El choque entre templos (hindúes) y mezquitas arroja sombras sobre el futuro de la India según el modelo Modi
Cinco personas murieron y más de 80 resultaron heridas en Uttarakhand durante los enfrentamientos provocados por la demolición de una mezquita y una madraza. Amnesty International documenta la demolición “punitiva” de al menos 128 propiedades musulmanas entre abril y junio de 2022 que dejó a 617 personas sin hogar. Un nuevo frente de tensión puede abrirse en Varanasi, donde la gente reza para que "no se perturbe la paz".
Nueva Delhi (AsiaNews) - Cinco personas murieron y más de 80 resultaron heridas en los violentos enfrentamientos provocados por la demolición - por decisión del gobierno - de una mezquita y una madraza en el Estado de Uttarakhand. El episodio ha vuelto a sacar a la luz el tema de la violencia confesional en la India. Se trata de un problema de gran actualidad, sobre todo considerando la reciente inauguración del lugar de culto hindú en Ayodhya, popularmente llamado "templo de Modi" porque contó con el apoyo decisivo del primer ministro [Narendra]. La construcción se levanta en el lugar donde anteriormente había una mezquita, que fue destruida y ahora será reubicada en otro lugar por decisión del Poder Judicial.
El último episodio sangriento estalló hace pocas horas en Hakdwani tras la decisión de las autoridades locales de demoler el templo y la escuela religiosa islámica, lo que provocó la reacción furiosa de la comunidad local. Según fuentes policiales del Estado norteño, una multitud de musulmanes enfurecidos incendió automóviles y arrojó piedras en dirección a la policía, que intervino para tratar de sofocar la revuelta. Los agentes respondieron disparando sus fusiles y gases lacrimógenos, incluso a la altura de las personas.
Vandana Singh, magistrada del distrito de Nainital, donde se encuentra Haldwani, informó en una rueda de prensa que la demolición y las consecuencias asociadas a ella "no son de carácter comunitario y no deben calificarse como tales". La protesta - siguió diciendo - se debió a la decisión del gobierno de demoler una "propiedad que no está registrada como lugar religioso ni ha recibido ningún reconocimiento en este sentido". “Algunos - concluyó - llaman madraza a la construcción”.
Sin embargo, los musulmanes de la zona han refutado la versión oficial afirmando que la mezquita y la escuela coránica en la zona de Banphoolpur de Haldwani funcionan como tales desde hace casi 20 años y fueron atacadas injustamente. No obstante, las autoridades decidieron llevar adelante la demolición y ahora han optado por una línea dura para sofocar la protesta: impusieron el toque de queda, suspendieron las conexiones a Internet, ordenaron el cierre de escuelas y prohibieron las reuniones multitudinarias.
Sumit Hridayesh, un legislador del partido opositor del Indian National Congress que representa a Haldwani, declaró que los ataques fueron el resultado de "decisiones apresuradas" por parte de la administración gubernamental. Añadió también que los habitantes de la zona, incluidos los dirigentes musulmanes, deberían haber sido notificados - y en cualquier caso consultados - antes de proceder a la demolición. El ministro principal de Uttarakhand, Pushkar Singh Dhami, reiteró que el gobierno nacional tomará "las medidas más severas contra los alborotadores y malintencionados".
Los grupos supremacistas hindúes han intensificado su campaña contra los musulmanes y sus estructuras religiosas desde que el primer ministro Narendra Modi asumió el cargo hace una década. El mes pasado el propio Modi inauguró un templo hindú en la ciudad de Ayodhya, al norte del país, construido en el lugar donde se alzaba una mezquita centenaria de la época mogol que fue destruida por fanáticos hindúes en 1992. Una controversia que lleva décadas y en la que intervino la Justicia, pero que todavía no ha encontrado una solución definitiva y ha contribuido a elevar el nivel de tensión confesional. Los grupos musulmanes también han acusado a los gobiernos controlados por el BJP de utilizar excavadoras para demoler ilegalmente casas y negocios de personas acusadas de violencia.
En dos informes separados que publicó esta semana, la ONG activista de derechos humanos Amnesty International documentó la demolición "punitiva" de al menos 128 propiedades musulmanas entre abril y junio de 2022, dejando al menos a 617 personas sin hogar o medios de subsistencia.
La demolición ilegal de propiedades musulmanas por parte de las autoridades indias, denominada "justicia de los bulldozer" por los líderes políticos y los medios, es "cruel y atroz". En una nota, Agnès Callamard, secretaria general de AI, subraya que "están destruyendo a las familias", y por eso estas acciones violentas deben "terminar inmediatamente".
Con respecto a la polémica relacionada con el templo de Modi en Ayodhya, fuentes locales informaron que la primera piedra de la futura mezquita se ha colocado no lejos del lugar de culto hindú, y también se han resuelto los últimos detalles para el inicio de las obras. La mezquita debería llamarse Muhammad Bin Abdullah Masjid, por el nombre del Profeta, y para supervisar las obras ya llegó de Mumbai Haji Arfat Shaikh, presidente de la Comisión de desarrollo y administrador de la Indo-Islamic Cultural Foundation. La mezquita contaría con algunos elementos singulares, como los minaretes que simbolizan los cinco principios del Islam: Shahada (declaración de fe), Salah (oración o Namaz), Sawm (ayuno o Roza), Zakat (caridad) y Hajj.
Sin embargo, las tensiones religiosas en el país no están en absoluto latentes y existe el peligro de que se abra un nuevo frente de conflicto con consecuencias impredecibles en Varanasi, una de las ciudades sagradas para los hindúes a orillas del río Ganges. Los caminos y los barcos están decorados con banderas color azafrán e imágenes de Ram. Pero no muy lejos, al oeste del templo, el espíritu del carnaval da paso a una atmósfera severa y lúgubre, con barricadas y policías aclamados por la multitud. Los agentes están a cargo de vigilar la mezquita de Gyanvapi, que se cree que fue construida sobre las ruinas de un templo Kashi Vishwanath del siglo XVI, demolido por el emperador mogol Aurangzeb en 1669.
Si bien el templo de Kashi, parcialmente en ruinas, ha sido reconstruido y se encuentra junto a la mezquita de Gyanvapi, los grupos supremacistas hindúes han intentado recuperar la mezquita durante décadas. En mayo de 2022 algunos referentes hindúes se presentaron ante el tribunal de Varanasi y solicitaron permiso para practicar el culto dentro del complejo de la mezquita después de que en un vídeo apareció un símbolo de la deidad hindú Shiva cerca de un pozo utilizado por los fieles musulmanes en la mezquita. Para una parte de la comunidad islámica, el sistema judicial indio "está en contra de los musulmanes", que perciben el peligro de una escalada de la tensión y sienten un renovado temor a enfrentamientos confesionales.
Las oraciones del viernes islámico se viven en un clima de incertidumbre y con un imponente cordón de seguridad que rodea a los cientos de fieles reunidos frente a la mezquita de Gynavapi para ofrecer oraciones. Los presentes hablan de una fuerte "sensación de ansiedad en la mente de todos los musulmanes". Abhishek Sharma, un devoto del templo de Kashi y coordinador de la Swagatam Kashi Foundation, se hace eco de esa percepción y declara a Al-Jazeera: "La gente de Varanasi cree en el Ganga-Jamuna tehzeeb", una metáfora de la armonía social que se refiere a la mezcla de las aguas de los ríos Ganges y Yamuna. “Siempre hemos creído - concluye el fiel hindú - en vivir juntos en santidad. Rezamos para que esta paz no se vea perturbada de ninguna manera".
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