19/03/2023, 13.28
ECCLESIA IN ASIA
Enviar a un amigo

El cristianismo y las mujeres en la China de Matteo Ricci

En "La Civiltà Cattolica" el p. Federico Lombardi recorre un aspecto poco conocido de la misión de los primeros jesuitas en China: los bautismos y el apostolado oculto de las mujeres en una sociedad donde el control social sobre ellas era muy riguroso. Y relata el apostolado y la fama de santidad de una de ellas: Cándida, la nieta de Xu Guangqi.

Roma (AsiaNews) - El redescubrimiento del estilo misionero de Matteo Ricci y de los otros jesuitas europeos de la corte de los Ming, entre los siglos XVI y XVII, es un tema que desde hace tiempo ha vuelto a ocupar un lugar destacado en la reflexión sobre el cristianismo en China. Incluso el Papa Francisco lo ha señalado a menudo como modelo de encuentro entre el diálogo y la evangelización. Sin embargo, hay un aspecto que sigue siendo poco conocido en esta página de la historia de la Iglesia en Asia: cómo también algunas mujeres chinas -a la sombra de los hombres de letras, en una sociedad en la que por lo general gozaban de muy poco espacio- pudieron recibir el bautismo y convertirse ellas mismas en misioneras gracias a su testimonio. Sus historias son el centro de un artículo del jesuita p. Federico Lombardi, ex director de la Oficina de Prensa del Vaticano, que se publicó en el nuevo número de la revista "La Civiltà Cattolica" y está redactado a partir de los escritos que los jesuitas misioneros en China dejaron sobre su labor.

De ninguna manera se daba por sentado que el cristianismo llegaría también a las mujeres. De hecho, como recuerda el p. Lombardi, "en la sociedad china, las mujeres tenían que llevar una vida extremadamente aislada, bajo el estricto control de sus padres, maridos y parientes. Por tanto, la relación directa de los misioneros con ellas era prácticamente imposible, es más, debía evitarse, para no provocar rechazo y sospechas. Tanto es así que los jesuitas abandonaron pronto la indumentaria y el estilo de vida de los bonzos para adoptar el de los literatos. Aunque las mujeres del pueblo frecuentaban a los bonzos, el control social sobre las mujeres de las clases cultas era muy estricto".

Ya en 1589, cuando el p. Ruggieri y el p. Ricci habían realizado apenas 70-80 bautismos en Zhaoqing, su primera residencia en China, en esa pequeña comunidad se menciona la presencia de "algunas honorables matronas, que dan gran crédito y apoyan el cristianismo en los hogares". “Pero fue probablemente hacia 1601", señala el p. Lombardi, "cuando se produjo un verdadero punto de inflexión, cuando se acoge el deseo de los neófitos de que sus esposas fueran bautizadas también. Fue sobre todo el p. Nicolò Longobardo, misionero en Shaozhou, quien defendió la causa y obtuvo el consentimiento de Matteo Ricci.

Esto no eliminó las dificultades prácticas, pero los jesuitas descubrieron que la gracia actuaba más allá de todos los obstáculos. Los archivos de la época cuentan lo que sucedió con un mandarín que había decidido bautizarse: "Su madre y su abuela se le adelantaron, lo precedieron en el bautismo, mientras él hacía al mismo tiempo de catecúmeno y de catequista. Después de escuchar la Doctrina, él iba y les informaba de todo; y así poco a poco se catequizaron muy bien. Se bautizaron el día de Santa Ana, en presencia de dos de sus hijos. El Padre les dio las instrucciones y las preguntas necesarias y las encontró muy bien catequizadas. La madre se llamó María y la abuela Ana".

El p. Lombardi añade que las fuentes relatan cómo a estas cristianas bautizadas "les gustaba reunirse con otras mujeres de condición social inferior, incluso campesinas, que también se habían hecho cristianas, y las trataban "como hermanas", lo que era una ocasión de "gran asombro".  

En cierto momento, las mujeres también desempeñaron un papel importante en la difusión del cristianismo en la corte de Beijing. Sucedió cuando, durante el reinado del último emperador Ming, Chongzhen, el jesuita alemán Adam Schall von Bell consiguió entablar una relación con el eunuco Wang, un hombre de rara sabiduría y virtud, que se convirtió al cristianismo y fue bautizado con el nombre de José. A través de él, la fe cristiana se extendió entre las damas de la corte, a las que catequizó y finalmente bautizó, siguiendo las instrucciones del padre Schall. En 1640, estas damas cristianas de la corte ya eran 50 y recibían orientación espiritual del jesuita por escrito a través de José, el único que podía tener contacto con ellas. En 1644, sin embargo, llegó el fin de la dinastía Ming, que fue derrotada por la Qing; en ese momento, esta comunidad también se dispersó, ya que las mujeres regresaron con sus familias.

