25/05/2024, 13.39
MYANMAR
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El Ejército de Arakan también apunta a los rohingya, el nuevo y amargo futuro de Myanmar

A pesar del bloqueo de Internet impuesto por la junta golpista, Naciones Unidas habla de «informes aterradores y preocupantes» de ataques contra la población civil de etnia rohingya. En los últimos meses, la junta golpista, cada vez con más dificultades sobre el terreno, ha avivado las tensiones interétnicas, alistando (incluso por la fuerza) a los rohingya contra la milicia étnica local. Una tragedia que está devolviendo al país a los tiempos de la violencia sectaria.

Yangon (AsiaNews) - Las atrocidades cometidas en los últimos meses en el estado birmano occidental de Rakhine parecen ser el preludio de una nueva fase de violencia que podría afectar a todo Myanmar una vez finalizado el conflicto civil entre las milicias étnicas y el ejército. Desde hace días, varios representantes de la ONU hablan de «informes aterradores e inquietantes» sobre ataques a la población civil de etnia rohingya por parte de la Junta Militar, pero también de la milicia étnica local, el Ejército de Arakan, que controla gran parte del territorio de Rakhine. 

«Una vez más, el mundo parece estar fallando a un pueblo desesperado en un momento de peligro, mientras se desarrolla un desastre inhumano y motivado por el odio en el estado de Rakhine», donde «están apareciendo informes alarmantes y creíbles de homicidios, desapariciones forzadas e incendios provocados generalizados», ha declarado Tom Andrews, relator especial de la ONU sobre los derechos humanos en Myanmar.

Unos 45.000 civiles rohingya, según cifras de la ONU, se han visto desplazados después de que se declararan una serie de incendios en la ciudad de Buthidaung y sus alrededores, que destruyeron casas y tierras de cultivo. Los rohingya señalaron con el dedo al ejército de Arakan, que a su vez culpó a los ataques aéreos de la junta militar. Las imágenes satelitales han confirmado la devastación causada por los incendios entre abril y mayo, pero el bloqueo de Internet impuesto por el ejército birmano hace imposible obtener información fiable y verificada. Sin embargo, el Ejército de Arakan ha capturado la ciudad y ahora ha extendido los combates al municipio vecino de Maungdaw, donde existen «riesgos claros y evidentes de una grave propagación de la violencia», según afirmó en los últimos días Liz Throssell, portavoz de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos.

Como había señalado el International Crisis Group en un informe publicado a principios de este mes, las tensiones entre el Ejército de Arakan, dominado por combatientes de etnia rakhine y fe budista, y los rohingya, de confesión musulmana, venían aumentando desde hacía tiempo. 

A diferencia de otras partes del país, los enfrentamientos en Rakhine estallaron en noviembre, después de que el Ejército Arakan decidiera unirse a otras milicias étnicas en una ofensiva conjunta contra el ejército birmano. Hasta entonces, el alto el fuego firmado entre el Ejército de Arakán y el ejército birmano, responsable del golpe de Estado que inició el conflicto en febrero de 2021, se había mantenido básicamente (excepto durante un periodo de unos meses en la segunda mitad de 2022). Desde entonces, las milicias étnicas (que luchan por una mayor autonomía en sus territorios desde la independencia del Imperio Británico en 1948) han unido sus fuerzas entre sí y con otros grupos armados contra el régimen militar, que parece estar cada vez más en apuros. 

El Ejército de Arakán siempre ha luchado por un Estado de etnia rakhine. Pero la región también alberga a 600.000 rohingya, a los que el gobierno birmano niega la ciudadanía por considerarlos inmigrantes ilegales procedentes de Bangladés. En 2017 fueron el principal objetivo de una campaña de represión del ejército que ahora está siendo juzgada por genocidio por Naciones Unidas. Al menos 750.000 personas huyeron a la vecina Bangladés para escapar de la persecución.

A pesar de ello, muchos rohingya se han alistado en las filas del ejército en los últimos meses para luchar contra el Ejército Arakan, después de que la junta militar, escasa de hombres tras tres años de combates, impusiera en febrero el reclutamiento obligatorio de hombres y mujeres. La mayor parte del reclutamiento es forzoso, pero algunos rohingya se han alistado voluntariamente, según el informe de International Crisis Group: «Aunque el miedo y la ira contra el Ejército Arakan parecen ser parte de su motivación, el régimen también ha ofrecido, al parecer, la perspectiva de salarios regulares y, al menos en algunos casos, la promesa de la ciudadanía». Influyentes líderes de la comunidad rohingya cercanos al ejército también han animado a los jóvenes a alistarse». 

Los militares birmanos han alimentado así las tensiones intercomunitarias para debilitar al Ejército Arakan, colaborando también, por ejemplo, con el Ejército de Salvación Rohingya Arakan, una milicia que los militares habían designado como «organización terrorista» y cuyos ataques contra las fuerzas de seguridad en 2017 habían servido de pretexto para el inicio de la campaña de represión contra los rohingya. 

Twan Mrat Naing, el líder del Ejército de Arakan, se ha referido repetidamente a los rohingya como «bengalíes» de forma despectiva. Esta retórica ha inflamado la situación hasta tal punto que los militares también han conseguido atraer a nuevos combatientes de los campos de refugiados rohingya en Bangladés. «Fuentes de los campos han informado a Crisis Group de que miles de aspirantes a combatientes han cruzado la frontera con Myanmar en los últimos meses, incluidos niños de tan sólo catorce años; esta campaña de reclutamiento se ha intensificado drásticamente en los últimos días, con hasta 500 refugiados alistados», escribe además el centro de investigación. «Aunque algunos rohingya están respondiendo a los llamamientos para luchar por una patria propia, la mayoría de los reclutas han sido obligados a servir contra su voluntad. Este reclutamiento forzoso se está produciendo abiertamente en los campamentos, pero las fuerzas del orden de Bangladés han hecho poco para detenerlo». 

Los ataques del ejército de Arakan contra la población civil corren el riesgo de alimentar el reclutamiento de los rohingya y el ciclo de violencia. Varios observadores afirmaron que la situación actual recuerda a la vivida entre 2012 y 2017, cuando Rakhine se vio sacudida por la violencia sectaria.

 

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