El cristianismo en Japón: 475 años de fe en una muestra en París
La muestra "De los samuráis a los manga, la epopeya cristiana en Japón", permanecerá abierta hasta el 13 de julio en la sede de las Misiones Extranjeras de París. Se exponen objetos de diversas colecciones que recorren la historia de las persecuciones y de los "cristianos ocultos", pero también de la vitalidad del "pequeño rebaño" de hoy.
París (AsiaNews)- En este momento en Japón hay cerca de 430 mil católicos, apenas el 0,34% de la población del país. Una comunidad tan pequeña que a veces parece invisible, pero con una historia muy rica y con una gran vivacidad de iniciativas, desde los orfanatos hasta la defensa de los discriminados, como la minoría Burakumin, pasando por la ayuda a las personas sin hogar, los drogadictos, los alcohólicos, los discapacitados, los inmigrantes, los presos, las familias y los jóvenes en dificultades, así como el apoyo a las víctimas de los numerosos y graves fenómenos naturales como terremotos, tsunamis e inundaciones que a menudo han devastado el archipiélago.
La exposición titulada "De los samurái a los manga, la epopeya cristiana en Japón" - que se puede visitar en París, en la sede de las MEP hasta el 13 de julio de 2024 - recorre la presencia cristiana en el país, desde la llegada de los primeros misioneros hasta la actualidad, a través de una gran variedad de objetos y documentos provenientes de diversas colecciones de todo el mundo.
Los primeros occidentales que pisaron tierra japonesa fueron comerciantes portugueses que en 1543 desembarcaron en la isla de Tanegashima, al sur del país, pero fue la llegada de san Francisco Javier a Kagoshima en 1549 lo que llevó el cristianismo al archipiélago japonés. Acompañado de dos jesuitas, inició la conversión de los primeros hombres en Omura (Nagasaki) y Zusho, cerca de Kioto.
Japón era un Estado administrado por el Shōgun, el general más fuerte nombrado por el emperador, del que dependían los Daimyō, los señores feudales que gobernaban las provincias. En aquel momento había una guerra civil entre los feudos y los daimyō intentaban ampliar y desarrollar sus dominios fomentando el comercio internacional y la construcción de ciudades, y precisamente esta apertura fue la que permitió la actividad de los misioneros. Para representar la interdependencia entre religión y comercio, la exposición incluye una estatua de madera con dos caras que, como un Jano, corresponden a los rostros de un jesuita y de un comerciante europeo.
Sin embargo, en 1587 el Shōgun Toyotomi Hideyoshi - para ejercer un mayor control sobre los gobernadores feudales convertidos por los jesuitas, los Kirishitan Daimyō - emitió un primer edicto ordenando a los misioneros que abandonaran Japón. No obstante, en 1590, el jesuita italiano Giovanni Cola logró fundar una escuela de arte en Nagasaki para producir obras destinadas a adornar las iglesias. En esos años todavía se toleraba a las personas de religión cristiana para proteger las relaciones comerciales que el país tenía con Occidente. La prohibición de practicar la religión llegó en 1614 por decisión del Shōgun Tokugawa y a partir de esta fecha los Shōgun promulgaron un conjunto de leyes destinadas a eliminar el catolicismo y establecer un control estricto de la población. Comenzó así la época de las persecuciones y hubo numerosos martirios, en 1619 en Kioto, en 1622 en Nagasaki y en 1623 en Edo (Tōkyō), aunque ya en 1597 fueron crucificados en Nagasaki 26 católicos, entre jesuitas y franciscanos, posteriormente canonizados por el Papa Pío IX en 1862.
Una práctica impuesta a las personas sospechosas de ser cercanas al cristianismo era el fumi-e, pisotear el crucifijo o imágenes de la Virgen María. Esta práctica se introdujo después de una importante revuelta de los católicos contra el shogunato Tokugawa, la rebelión de Shimabara en 1637.
El shogunato sospechaba que los católicos occidentales habían favorecido la insurrección y por eso decidió interrumpir también las relaciones comerciales con los portugueses, que tras la expulsión de los misioneros y de los españoles, era la última relación que mantenía Japón con católicos europeos. El aislamiento terminó recién en 1868 con la deposición de la familia Tokugawa que llevó a cabo el nuevo emperador Mutsuhito, quien devolvió el poder a la familia imperial en lo que se denomina "Restauración Meiji", evento considerado el punto de inflexión entre el Japón tradicional y el moderno.
En esos mismos años el P. Bernard Petitjean del MEP pudo establecerse en Nagasaki, donde construyó una iglesia que fue consagrada en febrero de 1865. Algunas semanas más tarde, un grupo de pescadores y artesanos, intrigados por la nueva construcción, se presentaron al misionero. Una mujer se le acercó y le dijo: “El corazón de todos los que estamos aquí son como el tuyo” y con sólo tres preguntas - “¿Conocen al Papa? ¿Son célibes? ¿Rezan a la Virgen María? - descubrió que eran descendientes de los antiguos cristianos japoneses, los Kakure Kirishitan, que durante 250 años habían custodiado en secreto la fe cristiana. Un objeto de la exposición que da testimonio de esta clandestinidad es una pequeña estatua de María y un crucifijo escondido dentro de un buda.
La muestra que se está realizando ahora en la sede del MEP también cuenta la historia reciente de la comunidad católica japonesa. Por ejemplo, la consternación tras el bombardeo nuclear en agosto de 1945 contra Nagasaki, centro de la fe cristiana en el país. Se puede ver la imagen de una mujer parada sobre una nube en forma de hongo que recuerda la ascensión de María al cielo, pero se trata de la esposa del médico y escritor católico Paolo Nagai Takashi que murió en el ataque. También la particular atención que presta la Iglesia japonesa al tema de la paz: uno de los objetos expuestos es una bandera creada para la JMJ de Toronto en 2002, que reinterpreta el emblema de Japón con una paloma que se eleva sobre un círculo rojo y con las franjas de colores características de la bandera de la paz en la parte superior del círculo.
También cuentan la historia reciente del cristianismo en Japón los libritos de catecismo del P. Corvaisier, los libros de cantos y oraciones, las traducciones de la Biblia, las versiones manga del Nuevo Testamento y de la vida de Jesús, los noodles que fabricaba el P. De Rotz en Shitsu para apoyar económicamente a la población y el pesebre realizado con muñecos estilo Hina Matsuri - la fiesta de las muñecas en honor a las hijas que se celebra el 3 de marzo - que en la parte superior tiene a José, María y un Jesús adulto y no niño, en el nivel intermedio los Reyes Magos y en el inferior el resto del pueblo.
La japonesa es, por tanto, una fe y una Iglesia que ha sabido resistir y desarrollarse a lo largo de los siglos a pesar de las dificultades, acogida y moldeada por la cultura del país, y que hasta hoy dedica sus mejores energías a los más necesitados.
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