores independientes, precisamente como los que tienen las clínicas donde no se puede interrumpir la electricidad, para "reducir a la nada y al silencio la vida de los ciudadanos ucranianos". Y mientras se glorifican los éxitos internos, en Rusia se comenta la destrucción externa con cínica indiferencia: "Es la guerra, donde pasa de todo, no hay nada especial", como afirmó el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov. Los propagandistas más "elevados" intentaron atribuir la tragedia del Okhmatdet al fuego antiaéreo ucraniano, pero la mayoría de ellos admitieron tranquilamente que "Rusia está haciendo su trabajo", y repitieron el mismo estribillo, "no hay nada especial". En el canal ortodoxo-patriótico Tsargrad se emitió un reportaje sobre "El hospital infantil de Kiev no es un accidente, reconozcámoslo y dejemos de tener miedo".
En Rusia todo es espléndido y especial, fuera de ella todo es miserable y carente de interés por terrible o impresionante que sea lo que está ocurriendo: éste es el patrón de la narcosis de la conciencia de los ciudadanos rusos. Se repite constantemente que no hay nada especial, así que no es necesario pensar en ello; la negación de la realidad no conoce límites, y lamentablemente esta es una característica de muchos sistemas políticos y diversas ideologías en todo el mundo. Muchos se dejan envolver en las espirales de la mentira, muchos fingen aceptarla, pero lo que cuenta no es tanto la conciencia como el comportamiento: si no hay nada especial, no hay por qué inquietarse ni protestar. Para evitar consecuencias desagradables, están dispuestos a negar no sólo el sufrimiento de los otros, sino también el propio, fingiendo incluso que nadan en los placeres y la abundancia.
Aquellos que todavía apoyan en Rusia posiciones contrarias a la guerra, que no han huido del país ni han caído bajo el hacha de la persecución, se ven obligados a adaptarse a una situación que parece imposible de cambiar de alguna manera. Al "no hay nada especial" corresponde otro estribillo, "hay que seguir viviendo de todos modos", porque la sociedad rusa no puede controlar el poder, sino sólo esperar que en realidad no sea eterno. Un gran científico e intelectual de la época soviética, el filólogo Jurij Lotman, como veterano de la Gran Guerra patriótica, proponía una forma "bélica" para vivir muchos años bajo el régimen totalitario: "debemos actuar como si estuviéramos en primera línea en la guerra, escapando de los enemigos, escondiéndonos de trinchera en trinchera, de árbol en árbol, sin hacernos la ilusión de que podemos hacer planes para el futuro, sino sólo tratando de no perderse uno mismo". El mundo cambia, y Rusia también cambia, a menudo de manera radical e imprevista: si uno consigue sobrevivir, tal vez pueda ver un mundo nuevo.
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17/12/2016 13:14