El Papa en la audiencia: en Siria "solución política para la estabilidad y la unidad"
Desde el Aula Pablo VI el apelo para el país tras la caída del régimen de Bashar al Assad: 'El pueblo sirio pueda vivir en paz y seguridad en su amada tierra', las religiones 'puedan caminar juntas en el respeto mutuo'. Esta mañana también el encuentro con la organización sin fines de lucro ResQ - People Saving People: «Los migrantes deben ser acogidos e integrados». Concluyó el ciclo de catequesis sobre el Espíritu Santo: «Si la Iglesia es un barco, el Espíritu es la vela que lo impulsa».
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - El avance de la milicia islamista Hayat Tahrir al Sham que puso fin a 24 años de un régimen caracterizado por la violencia y las violaciones de los derechos, la huida del presidente Bashar al Assad, el júbilo de un pueblo liberado, las bombas israelíes sobre los depósitos militares. El destino de un país todo por reescribir. «Estoy siguiendo lo que sucede en Siria, en este momento delicado de su historia», ha dicho el Papa Francisco esta mañana en el Aula Pablo VI del Vaticano, donde se ha celebrado la audiencia general de los miércoles, durante los saludos finales dirigidos a los fieles de lengua italiana. «Espero que se llegue a una solución política que sin más conflictos y divisiones promueva responsablemente la estabilidad y la unidad del país», añadió.
A continuación, dedicó un pensamiento a la población siria, que comprende una amplia comunidad de más de 6,2 millones de refugiados, que residen principalmente en Turquía (más de 3 millones), Líbano, Alemania y Jordania, según datos de ACNUR de 2024. «Rezo por la intercesión de la Virgen María para que el pueblo sirio pueda experimentar la paz y la seguridad en su amada tierra», dijo Bergoglio, quien luego habló de la necesidad de unidad entre las religiones en este momento de cambios repentinos. «Que las diferentes religiones caminen juntas en la amistad y el respeto mutuo por el bien de esa nación, afligida por tantos años de guerra», fue un alto deseo expresado hoy.
Otro pensamiento para los muchos otros países del mundo en guerra no se hizo esperar. «Pienso siempre en la atormentada Ucrania, que tanto está sufriendo por esta guerra. Recemos por una salida», dijo el Papa Francisco, deseando un compromiso para pasar página en el conflicto en Europa. «Y pienso en Palestina, en Israel, en Myanmar. Que vuelva la paz, que haya paz. La guerra es siempre una derrota. Recemos por la paz». Antes de la audiencia, Bergoglio se reunió en el estudio del Aula Nervi con una delegación de la organización sin ánimo de lucro ResQ - People Saving People, a la que felicitó por su «meritoria acción» en favor de los migrantes en el Mediterráneo y a lo largo de la ruta de los Balcanes. Personas cuyas vidas reflejan «conflictos, que a menudo desencadenan crisis humanitarias e implican también la violación de derechos». La acción de ResQ demuestra que «cada ser humano es único y su dignidad es inviolable», dijo Francisco. «El migrante debe ser acogido, acompañado, promovido e integrado».
Al inicio de la audiencia, ante los peregrinos reunidos en el Aula Pablo VI, el Papa Francisco leyó la última catequesis del ciclo dedicado a la relación entre el Espíritu Santo y la «esposa», es decir, la Iglesia. La reflexión de hoy estaba dedicada al título de todo el ciclo: «El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo conduce al Pueblo de Dios hacia Jesús, nuestra Esperanza». Como referencia bíblica, pronunciada en distintos idiomas -incluido el chino-, se leyó un pasaje del Apocalipsis (Ap 22,17.20), del que procede el versículo que inspiró toda la serie de meditaciones: «El Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!”». (Ap 22,17), «dirigido a Cristo». «En esa fase antiquísima, la invocación tenía un trasfondo que hoy llamaríamos escatológico», explicó Bergoglio. «Expresaba, en efecto, la ardiente espera del retorno glorioso del Señor». Una espera que, sin embargo, no es solitaria. «A ella se unía también la espera de su continua venida en la situación presente y peregrina de la Iglesia».
Desde entonces, se ha producido un cambio «lleno de sentido» en la historia. «No suele dirigirse (el grito de invocación, ed.) sólo a Cristo, ¡sino también al mismo Espíritu Santo! Aquel que grita es ahora también Aquel a quien se grita», añadió el pontífice. «¡Ven!» es, de hecho, también la invocación que se antepone a los himnos y a las oraciones de la Iglesia dirigidas al Espíritu Santo. «Es Él quien 'anuncia lo que ha de venir' (cf. Jn 16,13) y nos hace desearlo y esperarlo. Por eso Cristo y el Espíritu son inseparables, también en la economía de la salvación». «Si la Iglesia es una barca, el Espíritu Santo es la vela que la impulsa y la hace avanzar en el mar de la historia, hoy como ayer», prosiguió. Luego, hablando de la esperanza, de la que el Espíritu Santo es «la fuente que brota siempre», dijo que «no es una palabra vacía», sino una «certeza, porque está fundada en la fidelidad de Dios a sus promesas». Al mismo tiempo, no basta con poseerla: «El cristiano no puede contentarse con tener esperanza; debe también irradiar esperanza, ser sembrador de esperanza. Éste es el don más hermoso que la Iglesia puede hacer a toda la humanidad, sobre todo en momentos en que todo parece empujar a amainar las velas».
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