El Papa sobre los migrantes: Dios camina con su pueblo
El mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado que la Iglesia celebrará este año el 29 de septiembre. «Cuántas biblias, evangelios, libros de oraciones y rosarios acompañan a los migrantes en sus viajes a través de desiertos, ríos y mares y de las fronteras de todos los continentes». El testimonio de Blessing Okoedion, nigeriana superviviente de la trata: «Aprendí de nuevo lo que significa ser cristianos».
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - «Muchos migrantes experimentan a Dios como compañero de viaje, guía y ancla de salvación». Pero Dios «no sólo camina con su pueblo, sino también en su pueblo», «identificándose con los hombres y mujeres en su camino a través de la historia - en particular con los últimos, los pobres, los marginados - como prolongando el misterio de la Encarnación». Así escribe el Papa Francisco en su mensaje para la 110ª Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, presentado hoy en el Vaticano.
La cita -programada este año para el domingo 29 de septiembre- gira en torno al tema «Dios camina con su pueblo». Y recordando la experiencia del Sínodo en su mensaje, el Papa Francisco invita a todos a mirar la experiencia de los migrantes de hoy releyendo el camino del Éxodo del pueblo de Israel y su largo camino de la esclavitud a la libertad, «que prefigura el de la Iglesia hacia el encuentro definitivo con el Señor».
«Sus viajes de esperanza -escribe Francisco- nos recuerdan que “ nuestra ciudadanía, de hecho, está en los cielos y desde allí esperamos al Señor Jesucristo como salvador" (Flp 3,20)".
El Papa señala que «como el pueblo de Israel en tiempos de Moisés, los emigrantes huyen a menudo de situaciones de opresión y abuso, de inseguridad y discriminación, de falta de perspectivas de desarrollo.Como los judíos en el desierto, los emigrantes encuentran muchos obstáculos en su camino: son probados por la sed y el hambre; son agotados por el trabajo y la enfermedad; son tentados por la desesperación».
«Pero la realidad fundamental del éxodo, de todo éxodo», subraya, «es que Dios precede y acompaña el camino de su pueblo y de todos sus hijos en todo tiempo y lugar. La presencia de Dios en medio del pueblo es una certeza de la historia de la salvación».
«Muchos emigrantes experimentan a Dios como compañero de viaje, guía y ancla de salvación -recuerda el Papa Francisco-. A Él se confían antes de partir y a Él se dirigen en situaciones de necesidad. En Él buscan consuelo en los momentos de desesperación. Gracias a Él, hay buenos samaritanos en el camino. A Él, en la oración, confían sus esperanzas. Cuántas biblias, evangelios, libros de oraciones y rosarios acompañan a los emigrantes en sus viajes a través de desiertos, ríos y mares y de las fronteras de todos los continentes».
«El encuentro con el emigrante, como con todo hermano o hermana necesitado, es también un encuentro con Cristo -añade el Pontífice- Cada encuentro, a lo largo del camino, es una ocasión de encuentro con el Señor; y es una ocasión cargada de salvación, porque en la hermana o el hermano necesitado de nuestra ayuda está presente Jesús. En este sentido, los pobres nos salvan, porque nos permiten encontrar el rostro del Señor».
De ahí la invitación del Papa con ocasión de la Jornada que la Iglesia dedica a los emigrantes desde hace más de un siglo: «Unámonos en oración por todos aquellos que han tenido que dejar su patria en busca de condiciones de vida dignas. Sintámonos en camino junto a ellos, hagamos juntos un «sínodo», y encomendémoslos a todos, así como a la próxima asamblea sinodal, a la intercesión de la Santísima Virgen María, signo de esperanza segura y de consuelo en el camino del pueblo fiel de Dios».
Palabras de las que -en la rueda de prensa de presentación- se hizo eco el testimonio de Blessing Okoedion, originaria de Nigeria, superviviente de la trata, ahora mediadora cultural en Italia y presidenta de Weavers of Hope, una realidad que desde 2018 ha ayudado a unas 150 niñas y mujeres a salir de la explotación sexual e iniciar un camino de reinserción social y laboral.
«Dios realmente ha caminado conmigo, también a través de aquellos que me hizo conocer en el camino», dijo. «Los traficantes deshumanizan y cosifican a sus víctimas, lo que resulta en una pérdida de autoestima y control sobre sus propias vidas, libertad y dignidad. Mi encuentro con la Casa Rut de Caserta, donde conocí a la hermana Rita Giaretta, me ayudó a recuperar la confianza en mí misma y en los demás. También me acompañó a vivir mi fe de un modo más profundo y verdadero. Redescubrí los valores que mi familia me había transmitido y que yo había perdido un poco tras ser engañada y traficada por una mujer que se hacía llamar cristiana y asistía a una de las muchas iglesias que proliferan en Nigeria. Aprendí de nuevo lo que significa ser cristiano. Lo que es el amor, la ternura, la entrega y la fidelidad. Poco a poco sentí que me renovaba como persona, como mujer y también como cristiana. Fue después de este viaje cuando decidí implicarme de nuevo, contar mi historia y luchar contra la trata de seres humanos».
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