17/12/2021, 10.23
RUSIA
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El fin de la federación: Moscú vuelve a ser un imperio

de Vladimir Rozanskij

El Parlamento ruso suprime los términos "presidente" y "gobernador" para los dirigentes de los órganos federales. Putin quiere un Estado "unitario" y centralizado. Los temores de los grupos étnicos, como los tártaros, frente al nacionalismo que engrandece lo que es ruso. En el Cáucaso, empiezan a "detestar a los rusos".

Moscú (AsiaNews) - La Duma del Estado aprobó la Ley "Sobre los principios comunes de organización de la autoridad pública en los sujetos de la Federación Rusa". La medida suprime los términos "presidente" y "gobernador" para los jefes de los casi 100 sujetos federales (repúblicas, distritos autónomos, regiones, ciudades metropolitanas), que ahora sólo podrán llamarse "jefes".

En la votación del 14 de diciembre, una cuarta parte de los 400 diputados votó en contra, expresando el malestar de los "defensores de las nacionalidades", que consideran este nuevo paso como una imposición del “poder vertical” y la tumba del concepto mismo de federación en Rusia.

El régimen de Putin comenzó a consolidarse en el año 2000, despojando a los dirigentes regionales de la autonomía que les otorgaba el consenso electoral y convirtiéndolos en funcionarios nombrados por el presidente. La elegibilidad se restableció parcialmente en 2012, una vez que se alcanzó la "normalización" de todas las formas de autonomía. Sin embargo, la cuestión volvió a ser de actualidad en los últimos años, con la aparición de una variante "imperial" del poder central de Moscú ante las protestas y las sorpresas electorales en muchas provincias, especialmente en Siberia.

Según Rkail Zajdullah, diputado del Consejo de Estado de Tartaristán y presidente de la sociedad de escritores de la república tártara, este paso es el preludio de la eliminación del estatus de "repúblicas nacionales", de las que Tartaristán es una de las más significativas históricamente, como dijo en una entrevista con Radio Svoboda. Hay unas doscientas nacionalidades en toda Rusia, y gozan de reconocimiento jurídico y político en diversos ámbitos, desde el uso de su lengua materna hasta la representación extranjera, que Moscú ha tolerado en fases alternas. Fue Boris Yeltsyn, en los años 90, quien invitó a las autoridades locales a "adoptar tanta autonomía como sean capaces de digerir".

Zajdullah habla de "una sensación de impotencia ante esta imposición, que nos deja con los puños cerrados en los bolsillos frente a la ofensa recibida". No aceptaron ninguna modificación; habíamos propuesto al menos incluir un referéndum confirmatorio a nivel local". Explicó que "no se trata sólo de los títulos formales de los máximos dirigentes, jefe o khan, como dice Žirinovsky; lo que está en juego es la dignidad de las instituciones. De modo que ni siquiera deberíamos llamar presidente a los de los clubes de estudiantes, y mucho menos a los de la Academia de Ciencias”.

Para Zajdullah, "el presidente de Tartaristán es el líder simbólico de todos los tártaros, no queremos ponerlo al mismo nivel que el presidente de Francia, y en cualquier caso se le quitarán muchas facultades, no sólo su nombre". Los presidentes postsoviéticos de Kazán, Mintimer Šaimiev, de 84 años, y su sucesor Rustam Minnikhanov, en el cargo desde 2010, no quisieron apoyar la revuelta de los diputados locales contra la ley, muy conscientes de que Putin no daría marcha atrás en la idea del "Estado unitario".

Además, en los últimos meses, el presidente ruso intervino varias veces para decir que la Federación fue "un error de Lenin, un gran revolucionario, pero un pésimo estadista". Y agregó que Stalin tuvo que remediarlo en parte, "incluso con la represión". El miedo de los tártaros, y de otros grupos étnicos de Rusia, no es tanto de perder su identidad, normalmente bien protegida en su tierra natal, sino de no poder seguir defendiendo a sus compatriotas en las demás regiones de la Federación y en el extranjero. Y, por tanto, de acabar “marginados en guetos” y comprimidos por el nacionalismo que engrandece todo lo ruso.

Algunos temen que el forzamiento centralista pueda conducir a la radicalización de los grupos étnicos, lo que es muy difícil en una Rusia cada vez más férrea en la represión de todas las formas de "extremismo" e injerencia extranjera. No es casual que sean representantes de la cultura, como Zajdullah, o el conocido director de cine Aleksandr Sokurov, quienes el 10 de diciembre polemizaron con Putin durante una reunión online con los miembros del Consejo de Derechos Humanos. El encuentro fue televisado en directo y ellos pidieron la "liberación" de las regiones que quieren separarse de Rusia, especialmente en el Cáucaso, porque "están empezando a odiar a los rusos". El presidente reaccionó con dureza, como si quisieran "volver a Moscovia", el estado original de la Rusia central en la Edad Media, antes de que Moscú empezara a construir su imperio euroasiático.

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