El Papa Francisco pide unánime condena por los "crueles actos abominables" en Bruselas
Lllamada del Papa Francisco, que pide "perseverar en la oración y pedir al Señor en esta Semana Santa para confortar los corazones afligidos y convertir los corazones de estas personas cegadas por el fundamentalismo cruel". En el Triduo Pascual "todo habla de la misericordia", el amor de Dios, que "no tiene límites", "hasta el fin sin fin".
Ciudad del Vaticano (AsiaNews) - Tanto la condena unánime de los "crueles actos abominables que están causando sólo la muerte, el terror y el horror". El Papa Francisco ha vuelto a hablar de los atentados cometidos ayer en Bruselas hizo un llamamiento "a todas las personas de buena voluntad", pidiéndoles " perseveren en la oración y en pedir al Señor que en esta Semana Santa consuele los corazones afligidos y convierta los corazones de esas personas cegadas por un fundamentalismo cruel", y recitando un Ave María con los fieles participantes en la audiencia general.
Antes de la llamada, a las 25 mil personas presentes en la plaza de San Pedro, el Papa habló del Triduo Pascual, que la Iglesia vivirá desde mañana, en la que "todo habla de la misericordia", del amor de Dios, que "no tiene límites", "hasta el fin sin fin".
"Dios - dijo - se ofrece verdaderamente todo por cada uno de nosotros y no se conserva en nada. El Misterio que adoramos en esta Semana Santa es una gran historia de amor que no conoce obstáculos. La Pasión de Jesús dura hasta el final del mundo, porque es una historia del compartir los sufrimientos de toda la humanidad y una permanente presencia en las vicisitudes de la vida personal de cada uno de nosotros. Pues, el Triduo Pascual es memorial de un drama de amor que nos dona la certeza que no seremos jamás abandonados en las pruebas de la vida".
"El Jueves Santo Jesús instituye la Eucaristía, anticipando en el banquete pascual su sacrificio en el Gólgota. Para hacer comprender a los discípulos el amor que lo anima, a ellos les lava los pies, ofreciendo una vez más el ejemplo en primera persona de como ellos mismos deberán actuar. La Eucaristía es el amor que se hace servicio. Es la presencia sublime de Cristo que desea nutrir a cada hombre, sobre todo a los más débiles, para hacerlos capaces de un camino de testimonio entre las dificultades del mundo. No sólo esto. En el darse a nosotros como alimento, Jesús atestigua que debemos aprender a compartir con los demás este alimento para que se convierta en una verdadera comunión de vida con cuantos están en la necesidad. Él se dona a nosotros y nos pide permanecer en Él para hacer lo mismo”.
El Viernes Santo es el momento culminante del amor. La muerte de Jesús, que en la cruz se abandona al Padre para ofrecer la salvación al mundo entero, expresa el amor donado hasta el final, hasta el final sin fin. Un amor que busca abrazar a todos, ninguno excluido. Un amor que se extiende a todo tiempo y a cada lugar: una fuente inagotable de salvación a la cual cada uno de nosotros, pecadores, puede acercase. Si Dios nos ha demostrado su amor supremo en la muerte de Jesús, entonces también nosotros, regenerados por el Espíritu Santo, podemos y debemos amarnos los unos a los otros”.
“Y, finalmente, el Sábado Santo es el día del silencio de Dios. Debe ser un día de silencio, y nosotros debemos hacer de todo para que sea una jornada de silencio, como había sido en aquel tiempo: el día del silencio de Dios. Jesús puesto en el sepulcro comparte con toda la humanidad el drama de la muerte. Es un silencio que habla y expresa el amor como solidaridad con los abandonados de siempre, que el Hijo de Dios alcanza colmando el vacío que solo la misericordia infinita del Padre Dios puede llenar. Dios calla, pero por amor. En este día el amor – aquel amor silencioso – se hace espera de la vida en la resurrección. Pensemos, el Sábado Santo: nos hará bien pensar en el silencio de la Virgen, “la creyente”, que en silencio esperaba la Resurrección. La Virgen deberá ser el ícono, para nosotros, de aquel Sábado Santo. Pensar mucho como la Virgen ha vivido aquel Sábado Santo; en espera. Es el amor que no duda, pero que espera en la palabra del señor, para que se haga evidente y resplandeciente el día de Pascua”.
“Es todo un gran misterio de amor y de misericordia. Nuestras palabras son pobres e insuficientes para expresarlo en plenitud. Nos puede ayudar la experiencia de una muchacha, no muy conocida, que ha escrito paginas sublimes sobre el amor de Cristo. Se llamaba Juliana de Norwich, era analfabeta, esta joven, tuvo visiones de la Pasión de Jesús y que luego, en la cárcel, ha escrito, con lenguaje simple, pero profundo e intenso, el sentido del amor misericordioso. Decía así: «Entonces nuestro buen Señor me pregunto: “¿Estas contenta que yo haya sufrido por ti?” Yo dije: “Si, buen Señor, y te agradezco muchísimo; sí, buen Señor, que Tú seas bendito”. Entonces Jesús, nuestro buen Señor, dice: “Si tú estás contenta, también yo lo estoy. El haber sufrido la pasión por ti es para mí una alegría, una felicidad, un gozo eterno; y si pudiera sufrir más lo haría”». Este es nuestro Jesús, que a cada uno de nosotros dice: ‘Si pudiera sufrir más por ti, lo haría’”.
“¡Cómo son bellas estas palabras! -ha concluido el Papa -. Nos permiten entender de verdad el amor intenso y sin límites que el Señor tiene por cada uno de nosotros. Dejémonos envolver por esta misericordia que nos viene al encuentro; y en estos días, mientras tengamos fija la mirada en la pasión y la muerte del Señor, acojamos en nuestro corazón la grandeza de su amor y, como la Virgen el Sábado, en silencio, en la espera de la Resurrección”.
23/12/2015