Ecumenismo: el primado de Pedro en el siglo XXI
El Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos publicó un "documento de estudio" que resume las respuestas recibidas de otras confesiones cristianas a la invitación que hizo Juan Pablo II hace 30 años para repensar juntos el ministerio del obispo de Roma. Entre las hipótesis se encuentra también la idea de una "sinodalidad ad extra", con encuentros periódicos entre los responsables de las distintas Iglesias.
Ciudad del Vaticano (AsiaNews)- El primado de Pedro ya no como un obstáculo sino como una oportunidad para la unidad entre los cristianos. A partir de esta nueva declinación que ya se ha puesto en marcha en la Iglesia de Roma, mediante el nuevo impulso a la dimensión de la sinodalidad y el "nuevo clima" que desde hace años se respira en las relaciones entre los referentes de las confesiones cristianas. Así se puede resumir la perspectiva contenida en el documento de estudio “El Obispo de Roma. Primado y sinodalidad en los diálogos ecuménicos y en las respuestas a la encíclica "Ut unum sint", aprobado por el Papa Francisco, que presentó hoy en el Vaticano el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Un texto largo y detallado que resume por primera vez los contenidos del debate ecuménico abierto hace casi treinta años por Juan Pablo II, quien en 1995, en la carta encíclica Ut unum sint de 1995, había auspiciado que los cristianos pudieran encontrar juntos las formas más adecuadas para que el ministerio del obispo de Roma "puede realizar un servicio de amor reconocido por unos y otros".
En los últimos años se han recibido cerca de treinta respuestas de otras confesiones cristianas y cincuenta documentos de diálogo ecuménico sobre este tema, en el cual el Papa Francisco invitó al Dicasterio a seguir trabajando. El resultado es este resumen, que recoge los frutos de la confrontación teológica pero también "algunas sugerencias prácticas" para avanzar hacia lo que se denomina "un ministerio de unidad en una Iglesia reconciliada". El documento destaca que prácticamente todos los textos recibidos coinciden en la necesidad de un servicio de unidad a nivel universal, aunque haya opiniones diferentes sobre los fundamentos y las formas de vivirlo. “Remitiéndose a la tradición apostólica, algunos diálogos sostienen que, desde los orígenes mismos de la Iglesia, el cristianismo se fundó sobre sedes apostólicas principales que ocupaban un orden específico, de las cuales la sede de Roma era la primera”.
En este sentido, por tanto, en el mundo ecuménico la cuestión del primado ya no se percibe simplemente como un problema, sino como una oportunidad para reflexionar sobre la naturaleza de la Iglesia y su misión en el mundo. En la propia reflexión teológica se presta más atención a lo que dice la Escritura sobre el rol de Pedro entre los apóstoles que a la evolución doctrinal y a las heridas de la historia; y esto permite "desafiar algunas interpretaciones confesionales tradicionales".
Eso no significa, evidentemente, que se hayan superado todos los obstáculos: muchas confesiones cristianas, por ejemplo, piden a la Iglesia católica una "reformulación" de las enseñanzas del Concilio Vaticano I, con su definición de la jurisdicción universal del Papa y el dogma de infalibilidad. Se trata de distinguir entre lo que estaba vinculado al contexto histórico en el que fueron proclamadas y lo que sigue siendo actual, a la luz de la eclesiología de comunión afirmada posteriormente por el Concilio Vaticano II y del contexto cultural y ecuménico actual. Así como - especialmente en el mundo de los cristianos orientales - sigue firme la condena del uniatismo: no son las Iglesias católicas de rito oriental, sostienen, el modelo en torno al cual repensar la unidad en la diversidad.
El camino que se indica para la unidad de los cristianos en el siglo XXI pasa en cambio por "una interdependencia recíproca entre primado y sinodalidad en todos los niveles de la Iglesia". Desde un punto de vista teológico, el documento la define como "una articulación entre 'todos', 'algunos' y 'uno'", como tres esferas complementarias. Evocando "la dimensión comunitaria, basada en el sensus fidei de todos los bautizados, la dimensión colegial, que se expresa sobre todo en la colegialidad episcopal y la dimensión personal que expresa la función primacial". Pero son articulaciones que no sólo afectan a la relación entre el sucesor de Pedro y las distintas comunidades eclesiales del mundo, sino que se reproponen como en un dinamismo a todos los niveles.
Por ejemplo, los interlocutores ecuménicos también insisten mucho en la valorización de las conferencias episcopales católicas nacionales y regionales. En una Iglesia que reconozca el principio de subsidiariedad: “Ninguna cuestión que pueda tratarse adecuadamente en un nivel inferior, debe llevarse en un nivel superior”. En este sentido algunas voces insisten en que "el poder del obispo de Roma no debe exceder el necesario para el ejercicio de su ministerio de unidad a nivel universal", al tiempo que reconocen la necesidad de "un grado suficiente de autoridad para abordar los muchos desafíos y obligaciones complejas asociadas a su ministerio".
Por último, se auspicia también un crecimiento de la sinodalidad ad extra, con oportunidades periódicas de encuentro entre los líderes de las confesiones cristianas. En las últimas décadas se ha hecho mucho en este sentido, incluso con las iniciativas y viajes apostólicos que el Papa Francisco ha impulsado junto con los patriarcas de Oriente y líderes anglicanos y protestantes. Pero el documento también plantea como hipótesis la idea de "consultas periódicas" para "hacer visible y profundizar la comunión que ya comparten".
05/12/2016 17:00
15/09/2017 14:19