El Papa en Córcega: La piedad popular es 'presencia de Dios en la carne viva de la historia'
Viaje apostólico de Francisco a la isla francesa sobre el mar Mediterráneo. Desde este lugar simbólico cerró el congreso sobre la piedad popular. En Europa "la pregunta sobre Dios parece debilitarse", pero también es necesario reconocer la apertura entre "cultura cristiana y cultura laica". En la Catedral de Santa María de la Asunción, en el encuentro con los religiosos, recomendó: “No se olviden de llorar delante del Señor”.
Ajaccio (AsiaNews) – Es la primera vez que un pontífice visita la isla francesa de Córcega: y el 47° viaje apostólico del Papa Francisco. Una hora y cuarto de vuelo desde Roma hasta Ajaccio, un lugar sobre el mar Mediterráneo que fue la cuna de Napoleón Bonaparte. Esta mañana fue recibido por numerosas autoridades - entre ellas el ministro del Interior francés, Gerald Darmanin - y por centenares de personas, asomadas a los balcones y alineadas en los bordes de las calles por las que circulaba el automóvil descubierto. Francisco se dirigió al Palais de Congres para la ceremonia de clausura del congreso sobre la piedad popular. “Esta revela la presencia de Dios en la carne viva de la historia, hace más fuerte la relación con la Iglesia y a menudo se convierte en ocasión de encuentro, de intercambio cultural y de fiesta”, afirmó.
El Papa se reunió con alrededor de 400 estudiosos, obispos, académicos y representantes de diversas regiones que se asoman a lo que él llamó un “gran lago entre tres continentes” y "un mar único en el mundo”: el Mediterráneo. Fue recibido con un prolongado aplauso en el auditorio, donde el pontífice entró acompañado por las autoridades locales y el cardenal François-Xavier Bustillo, obispo de Ajaccio. Francisco dedicó inmediatamente su atención al Mare Nostrum. “Ha sido el escenario ideal para el nacimiento de mitos, cuentos y leyendas”, afirmó. Y las civilizaciones que lo rodean desarrollaron “sistemas jurídicos e instituciones de considerable complejidad, cuyos principios básicos siguen siendo válidos y actuales hasta el día de hoy”. Pero también una experiencia religiosa “totalmente particular”, que culminó con la “presencia singular de Jesús, el Hijo de Dios”.
Han transcurrido más de dos mil años desde la encarnación del Hijo de Dios, y «muchas han sido las épocas y las culturas que se han sucedido». Muchos escenarios han cambiado desde entonces, sobre todo cuando se analiza la influencia de la religión cristiana en la cultura y la sociedad. “En algunos momentos de la historia la religión cristiana ha conformado la vida de los pueblos e incluso sus instituciones políticas, mientras que hoy, especialmente en los países europeos, la pregunta sobre Dios parece haberse debilitado y nos encontramos cada vez más indiferentes a su presencia y a su Palabra“, explicó Bergoglio. Sin embargo, hay que ser cuidadosos al definir este análisis, para no caer en juicios precipitados o ideológicos, sobre todo cuando profundizamos la relación entre “cultura cristiana y cultura laica”. “Es importante reconocer una apertura recíproca entre estos dos horizontes”, afirmó el Papa. De hecho, los creyentes «se abren cada vez con mayor serenidad a la posibilidad de vivir su fe sin imponerla», mientras que los laicos «no son ajenos a la búsqueda de la verdad, de la justicia y de la solidaridad», añadió.
En este contexto se sitúa la “belleza” de la piedad popular, nombre que san Pablo VI da a la “religiosidad” en la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi. “La práctica de la piedad popular atrae e involucra incluso a personas que están en el umbral de la fe”, afirmó Bergoglio, quien luego retoma las palabras del Papa Montini. “En la piedad popular se puede captar el modo en que la fe recibida se ha encarnado en una cultura y se sigue transmitiendo”. “Cuando la piedad popular consigue comunicar la fe cristiana y los valores culturales de un pueblo, uniendo los corazones y amalgamando una comunidad, entonces nace un fruto importante que recae sobre toda la sociedad, y también sobre las relaciones entre las instituciones políticas, sociales y civiles y la Iglesia”, añadió.
“Queridos hermanos y hermanas, la piedad popular, que aquí en Córcega está profundamente arraigada – y no es superstición –, hace emerger los valores de la fe y, al mismo tiempo, expresa el rostro, la historia y la cultura de los pueblos”, explicó el Papa Francisco. “En este entrelazamiento, sin confusiones, toma forma el diálogo constante entre el mundo religioso y el mundo laico, entre la Iglesia y las instituciones civiles y políticas. Sobre este tema, ustedes están en camino desde hace mucho tiempo, es una tradición propia de ustedes y son un ejemplo virtuoso en Europa. ¡Sigan adelante! “Y quisiera alentar a los jóvenes a involucrarse aún más activamente en la vida sociocultural y política, con el impulso de los ideales más sanos y de la pasión por el bien común”.
Después de la clausura en el Palacio de Congresos, Bergoglio se trasladó a la Catedral de Santa María de la Asunción, donde se reunió con obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas y seminaristas. En el ambiente íntimo que se creó, lejos de la acostumbrada plaza de San Pedro colmada de fieles reunidos para rezar el Ángelus del domingo en el Vaticano, Francisco reflexionó sobre una vida entregada a Dios y habló con espontaneidd relatando muchas anécdotas personales. Hizo entonces una doble invitación a los presentes: “Cuídense ustedes mismos y cuiden a los demás”. Con respecto a la primera, señaló la importancia de “preservar algunos momentos de soledad” y de favorecer la fraternidad entre religiosos y religiosas. “Aprendamos a compartir no sólo las dificultades y los desafíos, sino también la alegría y la amistad entre nosotros”, dijo, y citó el Salmo que dice: «Has cambiado mi luto en danza» (Sal 30,12), explicando que «es muy feo encontrar un sacerdote con el corazón amargado».
En cuanto a la segunda invitación, añadió: “No tengan miedo de cambiar, de revisar los viejos esquemas, de renovar los lenguajes de la fe, aprendiendo al mismo tiempo que la misión no es una cuestión de estrategias humanas: es ante todo una cuestión de fe”. Hablando del sacramento de la reconciliación, recomendó: “Perdonen siempre y perdonen todo, sin hacer demasiadas preguntas”. Luego, Bergoglio hizo una confidencia, en estos días en los que se cumplen 55 años de su consagración sacerdotal: "Nunca he negado la absolución". Y dirigiéndose de nuevo a los presentes recomendó: “No se olviden de llorar delante del Señor”.
Al final, antes de rezar el Ángelus, el Papa Francisco volvió a hacer un fuerte llamamiento a la paz. “Desde esta isla del Mediterráneo elevamos a ella [la Virgen María, ndr.] nuestra súplica por la paz: paz para todas las tierras que se asoman a este mar, especialmente para la Tierra Santa donde María dio a luz a Jesús. Paz para Palestina, para Israel, para el Líbano, para Siria, para todo el Medio Oriente! Paz en la atormentada Myanmar. Y que la Santa Madre de Dios obtenga la ansiada paz para el pueblo ucraniano y el pueblo ruso”. Con respecto a las partes implicadas en el conflicto europeo, añadió: “Que se entiendan”. Y luego insistió: “Hermanos, hermanas, la guerra siempre es una derrota. Y la guerra en las comunidades religiosas, la guerra en las parroquias, es siempre una derrota. Que el Señor nos conceda a todos la paz".