El destino de los ortodoxos rusos de París (y de Europa)
El exarcado de los rusos europeos nació a raíz de la emigración al Viejo Continente, luego de la revolución de 1917. Moscú pretende el retorno de estas Iglesias a su autoridad, aún cuando la jurisdicción haya sido encomendada a Constantinopla.
Moscú (AsiaNews) - El arzobispo Ioann de Chariopoulis (Jeanne Rennetau), exarca de los rusos europeos, ha convocado a una asamblea del clero de la arquidiócesis, a celebrarse el próximo 7 de septiembre, a fin de resolver definitivamente el destino de esta comunidad ortodoxa particular. El exarcado se formó para congregar a los emigrantes que huyeron de Rusia después de la revolución de 1917, creando una estructura eclesiástica propia en el ámbito europeo, con sede en París, bajo la jurisdicción del Patriarcado de Constantinopla.
A causa de la dramática escisión entre Moscú y Constantinopla, luego de la institución de la Iglesia autocéfala de Ucrania, el patriarca Bartolomé (Archontonis) procedió a disolver el exarcado en diciembre del año pasado, obligando a los rusos a ceder sus iglesias a los grecos. El 23 de febrero de este año, la asamblea de sacerdotes rusos de París votó en un 93% a favor de la conservación de la arquidiócesis, rechazando de hecho el decreto de disolución emitido por Constantinopla. Algunas parroquias de Italia y Francia decidieron autónomamente adherir a la Iglesia rusa en el exterior (Zarubezhnaja) y al Patriarcado de Moscú, en tanto las demás quedaron en suspenso.
El arzobispo Ioann trata de impulsar a favor de la solución autónoma, una especie de “autocefalia” de los rusos europeos, que muy difícilmente sería reconocida por los demás ortodoxos. Su intención se basa en la particular naturaleza “democrática” de esta Iglesia, hija del Concilio de Moscú de 1917, en el cual en su momento se debatió una reforma muy liberal de las diócesis y de las parroquias, que luego no fue aplicada a causa de la revolución.
Al mismo tiempo, la pérdida del apoyo de Constantinopla ha generado problemas prácticos y administrativos difíciles de resolver, comenzando por la gestión de la catedral y de los edificios del exarcado situados en la Rue Darue, en París. El Patriarcado Ruso, a su vez, presiona al clero ruso europeo para que éste retorne a la “Iglesia Madre” rusa, prometiendo hacerse cargo de las deudas y necesidades de las comunidades esparcidas en más de diez países de Europa occidental.
Inmediatamente después de la disolución del Exarcado por parte de Constantinopla, Moscú constituyó un Exarcado propio en París, para Europa occidental, que fue encomendado desde diciembre del año pasado al metropolitano Ioann (Roscin), un hombre muy cercano al patriarca Kirill (Gundjaev). El mes pasado, Kirill sustituyó a Ioann -que se había mostrado demasiado indulgente- con el metropolitano Antonij (Sevrjuk), que ocupaba la sede de Viena, a la cual fue enviado el mismo Ioann. Antonij, nombrado obispo de los rusos de Italia, en Roma, en el 2015, con solo 29 años de edad, fue secretario del patriarca, y aplica sus directivas con una actitud muy resuelta, llegando incluso a amenazar a los rusos europeos con medidas punitivas, en caso de no aceptar de buen grado unirse nuevamente con Moscú.
Es por ello que Ioann de Chariopoulis ha decidido, tras semanas de polémicas internas en el exarcado, hacer un último intento de someter a votación democrática la posible autonomía de su Iglesia, para salvar, como él mismo escribe, “un derecho exclusivo de nuestro mundo canónico, involucrando a todos en la participación y en la comunión vivida”, Si la votación no culmina con el resultado esperado por él, el Patriarcado de Moscú podrá reunir finalmente a todas las partes de su Iglesia que han permanecido un siglo diseminadas por Europa y por otras partes del mundo.
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