Sin embargo, no fue sólo una contribución oculta la de las mujeres a la difusión del cristianismo en China. Y entre ellas -observa el p. Lombardi- hubo algunas que "gracias a condiciones familiares y sociales favorables se convirtieron en verdaderos pilares de una Iglesia dinámica". El nombre más conocido es el de Cándida, una de las hijas de Jacobo, a su vez hijo único de Xu Guangqi, el discípulo y amigo más famoso e influyente del padre Matteo Ricci, que se convirtió al cristianismo en 1603. Ya en 1688, su padre espiritual, el p. Philippe Couplet, relató su historia en Europa en un libro titulado "Historia de una dama cristiana china". Criada en Sungkiang (Songjang, actual distrito de la metrópoli de Shanghai), Cándida fue entregada en matrimonio a un personaje rico e influyente, pagano pero respetuoso con su fe cristiana; enviudó a los 30 años después de darle ocho hijos. Fue precisamente esta condición -junto con su decisión de no volver a casarse porque "no quería ser más que de Dios"- lo que le permitió llevar una vida muy activa al servicio de la comunidad cristiana durante los siguientes 40 años.

Sin descuidar las obligaciones de su familia, Cándida era una maestra en la confección de bordados sobre telas de seda, que hacía con sus hermanas, hijas y empleadas domésticas. Gracias a ellos reunía no pocas sumas, que según escribe el p. Couplet, "utilizaba secretamente, según los consejos del Evangelio, para ayudar a los misioneros, a los pobres, para construir iglesias y capillas y todo lo necesario para el ejercicio de la piedad de los nuevos cristianos". Así pues, no recurrió a sus bienes familiares, que debían ser una herencia para sus hijos, sino a los frutos de su trabajo personal, que dedicó a la caridad con libertad y orgullo de conciencia.

Entre 1647 y 1665, el p. Francesco Brancati, jesuita palermitano y gran apóstol de la comunidad cristiana en Shanghai, construyó nada menos que 90 iglesias y 45 oratorios. Una obra en la que Cándida colaboró con ofrendas, mobiliario sagrado y otras iniciativas. Pero su apostolado fue verdaderamente integral, con una atención especial a las mujeres. Hizo comprender a los misioneros -escribe el p. Lombardi- que para convertir a las mujeres, que no podían ir a la iglesia, había que redactar devocionarios en chino. Los jesuitas lo hicieron, y Cándida, por su parte, se dedicó a distribuirlos y dárselos a todas las mujeres a las que pudo encontrar. También insistió en que debía haber una iglesia dedicada específicamente a las mujeres, donde pudieran asistir juntas a la celebración de la Eucaristía a determinadas horas, sin más presencia masculina que la del sacerdote y un monaguillo, y donde el sacerdote pudiera predicar, aunque de cara al altar y no a las fieles presentes.

"Si su gran abuelo, Xu Guangqi, había demostrado con hechos que la fe cristiana podía inspirar el compromiso de toda una vida dedicada a la ciencia, a la sabiduría y al servicio de su país, hasta los más altos grados de responsabilidad", prosigue el padre Lombardi, "su nieta Cándida demostró que la fe cristiana podía animar el compromiso y la responsabilidad de una mujer china hasta el punto de servir de modelo e inspiración a todas sus compatriotas".

Cándida murió en 1680. Según la costumbre de la época, hizo grabar una cruz de plata con su profesión de fe: "Creo, espero, amo al Señor del Cielo, un Dios en tres personas, apoyándome en los sagrados méritos de Jesús. Creo firmemente y espero fervientemente el perdón de mis pecados, la resurrección de mi cuerpo y la vida eterna". El p. Lombardi escribe que el p. Couplet, al concluir su biografía de Cándida, señaló: "Todo el pueblo de la ciudad de Sungkiang consideraba a esta mujer como una santa". Y añade: "Nosotros también".

 

En la foto: Cándida en la biografía que le dedicó el p. Couplet en 1688.

 

"ECCLESIA IN ASIA" ES EL BOLETÍN DE NOTICIAS DE ASIANEWS DEDICADO A LA IGLESIA EN ASIA.

¿LE GUSTARÍA RECIBIRLO CADA DOMINGO EN SU CORREO ELECTRÓNICO? SUSCRÍBASE AL BOLETÍN EN ESTE ENLACE.

TAGs
Enviar a un amigo
Vista para imprimir
CLOSE X
Ver también
Lee Ming-cheh, el activista taiwanés arrestado en China, es llevado a juicio
07/09/2017 15:00
Matteo Ricci y Xu Guangqi, dos santos que la Iglesia china merece ver juntos en los altares
26/03/2014
El chino Xu Guangqi junto a Matteo Ricci en la catedral de Macerata
10/05/2023 13:51
La primera misa en honor de Matteo Ricci
21/04/2015
Macerata y Shanghai: intercambio de bustos de bronce de Matteo Ricci y Xu Guangqi
02/01/2015


Newsletter

Suscríbase a la newsletter de Asia News o cambie sus preferencias

Regístrese
“L’Asia: ecco il nostro comune compito per il terzo millennio!” - Giovanni Paolo II, da “Alzatevi, andiamo”