El gobierno de Hong Kong se niega a emprender una investigación independiente sobre los enfrentamientos de Mong Kok. La mano dura de Beijing
Beijing se muestra cada vez más inflexible con respecto a los asuntos de la ex colonia, y por primera vez usa el término “separatistas radicales”. El referéndum sigue sin implementarse, y crece el riesgo de que se produzcan tensiones sociales.
Hong Kong (AsiaNews) – El gobierno de Hong Kong ha definido como “inútil” la creación de una Comisión independiente para investigar los enfrentamientos en el área comercial de Mong Kok, ocurridos el primer día del Año Nuevo chino. El pedido estaba contenido en un petitorio presentado por 30 académicos locales.
El conflicto estalló luego de que las autoridades anunciaron el deseo de “limpiar las calles” del distrito de vendedores ambulantes durante la Fiesta de la primavera: en años anteriores, su presencia supo ser tolerada. Las protestas de los vendedores rápidamente se transformaron en un violento enfrentamiento, el más grave que se recuerde desde las revueltas de 1967 llevadas a cabo por manifestantes pro-comunistas. La policía hizo disparos al aire para tratar de frenar a los manifestantes.
Dixon Sing Ming (成名), profesor asociado de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong y cofirmante de la petición, declaró al periódico local Apple Daily que Hong Kong tiene la apariencia de ser semi-democrática, cuando, en realidad, se está transformando en una realidad cada vez más autocrática. Agregó que desde los años Sesenta no ha habido muchas mejorías al respecto.
Los activistas titularon la protesta como la “Revolución de los bocadillos de pescado” (鱼蛋革命), tomando el nombre de los populares snacks comercializados por los vendedores ambulantes. Beijing respondió de una manera dura, y en los medios oficiales calificó a los manifestantes como “revoltosos” (暴徒). Las autoridades acusaron a 37 personas de “insurrección” (暴动罪), delito que puede ser penado con 10 años de prisión.
El Diario del Pubelo, órgano oficial del Partido comunista chino, definió a los manifestantes como “separatistas radicales” (激进分离分子): la primera vez que este término es usado fuera del Tibet y de Xinjiang. El dario acusó, asimismo, al Civic Party (公民党) y al grupo Scholarism (学民思潮) de estar apoyando a los “revoltosos”.
El 12 de febrero pasado, Zhang Xiaoming (张晓明), jefe de la Oficina para las relaciones con Hong Kong en China (órgano que representa al gobierno central de Beijing), definió a los vendedores ambulantes como “desocupados malvados” (无业游民) y “separatistas radicales con tendencias terroristas” (有恐怖倾向的激进分离分子).
Dos días atrás, las autoridades impidieron a tres representantes de la Federación de estudiantes de Hong Kong salir en un vuelo directo rumbo a Beijing y les revocaron sus documentos de viaje. Carrie Lam (林郑月娥), jefe de la Secretaría de Gobierno de Hong Kong, explicó que el gobierno central ya está al tanto del pedido de sufragio universal, razón por la cual no es necesario presentar una petición a la capital.
Desde el fin de Occupy Central, el descontento social continúa incubándose. Crecen los reclamos por una mayor autonomía, e incluso por la independencia. Según algunos, entre los manifestantes arrestados se encuentran miembros de la Hong Kong Indigenous (本土民主连线) [grupo político nacido en 2015 que se opone a la creciente influencia china en la ex colonia, ndt]. El debate sobre la construcción de una vía de ferrocarril de alta velocidad refleja el nivel de miedo que prevalece en la comunidad. Y la desaparición de cinco editores locales aumenta la preocupación del pueblo.
El gigante de la banca internacional HSBC abandonó el proyecto de trasladar su casa central al Territorio, luego de analizar el tema durante 10 meses. Los observadores consideran que esta decisión muestra hasta qué punto se está diluyendo la confianza en el futuro de Hong Kong.