El 73% de los turcos, a favor de transformar Santa Sofía en una mezquita
Es lo que surge de un sondeo elaborado por Areda Survey, sobre una muestra de alrededor de 2.500 entrevistados. El 22,4% está en contra y el 4,3% no sabe qué responder. En el frente interno, se refuerza la política de control y represión del gobierno. Aprobaron una ley que amplía los poderes de los vigilantes de barrio. Erdogan teme una caída del consenso.
Estambul (AsiaNews) - El 73% de los ciudadanos turcos está a favor de la reapertura de Santa Sofía de Estambul - en sus orígenes, una basílica, luego transformada en mezquita y actualmente museo, por voluntad de Kemal Ataturk - como lugar de culto y oración para los musulmanes. Es lo que surge de un sondeo publicado en estos días, que alimenta la controversia en torno al edificio, que ya había quedado envuelto en una feroz polémica la semana pasada, luego de que el presidente Recep Tayyip Erdogan avaló la celebración de una oración islámica en el interior del templo.
Según una encuesta realizada por Areda Survey, y publicada el 11 de junio, el 73,3% de los entrevistados - en base a una muestra de 2414 personas - respondió afirmativamente a la pregunta: “¿Santa Sofía debe ser convertida en mezquita y abierta al culto?”. El 22,4% respondió que “No”, y solo el 4,3% dijo que no tenía una opinión precisa sobre el tema.
Como ejemplos a seguir en el caso de Santa Sofía, los exponentes de la facción nacionalista y radical islámica - entre ellos, el mismo Erdogan, que ha jugado estas cartas para preservar el poder - recuerdan los casos de la iglesia de Akdamar y del monasterio de Sümela. Estos dos lugares de culto, en su origen cristianos, primero fueron convertidos en museos y actualmente funcionan como mezquitas a todos los efectos.
Cabe agregar, por otro lado, que el actual gobierno, encabezado por el partido mayoritario del AKP, también ha concedido a otras religiones la posibilidad de rezar en edificios que por largo tiempo estuvieron prohibidos para el culto, y que hoy son usados como museos y sitios culturales. Entre ellos figuran la iglesia armenia de Surp Giragos en Diyarbakır, la gran sinagoga de Edirne y el monasterio de Aho en Gercüş. Este año, por primera vez, los judíos de Turquía pudieron celebrar públicamente la fiesta de Hanukkah (de las luces).
En tanto, en el frente interno se refuerza la política de control impulsada por el gobierno y por el mismísimo Erdogan, que registra una caída en el consenso por el manejo de la pandemia de Covid-19 y por la crisis económica y social desatada y alimentada por el virus. La nueva ola de represión sigue a la aprobación de una controvertida ley en el Parlamento, que refuerza las tareas de los “vigilantes de barrio”, una fuerza paralela compuesta por cerca de 28.000 personas. Gracias a la nueva norma, ellos podrán inspeccionar a los transeúntes y sus vehículos, verificar la identidad de las personas y, de ser necesario, usar sus armas.
Otra ley cuya aprobación está en curso prevé que los internautas se vean obligados a contar con un número de identificación para acceder a las redes sociales y a las aplicaciones de mensajería; un arma adicional para combatir el disenso y las críticas online. Esta obsesión por el control representa una última frontera para el presidente turco, en su intento de reforzar la represión en el país. Y detrás de todo esto hay un motivo electoral: según los últimos sondeos, Erdogan y su partido parecen haber perdido consenso, votos y poder de atracción en el país.