El día de la Rusia eterna y universal
Lo que se celebró este año el 12 de junio es la primera fiesta nacional de la era post soviética. Pero para evitar enredarse en las vagas interpretaciones de sus orígenes, Putin ha considerado oportuno remitirse incluso al príncipe Ryurik, el mitológico caudillo varego que según las antiguas crónicas dio comienzo en Novgorod a la historia de la Rus' en el año 862, incluso antes de la fundación de Kiev.
El 12 de junio se celebró el Den Rossii, el "Día de Rusia", la primera fiesta nacional de la era postsoviética, con grandes manifestaciones de júbilo colectivo en calles y plazas, los guljanja o "paseos" entre conciertos, juegos y fuegos artificiales, "de Kaliningrado a Kamchatka", salvo en la región de Belgorod, en el límite con Ucrania, donde los combates arrecian de un lado y otro de la frontera. Para hacer más sereno el cielo de Moscú, desde la época del alcalde Yurij Luzhkov se disparan hacia lo alto sustancias especiales para dispersar las nubes, aunque este año la maniobra sólo tuvo un éxito parcial, con una mañana soleada y fuertes aguaceros por la tarde.
En realidad la fiesta ya se había instituido antes del colapso de la URSS, el 12 de junio de 1990, cuando se aprobó la "Declaración de Soberanía" de la República Soviética Rusa RSFSR - encabezada en aquel momento por el secretario local del partido, Boris Yeltsin, quien fue elegido presidente al año siguiente en esa misma fecha - y recién en diciembre de 1991 se puso fin a la Unión Soviética. Se trata entonces de una fecha que recuerda las épocas convulsas y dramáticas del colapso del imperio, con el intento desesperado de Gorbachov de transformarlo en una Unión de Estados independientes. Antes de Rusia se habían declarado tales los países bálticos, Azerbaiyán y Georgia, y en mayo Ucrania. De hecho, el nombre del aniversario siguió siendo durante mucho tiempo "Día de la Independencia de Rusia", y recién en 2002 se liberó definitivamente del concepto de "independencia", que por lo general se atribuyen a sí mismos los países colonizados cuando se liberan de la dominación extranjera, mientras que resulta bastante grotesco para un país colonizador cuando pierde sus colonias.
Para no perder del todo el ya desgastado vínculo soviético, poco antes de la caída de la URSS, el 8 de diciembre de 1991, se creó la "Comunidad de Estados Independientes", una estructura nostálgica que todavía existe (al menos sobre el papel) y que reunía a nueve de las quince antiguas repúblicas de la Unión, excepto los países Bálticos y Turkmenistán, que se mantuvo como "asociado externo", como suele hacer Ashgabat en cualquier tipo de alianza o cooperación. Por lo tanto, el 12 de junio ha quedado, de hecho, como la celebración de la caída de la Unión Soviética, el "evento más trágico de toda la historia contemporánea" en palabras de Vladimir Putin, y al mismo tiempo el orgullo de Rusia, que de República pasa a ser Estado y Federación, arrastrando consigo todas las contradicciones heredadas de las décadas de comunismo "salvífico", y que hoy la empujan a crear un nuevo orden mundial, colocándose de nuevo en el centro de la historia a fuerza de bombas y amenazas atómicas.
Para evitar enredarse con las vagas interpretaciones sobre el origen de la festividad, mientras entregaba las condecoraciones de los Héroes de Rusia a los veteranos de la guerra y del trabajo, Putin consideró que era conveniente hacer referencia al príncipe Rjurik, el líder mitológico varego que, según las crónicas antiguas, habría dado comienzo en Novgorod a la historia de la Rus' en el año 862, es decir, incluso antes de la fundación de Kiev y cuando aún faltaba un siglo para el bautismo de Vladimir. El ex presidente Dmitry Medvedev, eufórico no sólo por la ocasión, mostró triunfalmente un nuevo mapa geográfico "interactivo" de Rusia que incluye todo el territorio de Ucrania, cuyo nombre ha sido sustituido por la denominación de Malorossija, la Pequeña Rusia de siglos pasados. Los blogueros y los medios independientes rusos organizaron por su parte una maratón en apoyo a los presos políticos, titulada "No estás solo", una tradición que se ha ido consolidando en los últimos años de retorno al totalitarismo. Se recaudaron alrededor de 30 millones de rublos, menos que los 40 millones del año pasado, ya que cualquiera que hoy donara dinero desde Rusia sería automáticamente perseguido y arrestado, por lo que la recaudación se limitó a los exiliados que huyeron de la dictadura.
