El calvario de Europa entre Rusia y Ucrania
En la espiritualidad rusa hay una categoría especial de santos, los strastoterptsy, "los que sufrieron la pasión", generalmente perseguidos por motivos políticos, que supieron vivir la prueba dando testimonio de una fe profunda. Tal como los sacerdotes ortodoxos que hoy están dispuestos a pagar un precio por pedir que termine la agresión a Ucrania: "No he muerto ni me fui volando a Marte, no abandono el sacerdocio, pero no puedo rezar por la guerra".
Cuando los días de la Pascua católica están llegando a su fin, la Iglesia ortodoxa entra en la Semana Santa más atormentada de su historia, la guerra final entre sus almas de Oriente y Occidente. El Papa Francisco trató de anticipar el desenlace del conflicto haciendo abrazar la cruz a dos mujeres, Alina e Irina, dos amigas-hermanas del pueblo desgarrado por una interminable Cuaresma de muerte y destrucción, masacres y venenos, con estaciones que llevan el nombre de las ciudades mártires de Mariupol, Kharkiv, Bucha y tantas otras. Queda la esperanza de que pueda comenzar una Resurrección de Ucrania y Rusia juntas, de Europa y del mundo entero.
Los llamamientos a la paz del pontífice se dirigen a los hermanos ortodoxos y greco católicos ucranianos, angustiados por la invasión bendecida por el patriarcado, que pretende someter a todos los creyentes bajo el cetro imperial de Moscú, y a los mismos ortodoxos rusos, con los que desearía recuperar una mirada común sobre la historia y el sentido de la misión de la Iglesia. Francisco no cierra las puertas a Kirill, a pesar del escándalo de sus homilías que proclaman la "cruzada" contra los infieles occidentales para la reconquista de la "tierra santa" de Kiev. Él espera que las bombas y los misiles puedan ser reemplazados por las armas de la fe y de la santidad, con las que Rusia ha formado a lo largo del tiempo un inmenso arsenal.
El patriarca de Moscú abrazó la causa del zar, a la que se sometió, según la tradición de la "sinfonía" ortodoxa, justificándola por la necesidad de restaurar las raíces comunes de la fe "de todas las Rusias" y la unidad del pueblo con los gobernantes. Es el espíritu de la sobornost, la comunión social y espiritual, y de la narodnost, el populismo zarista que se proclamaba junto con los otros dos principios fundadores del imperio, la autocracia y la ortodoxia, en la "tríada ochocentista" de los eslavófilos. A las homilías dominicales de Kirill, otros obispos y metropolitas rusos han sumado en los últimos días sus convocatorias a la guerra santa, que a su vez se oponen al ahelo de paz de muchos sacerdotes.
Junto al patriarca se ha pronunciado su principal colaborador, el metropolita Hilarion (Alfeev), quien intenta apoyar la "vía diplomática" de la Iglesia rusa. Hilarion expresa continuamente su deseo de reunirse con el Papa - lo que podría concretarse en junio en Oriente Medio, en Jerusalén, Beirut o Damasco - poniendo claramente de manifiesto la necesidad vital del patriarcado de Moscú de no quedar aislado en el mundo cristiano. El metropolita se reúne con delegaciones y embajadores de todas las latitudes y confesiones religiosas, asegurando que “estamos trabajando escrupulosamente” para encontrar vías de diálogo y entendimiento mutuo, evitando que se levanten barreras infranqueables para los próximos años o siglos.
El otro metropolita destacado del patriarcado de Moscú es el "padre espiritual" de Putin, Tikhon (Shevkunov). Durante el primer mes de la guerra permaneció en silencio, en parte para no superponer su voz con la del patriarca y evitar diferencias de tono, que en su caso son más explícitamente ideológicas y "políticas" que las "místicas" y "metafísicas" de Kirill. En estos días, Tikhon finalmente ha decidido responder de manera directa a las preguntas de sus fieles de Pskov en un diálogo muy franco y explícito, como es su estilo, "porque no podemos dejar de hablar de estas cosas, nuestra generación todavía no había conocido una situación tan trágica, un sufrimiento y una angustia tan grandes”.
Tikhon es uno de los inspiradores directos del presidente y describe detalladamente la "nazificación" de las ciudades y pueblos ucranianos, donde "a partir de 2014 empezaron a aparecer jóvenes desconocidos que proclamaban que lucharían contra los enemigos de Ucrania". Estos "jóvenes agresivos", según cuenta el metropolita, iban golpeando a la gente con palos, acusándolos de ser enemigos, "sólo porque se negaban a odiar a Rusia". Explica que lo mismo cuentan los "refugiados ucranianos" que llegaron en masa a Pskov y dicen que viven aterrorizados desde hace años y que incluso vieron a un sacerdote ortodoxo golpeado salvajemente por los "nazis". Tikhon recuerda hechos del pasado y las luchas fratricidas de los pueblos de la Rus', y concluye con una cita poética del ruso Maksimilian Vološin que habla de la guerra civil de 1919: "Y yo estoy solo en medio de ellos / en el humo y las llamas rugientes / y con todas mis fuerzas / rezo por unos y por otros". Por eso, el metropolita invita a vivir estos días santos “rezando por nuestros hermanos ucranianos, por el metropolita Onufryj de Kiev y por el rebaño común de la Iglesia ortodoxa, como venimos haciendo desde hace años en la catedral de Pskov y en el monasterio de las Grutas de nuestra eparquía... en toda Rusia rezamos de esa manera, la gente reza por Ucrania como por ellos mismos, para que se realice el plan de la Providencia divina".
