El Papa en Rumania: transformar los viejos rencores en nuevas oportunidades para la comunión
Francisco celebró la misa en el santuario de Şumuleu Ciuc, en Transilvania, una región de tradiciones húngaras, ante la presencia de cuando menos 100.000 personas. “Peregrinar es participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, caravana siempre solidaria, para construir la historia”.
Bucarest (AsiaNews) – “Caminar juntos”: al igual que ayer, en el primer día de su viaje a Rumania, es la exhortación que el Papa Francisco está dirigiendo a un pueblo que en el pasado reciente ha conocido divisiones y contrastes. Esto mismo fue repetido hoy, en la misa dedicada a María, Madre de la Iglesia, celebrada en el santuario de Şumuleu Ciuc. “Peregrinar - dijo- significa sentirse convocados e impulsados a caminar juntos, pidiéndole al Señor la gracia de transformar viejos y actuales rencores y desconfianzas en nuevas oportunidades para la comunión”.
Desde el punto de vista histórico, Şumuleu Ciuc -el lugar donde Francisco llegó en avión, desde Bucarest- es una meta de peregrinación que ni siquiera el régimen comunista logró detener. Peregrinaciones internas e incluso provenientes de Hungría se dirigen hasta allí, porque este santuario está en Transilvania, donde aún se habla el húngaro y son húngaros los trajes tradicionales, que vestían los miembros del coro y muchos de los presentes. En húngaro también se recitaron algunas oraciones durante la misa. Y el mismo altar donde el Papa celebró, es llamado el de las Tres Colinas porque representa las tres colinas coronadas por la cruz patriarcal, símbolo heráldico húngaro del siglo XIII.
En este sitio de peregrinación - que también hoy, congregó a cuando menos 100.000 personas, para participar en la misa- Francisco resaltó el valor de “peregrinar”.
“Aquí, cada año -dijo-, el sábado de Pentecostés, peregrináis para honrar el voto de vuestros antepasados y para fortalecer la fe en Dios y la devoción a la Virgen, representada en su imponente talla. Esta peregrinación anual pertenece a la herencia de la Transilvania, pero honra de forma conjunta las tradiciones religiosas rumanas y húngaras, en la que participan también fieles de otras confesiones, y es un símbolo de diálogo, unidad y fraternidad; una llamada a recuperar los testimonios de fe hecha vida y de vida hecha esperanza. Peregrinar es saber que venimos como pueblo a nuestra casa. Un pueblo cuya riqueza son sus mil rostros, culturas, lenguas y tradiciones; el santo Pueblo fiel de Dios que con María peregrina cantando la misericordia del Señor. Si en Caná de Galilea, María intercedió ante Jesús para que realizara el primer milagro, en cada santuario vela e intercede no sólo ante su Hijo sino también ante cada uno de nosotros para que no nos dejemos robar la fraternidad por las voces y las heridas que alimentan la división y fragmentación. Los complejos y tristes acontecimientos del pasado no se deben olvidar o negar, pero tampoco pueden constituir un obstáculo o un motivo para impedir una anhelada convivencia fraterna”.
“Peregrinar significa sentirse convocados e impulsados a caminar juntos, pidiéndole al Señor la gracia de transformar viejos y actuales rencores y desconfianzas en nuevas oportunidades para la comunión; es desinstalarse de nuestras seguridades y comodidades en la búsqueda de una nueva tierra que el Señor nos quiere regalar. Peregrinar es el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de no tener miedo a mezclarnos, encontrarnos y ayudarnos. Peregrinar es participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, caravana siempre solidaria para construir la historia (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 87). Peregrinar es mirar no tanto lo que podría haber sido —y no fue—, sino todo aquello que nos está esperando y no podemos dilatar más. Es creerle al Señor que viene y que está en medio de nosotros promoviendo e impulsando la solidaridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad y justicia (cf. ibíd., 71). Es el compromiso de luchar para que los rezagados de ayer, sean los protagonistas del mañana, y los protagonistas de hoy no se vuelvan los rezagados del mañana. Lo cual requiere el trabajo artesanal de tejer juntos el futuro. Por eso estamos aquí para decir juntos: Madre enséñanos a hilvanar el futuro”.
“Al que arriesga -concluyó- el Señor no lo defrauda. Caminemos y caminemos juntos dejando que sea el Evangelio la levadura que lo impregne todo y regale a nuestros pueblos la alegría de la salvación”.
Luego de la misa, el Papa entregó como ofrenda una rosa de oro ante la imagen de la Virgen, que fue llevada hasta el altar. La imagen, de más de dos metros de alto, completamente realizada en madera entre 1515 y 1520, sobrevivió milagrosamente al incendio desatado por mano de los turcos en 1661. (FP)
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