Para apoyar las proclamas de Putin, los habitantes de Novgorod se reunieron a primera hora de la mañana para cantar el himno nacional a orillas del cercano lago Ilmen, precisamente donde vivía el príncipe Ryurik en lo que se llamó el 'menskaya Rus', el primer nombre del naciente Estado que los varegos denominaron al principio Gardariki, la región de las Gard, los "centros habitados". Ese es el origen del nombre de la primera capital Nov-Gorod, la “ciudad nueva”, Nea-Polis. La decisión de releer la historia rusa desde sus raíces más antiguas ha sido fuertemente respaldada por Putin, quien en los últimos tiempos se ha vuelto cada vez más hacia "los antepasados" para no quedar ahogado por los estereotipos soviéticos y zaristas, remontándose a los orígenes de toda Europa. Y, más en general, demostrar que el verdadero patriotismo ruso es una energía de alcance universal que trasciende todos los tiempos, todas las fronteras y todas las latitudes. Los antepasados del gran Norte se proyectan en el actual Sur global, la civilización del Occidente medieval se fusiona con la del Oriente contemporáneo, Rusia es la verdadera Madre Tierra de la que todos los pueblos deben extraer la linfa vital.
Después de dos horas de solemne lección del presidente sobre historia antigua y universal, en nombre de todos los galardonados militares y laborales, científicos e incluso "defensores de los derechos humanos", el director del Instituto Kurchatovsky, el héroe de la física Mikhail Kovalchuk, agradeció a Putin: “Gracias Vladimir Vladimirovich, sin ti nada de esto hubiera sido posible”, casi como si él mismo hubiera bajado del empíreo escandinavo para crear Rusia en tiempos de Carlomagno. En nombre de las mujeres habló Julia Belekhova, fundadora del Comité de familias de los combatientes por la Patria, la respuesta militante a las "Madres y esposas por el regreso a casa" que quieren volver a abrazar a sus seres queridos encadenados al frente ucraniano. Al menos los que siguen vivos. Todo el mérito de Belekhova, premiada como activista humanitaria, reside en la publicación diaria en la red social VKontakte de vídeos de soldados que festejan la conquista de unos pocos kilómetros de territorio ucraniano. Según se explicó, Julia “habla con el presidente todos los días” para confiarle los profundos sentimientos patrióticos de las mujeres de Rusia.
Como comenta el sociólogo Igor Ejdman, estas solemnes ceremonias de entrega de premios sirven para "ofrecer un colgante a todas las hermanas" (razdat vsem sestram po sergam), un dicho ruso que expresa la satisfacción de todas las categorías sociales, mostrando su lealtad al poder establecido, sea cual sea su condición u ocupación, una costumbre típica de la época soviética. Los premiados también son cuidadosamente elegidos a nivel individual (Putin se muestra extremadamente desconfiado en este sentido) para mostrar una amplia reseña de pueblo "inmaculado", inmune a cualquier tipo de "influencia exterior", la infección que sólo los rusos son capaces de curar a otros pueblos. Por lo demás, las celebraciones que se llevaron a cabo en todo el país parecieron bastante repetitivas e innecesariamente enfáticas. Después de todo, es difícil superar el fanatismo súperpatriótico del cantante Shaman y su canción Ja russkij, que a estas alturas se ha convertido en otro himno nacional. La población está cansada de la guerra y siempre teme nuevas movilizaciones, y las referencias a la dinastía Rurikid o las pomposas entregas de premios no consiguen levantar mucho el ánimo de la gente.
La fiesta de Rusia que se remonta a tiempos mitológicos es también una manera de revitalizar una imagen cada vez más descolorida y deprimente de la "Federación" producto de las contradicciones de los años '90, que rememora la fecha del 12 de junio. Si la Rus' vuelve a la primitiva "Ruta de los varegos a los griegos" a través de la cual se unieron las tribus escandinavas con las eslavas orientales, entonces esta memoria debería hacer comprender que los rusos no pueden vivir de otra manera que no sea incorporando a los otros pueblos y a los territorios más vastos, proyectándose en la dimensión eterna y universal de Eurasia y del "Mundo Ruso", y todas las pulsiones separatistas de los finlandeses y gente del norte, de los caucásicos y los asiáticos, son silenciadas y resumidas en una nueva epopeya de conquista y sobornost, de reunión purificadora. El presidente Putin saludó al Patriarca Kirill, recordando que Rusia y la Iglesia son dos conceptos que se superponen: uno no existe sin el otro, e incluso la "verdadera fe" sólo puede expresarse en la visión de una entidad superior, estatal-federal-cósmica. Rusia es la Ortodoxia encarnada.
Como observa Viktoria Artemeva en la Novaja Gazeta Evropa, la Federación es sólo "el fantasma de un país que no existe y nunca ha existido", descrito como "una historia de amor inacabada, típica de las novelas románticas más banales". El hombre, el poderoso, busca a la mujer, Rusia, afirmando que no puede vivir sin ella, luego la rechaza y la vuelve a recuperar varias veces, pero teme que a su regreso ella lo derribe del trono, por eso la reprime y la encierra en la más profunda oscuridad. El "federalismo" es un concepto intolerable para el poder actual del Kremlin, que celebra los orígenes de su estirpe para evitar mirar a los ojos a sus descendientes y aceptar que ningún hombre ni ningún pueblo es capaz de escribir por sí solo toda la historia del mundo.
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