El Vía Crucis en el Coliseo, en medio de una guerra mundial ‘por partes’
En Roma, las “voces por la paz” marcaron las meditaciones del Viernes Santo: se centraron en los conflictos que ensangrientan Asia, en el gesto de sor Ann Rose Nu Tawng, quien se arrodilló para detener a los militares en Myanmar y en la fe de los cristianos de Alepo y Mosul. A causa del frío, el Papa Francisco no asistió al rito pero participó rezando desde la Casa Santa Marta.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - "Todos los lugares donde se sufre por conflictos, odios y persecuciones" son las estaciones. Y también, las "voces de paz", centro del Vía Crucis del Viernes Santo de 2023 en el Coliseo, enteramente dedicado a lo que Francisco ha llamado en varias ocasiones "la tercera guerra mundial por partes".
Este año, el papa Francisco no estuvo físicamente presente en el monte Palatino: en horas de la tarde, la Oficina de Prensa vaticana había comunicado que "debido al intenso frío de estos días" el pontífice se uniría a la oración desde la Casa Santa Marta, delegando la presidencia del rito al cardenal vicario de Roma, Angelo De Donatis. Y a diferencia de 2005, cuando fue Juan Pablo II quien no pudo asistir por motivos de salud, esta vez no se mostraron imágenes del Papa durante la transmisión televisiva en directo.
El corazón del Vía Crucis fue la invocación a la paz, a través de las meditaciones por las víctimas de los conflictos, entre ellas muchos rostros del sufrimiento en Asia. En particular, durante la octava estación -la del encuentro entre Jesús y las mujeres de Jerusalén- se evocó el conflicto que ensangrienta Myanmar y el valiente gesto realizado hace dos años por Sor Ann Rose Nu Tawng, la religiosa de las Hermanas de San Francisco Javier en Myitkyina. "La mujer se convirtió en madre espiritual de tantos. En defensa de su pueblo, se arrodilló ante el poder armado y, dispuesta a dar la vida, abogó con mansedumbre por la paz y la reconciliación". Jesús, ahora como entonces. En la macabra vorágine del odio, nace la danza de la paz. Y nosotros, los cristianos, queremos ser instrumentos de paz. Conviértenos a ti, Jesús, y danos fuerza, porque sólo tú eres nuestra fuerza".
Durante las estaciones, también se recordó la odisea de los que -también desde Asia-, huyen de "las bombas, los cuchillos, el hambre y el dolor", " apretujados en camiones, escondidos en baúles, arrojados a barcas peligrosas". "¿Habrá un Cireneo para mí?", se dijo, para dar voz a estas personas . En la décima estación -cuando Jesús es despojado de su manto- se evocó el dolor de un niño ucraniano obligado a huir de su casa y el de un niño ruso que perdió a un hermano en la guerra y por ello "se siente doblemente mal". Pero el Vía Crucis del Papa tampoco olvidó a Alepo clavado en la cruz. Y yuxtapuso el recuerdo de la muerte de Jesús con el dolor de una madre que perdió a un hijo mientras jugaba en Mosul. "No es fácil aceptar esta realidad -escribió en la meditación-, pero la fe me ayuda a tener esperanza, porque me recuerda que los muertos están en los brazos de Jesús. Y los sobrevivientes intentamos perdonar al agresor, porque Jesús perdonó a sus verdugos."
"Señor Jesús, Palabra Eterna del Padre, por nosotros te hiciste silencio" dijo al final del rito el cardenal De Donatis, leyendo la oración final que había preparado el Papa Francisco. La invocación estuvo acompañada de 14 ‘gracias’ a Jesús, uno por cada una de las estaciones: Gracias "por el amor que mostraste ante la traición", "por la esperanza que infundes en la hora de la prueba", "por el perdón que ofreciste a tus asesinos". "Gracias, por vencer a la muerte -concluyó-, por la luz que has encendido en nuestras noches. Y reconciliando toda división, nos has hecho a todos hermanos, hijos del mismo Padre que está en los cielos".