El gran juego de Turquía sobre Ucrania
La reunión en Antalya de los ministros de Asuntos Exteriores de Moscú y Kiev. La visita a Ankara (después de veinte años) de un presidente israelí. En torno a una zona del mundo vital para sus intereses económicos, Erdogan apunta a reacreditarse en la política internacional. Pero Rusia sabe que pagaría el precio en teatros donde hoy solo es aliada de facto con Turquía.
Milán (AsiaNews) - El presidente turco Recep Tayyip Erdogan se prepara para alojar una mediación con la que podría hacer jaque mate en tres frentes: Rusia, Occidente y esa parte del mundo islámico-sunita que mal tolera la exuberancia diplomática a la que Ankara nos tiene acostumbrados desde 2009. Y ciertamente, si las negociaciones entre Rusia y Ucrania tienen éxito, el jefe de estado se prepara para recoger los frutos.
Detrás de esta Turquía - en primera línea en la que es actualmente la crisis internacional por excelencia - también hay otra que necesita de esta mediación por dos razones. La primera es que el área del Mar Negro es vital para sus intereses económicos y, en un momento en que la economía nacional no es particularmente próspera, no puede permitirse en absoluto una crisis prolongada en la zona. La segunda es la necesidad de reposicionarse en el escenario global donde, mientras por un lado quiere ayudar a su aliada Rusia (por conveniencia), por el otro intenta reposicionarse y salir del aislamiento que la caracteriza desde hace mucho tiempo.
Entre el 9 y el 10 de marzo, justo cuando en Antalya bullan los preparativos para recibir a los ministros de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergeij Lavrov, y Ucrania, Dmytro Kuleba, el presidente israelí Isaac Herzog llegará a Ankara para reunirse con su homólogo, Recep Tayyip Erdogan. Una visita que la prensa turca ya ha calificado de "histórica". Hacía dos décadas que un jefe de Estado israelí no pisaba Turquía y la llegada de Herzog debería marcar el comienzo de un amplio deshielo entre los dos antiguos aliados, después de años en los que, hay que decirlo, el presidente Erdogan hizo todo tipo de acusaciones y la Media Luna fue acusada reiteradamente de financiar a Hamás.
Y no solo eso. Precisamente en los primeros días de esta nueva crisis ruso-ucraniana, Turquía también inició un acercamiento con los Emiratos Árabes Unidos, de los que Ankara se había distanciado precisamente por su mano tendida a Israel.
Este es el contexto turco en el cual se deben enmarcar las negociaciones que comienzan dentro de dos días donde - cosa especialmente importante - Ankara ha conseguido que participen solo Rusia y Ucrania, sin representantes de las repúblicas de Donetsk y Lugansk, condición previa que Moscú ha tratado de mantener hasta último momento.
Pero, ¿qué se juegan Turquía y Rusia con esta mediación? Para Ankara es la gran oportunidad, que ha estado esperando durante mucho tiempo, para ser reconocida por la comunidad internacional como un actor importante a nivel mundial. No solo eso. Si la mediación tuviera éxito, obtendría un crédito considerable con Occidente y podría aprovecharlo de varias maneras. La administración Biden, que hasta ahora ha mantenido a Turquía a una distancia segura, se vería obligada a replantear su relación con la que alguna vez fue una aliada de hierro.
La Unión Europea también está en jaque. En los últimos días el presidente Erdogan había utilizado tonos polémicos respecto a un posible ingreso acelerado de Ucrania, señalando que las negociaciones para el ingreso de Turquía se encuentran crónicamente estancadas. Es más que probable que Ankara haga pesar su rol en la crisis para obtener al menos la liberalización de visados, que es el objetivo que más interesa realmente al presidente de la República Turca.
Pero el precio más caro lo pagaría la misma Rusia de Putin; y es por eso que primero el presidente ruso le dio prioridad a Bielorrusia. El jefe del Kremlin se arriesga a que se replantee el equilibrio de poder en una alianza que siempre se ha parecido más a un matrimonio de conveniencia. Un doble hilo formado por relaciones comerciales y colaboración energética. Y esa es la razón por la que Ankara cerró el Bósforo, apelando a la convención de Montreux, casi fuera de tiempo, cuando ya había pasado cómodamente por el Bosforo todo lo que podía pasar, además de mantener activos los vuelos de carga y las relaciones comerciales.
Pero todo eso tiene un precio y Rusia lo pagará en aquellos teatros internacionales donde Moscú y Ankara están presentes, aparentemente alineados pero en realidad divididos por intereses y visiones diferentes. El ejemplo más macroscópico es Siria, aunque también se podrían añadir Libia, el Cáucaso y África Central.
Sin embargo, hay un aspecto que hasta ahora ha pasado desapercibido y que corre el riesgo de resultar particularmente insidioso para Putin. La protección, por parte de Turquía, de los tártaros de Crimea, o al menos de lo que queda de ellos, además, por supuesto, de los muchos turcos que viven en el país. Una razón humanitaria tras la cual, como de costumbre, se esconde una estratégica. Tartaristán es uno de los sujetos de la Federación Rusa donde Turquía está más presente en términos de inversiones e influencia cultural. No es difícil imaginar que Erdogan podría verse tentado a presentarse como garante de las poblaciones musulmanas que viven en Rusia, tratando de infiltrar también allí a los Hermanos Musulmanes.
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