Cuando dialoga con los fieles, Tikhon recuerda las profecías de los antiguos santos monjes ucranianos, como el starets Lavrentij de Chernihiv, fallecido en 1950, que hablaba de Kiev como la "nueva Jerusalén, madre de todas las ciudades de la Rus', y es imposible pensar que se pueda separar de la gran Rusia, así como no se puede dividir la Santísima Trinidad”. Esta cita también fue utilizada por el patriarca Kirill, quien habla de los pueblos de la Santa Rus' como "pueblos trinitarios". Otro predicador conocido fue el skhiarkhimandrit Iona (Ignatenko) del monasterio de Odessa, fallecido en 2012, quien predijo "grandes pruebas que comenzarán un año después de mi muerte, no desde fuera, sino desde dentro de Rusia". El metropolita concluye afirmando que “nosotros no queremos la victoria sobre el pueblo ucraniano, deseamos la paz según la voluntad de Dios”.
Muchos otros obispos y hegúmenos rusos hablan en estos días a los fieles para explicarles las razones de la guerra santa, pero también son muchos los sacerdotes que intervienen con valentía para pedir que termine la agresión, tanto con llamamientos colectivos como con declaraciones y decisiones.prsonales dramáticas. Un sacerdote de la eparquía de Kostroma, Ioann Burdin, renunció a su parroquia en el pueblo de Karabanovo explicando los motivos de su gesto en Telegram: "He pedido que me trasladen a otra eparquía, pero no sé a dónde iré, sólo quiero repetir las palabras del poeta Aleksandr Galič: sólo elijo la libertad dentro de mí. No he muerto ni me fui volando a Marte, no abandono el sacerdocio, pero no puedo rezar por la guerra”. Después de los primeros sermones pacifistas, el padre Ioann fue arrestado y multado, y algunos feligreses recogieron firmas pidiendo su destitución porque estaba "asfixiado por el orgullo" junto con su inspirador, el protoierej Georgij Edelštein, de 90 años, uno de los "padres espirituales" de la disidencia en la época soviética. El metropolita de Kostroma Ferapont (Kašin) había condenado a su vez a Burdin y Edelštein, afirmando que "los sacerdotes no tienen derecho a expresar posiciones no ordinarias sin el permiso del superior eclesiástico", y en cualquier caso "los mártires nunca son los que luchan contra el régimen vigente”.
El hieromonje Ioann (Guaita), un italiano converso a la Ortodoxia que en este momento se desempeña como sacerdote en la iglesia de los Santos Cosme y Damián en el centro de Moscú, pronunció un sermón muy breve, de apenas 40 segundos, en el que recordó que “Juan el Precursor fue un santo y un profeta que pagó con su vida porque dijo la verdad; es triste que tengamos tanto miedo a decir la verdad que estemos dispuestos a renunciar a todo para no arriesgarnos. Amén". El diácono Dmitrij Baev de Vyatka, de 33 años, publicó en su página de la red social “VKontakte” una serie de post tomados del canal “Klirik” de Telegram que invitan a detener la guerra en Ucrania. La policía irrumpió en su apartamento y levantó cargos en su contra, y todavía no sabe qué pasará con él y su servicio a la Iglesia. Entrevistado por Radio Svoboda, Dmitrij dijo que "la Rusia de hoy ya no es el país que conocemos y se llama RuZZia, ya no tiene un pueblo, sino solo una masa de residentes sin alma, que aman vivir en la ilusión de una efímera grandeza" .
El diácono llama "payasos con sotana" a muchos de sus hermanos sacerdotes, pero él cree que ellos "no reflejan el verdadero pensamiento de la Iglesia, y llevan a muchos fieles al error". Muchos sacerdotes, según Baev, no están de acuerdo con estas proclamas, pero tienen miedo de perder todo, y a menudo son padres de familias numerosas y los mismos hijos se convierten en sacerdotes y esposas de sacerdotes. Considera que “la verdadera fe de nuestro pueblo no reside en los cuentos de hadas de la antigua Rus', sino en la capacidad de compasión y de ofrecer el sufrimiento”, y espera que ésta renazca cuando termine este terrible conflicto.
En la espiritualidad rusa hay una categoría de santos que expresa precisamente esta auténtica tradición: son los strastoterptsy, "los que sufrieron la pasión", generalmente perseguidos por motivos políticos, que supieron vivir la prueba dando testimonio de una fe profunda. Ya en la Rus' de Kiev los primeros "mártires pasivos" fueron los príncipes Boris y Gleb, asesinados por su hermano Svyatopolk que quería someter todas las tierras a su dominio: en vez de huir, fueron al encuentro de la muerte cantando himnos litúrgicos. El último de estos santos es el zar Nicolás II, asesinado por los bolcheviques en 1918 junto con toda su familia. Era un hombre manso que había cometido errores muy graves durante su reinado, incluyendo represiones y masacres, pero al final supo vivir el drama de la revolución confiando en Dios. La Iglesia rusa lo canonizó en el año 2000, cuando comenzaba el reinado de Putin, que ahora termina su parábola histórica con sangre. Sólo los mártires pueden salvarnos de la desaparición de la santa Rusia y del fin de los sueños de reunir a todos los cristianos bajo la Cruz de Cristo.
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