El BRICS se amplía. Pero su futuro depende de la (gélida) relación entre Xi y Modi

En la cumbre de Johannesburgo se invitó oficialmente a Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos a unirse como países miembros a partir del 1 de enero de 2024. "Dispuestos a explorar las oportunidades" sobre el uso de monedas locales como alternativa al dólar. Más allá de la "foto", queda el nudo de la distancia entre Beijing y Nueva Delhi.

Johannesburgo (AsiaNews/Agencias) – El BRICS –el foro internacional que reúne a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica– se amplía a otros seis países, invitando a Argentina, Egipto, Etiopía Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos a unirse como Estados miembros a partir del 1 de enero de 2024. Otros 17 países, desde Turquía hasta Indonesia, pasando por Bangladés, Kazajistán, Tailandia y Venezuela, ya han solicitado la adhesión.

De la cumbre de tres días que concluyó hoy en Johannesburgo, Xi Jinping obtuvo el resultado que deseaba: la consagración del BRICS como polo de referencia de lo que se denomina "Sur global", frente al G7 de Washington y sus aliados. Esta es la primera ampliación desde 2010, cuando Sudáfrica se sumó de inmediato al núcleo inicial de "economías emergentes": Brasil, Rusia, India y China. E incluirá, junto a Arabia Saudita e Irán (bajo el signo de la frágil paz china), a los Emiratos Árabes Unidos (la otra potencia del Golfo), así como a Argentina, Egipto y Etiopía, tres grandes países de África y América Latina. En el nuevo acuerdo, el BRICS (o como se llame en la nueva configuración) reunirá a 6 de los 10 principales productores de petróleo. Y a partir de hoy se jacta de representar el 47% de la población mundial y el 36% del PIB global (lo que obviamente no alcanza comerciando sólo entre sus miembros).

También habrá que verificar, además, si en la práctica los seis nuevos miembros se incorporan el 1 de enero de 2024: desde Arabia Saudita, por ejemplo, el príncipe Faisal comentó hoy que "agradece" calurosamente la invitación, pero que ahora debe conocer todos los detalles con respecto a "la naturaleza" de la participación" en el BRICS. Sobre esta base -añadió- Riad tomará "sus propias decisiones".

Si bien la ampliación es sin duda un éxito político para Xi Jinping -que aspira a acreditar a China como punto de referencia "multipolar" para el nuevo equilibrio global, como alternativa a Estados Unidos-, persisten sin embargo todos los interrogantes sobre el verdadero peso político de estos foros multilaterales, más allá del gran impacto de las “photo opportunity”. De hecho, tal como ocurre con las cumbres del G7, los resultados concretos de estas reuniones quedan muy por debajo de las declaraciones altisonantes de los lídres.

En Johannesburgo se vio un ejemplo concreto en relación con el tema más comentado: la ambición de crear una moneda alternativa al dólar para las transacciones internacionales. Para dar fuerza simbólica a este objetivo, también se aprovechó el hecho de que los cinco miembros actuales del BRICS tienen una moneda cuyo nombre comienza con la letra R (real, rublo, rupia, renminbi y rand). Pero deja de lado la debilidad en los mercados financieros que algunas de estas monedas en particular están experimentando en este momento, sobre todo Beijing. Por lo tanto, al final no sorprende que la declaración oficial de Johannesburgo II sea mucho más cautelosa en cuanto a la desdolarización. Los líderes de las "economías emergentes" no van más allá de una voluntad genérica de "explorar las oportunidades de utilizar las monedas locales", delegando la tarea de discutir la idea e informar en la próxima cumbre a los ministros de Finanzas y a los presidentes de los Bancos Centrales. Un primer paso, por tanto, pero sin una verdadera decisión al respecto.

Lo que plantea aún más dudas sobre en qué medida el BRICS es verdaderamente compacto, es el nudo no resuelto de la relación entre China e India. Como ya ocurrió el año pasado en Samarcanda, en la cumbre de la OCS, ni siquiera en Sudáfrica tuvo lugar una cumbre bilateral entre el presidente chino Xi Jinping y el primer ministro indio Narendra Modi. La única señal de distensión fueron unas pocas palabras intercambiadas mientras los filmaban las cámaras, antes de la rueda de prensa final de la cumbre. Poca cosa, en definitiva, para dos países que han vuelto a enfrentarse por las tensiones en la zona fronteriza de Ladakh, que incluso derivó en choques armados en las montañas del Himalaya hace tres años.

Esta distancia también resulta evidente en la posición de Nueva Delhi con respecto a Washington: la India está lejos de ser insensible a las iniciativas estadounidenses para contener la expansión de la influencia china en Asia-Pacífico. Y al mismo tiempo que en el BRICS, también participa en el QUAD, el diálogo estratégico sobre seguridad organizado por Shinzo Abe, que reúne a Japón, Estados Unidos, Australia y -precisamente- la India. En los últimos meses también se ha podido ver en una zona muy caliente como las islas del Pacífico, en un claro movimiento competitivo con relación a Beijing.

Se amplía entonces el BRICS, pero más allá de las declaraciones de fachada, también crecen las contradicciones internas. Lo que el ingreso de países como Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos no hará más que aumentar, con el riesgo de volver a plantear a otra escala los mismos vetos cruzados sobre las cuestiones más candentes que hoy paralizan todos los grandes escenarios a nivel mundial.

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